Lo constitutivo y lo manifestativo

Opinión
/ 10 febrero 2024

El tronco del árbol y sus raíces le dan reciedumbre.

Las ramas tienen su danza y las hojas agitación y vibración cuando sopla el viento.

En la Creación encontramos esta dualidad de lo macizo y lo flexible, lo recio y lo delicado, lo fijo y lo cambiante. Lo que sostiene y lo que adorna, lo que constituye y lo que manifiesta.

En el mundo de las normas, de las reglas, de los ordenamientos, de las leyes también encontramos las Constituciones y las leyes secundarias.

Lo que establece los principios, los valores, los ideales, los derechos fundamentales y los preceptos y reglamentaciones que manifiestan cómo aplicarlos, como vivirlos, como practicarlos en situaciones concretas.

Se supone que una buena Constitución es la que menos cambios recibe. Lo cambiante puede estar en la normatividad inferior que hace adaptaciones correspondientes a nuevas circunstancias.

El valor de una Constitución está en su permanencia inalterada que señala metas, rumbos, peculiaridades que definen y caracterizan a una comunidad.

¿SOLO CAMBIAR? ¿O MEJORAR?

Los cambios legales han de ser siempre constitucionales. No contradecir lo constitutivo por subrayar lo manifestativo. Es inteligente exigir que para cambiar algún artículo de la ley constitutiva se requiera: no una votación simplemente mayor a la mitad de parlamentarios sino la que logra un porcentaje hasta de dos terceras partes de votos a favor.

Eso hace que puedan detenerse cambios no aceptables que lesionen el bien común o que impidan los contrapesos necesarios para el uso justo del poder.

No todo cambio es benéfico y saludable, solo el cambio de malo a bueno o de bueno a mejor. Quienes representan a la ciudadanía han de auscultar la opinión de sus representados para no votar solo por partidarismo antidemocrático.

Que el derecho ejecutivo a proponer, no minimice el gran derecho legislativo a disponer, representando a quienes dan el mandato de a todos incluir, buscando su bien integral.

Con una propuesta de cambios en racimo se enfrenta -ahora mismo- la representación nacional para filtrarlo y solo aceptar lo mejorable para el bien común.

DE OPOSICIÓN A COMPLEMENTACIÓN

El universo es unidad de lo diverso, No predomina en él ni la uniformidad ni la unicidad. Muchos y distintos es lo que hace la admirable complejidad exitosa en el cosmos. Lo distinto puede hacerse opuesto y luego separado y después contrario y agresivo y excluyente.

Pero el mejor destino de lo distinto es la complementación. La unión armónica de contrarios en su debida proporción y en su debida actitud.

Es lo que hace que polo positivo y polo negativo, unidos, den luz, que la unión de lo masculino y lo femenino produzca vida nueva. Sobre una montaña de cadáveres causados por la guerra, se instala la mesa en que dialogan quienes se trataron como enemigos para pactar la paz, cediendo unos y otros.

Las tensiones requieren sabio manejo en lo conyugal, lo intersubjetivo, lo comunitario, lo empresarial, lo político y lo electoral, lo cultural y lo eclesial para una complementación orgánica y no ahogarse en un torpe conflicto demoledor.

TRAZOS REPENTINOS EN EL TIEMPO

“¿Qué estás pintando ahora?”, pregunta ella desde la mecedora en que toma, sentada, una limonada con vino tinto. Este joven ha puesto unos trazos amarillos junto a otros verdes y ya tiene el pincel penetrado de pintura roja. “No sé, ¿qué se te ocurre a ti?” Y deja un trazo curvo enrojecido en la tela. “Pues a mi me parece casi una guacamaya”, dice ella señalando la tela con el popote que quita de su boca. Sigue él silencioso, afanoso y concentrado, combinando colores y afinando tonalidades, mientras ella se asoma al jardín por la ventana. “Ya, mira”, grita él. Ella deja de ver al colibrí y se queda admirada de una guacamaya, casi viviente, que parece salirse del cuadro... Empieza a escucharse la sonería del reloj de pared...

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