Resistencia, frente, alianza, oposición son palabras clave que aparecen con frecuencia un día sí y otro también por estos tiempos, como si fuese un artículo de investigación. Durante 89 años habían tenido derechos reservados para activistas y gente de izquierda que, hastiados de las actitudes hegemónicas de quienes detentaban el poder, las utilizaban con frecuencia en sus discursos incendiarios.
Probablemente hoy no tengan la misma connotación porque los contextos y los objetivos no solo son distintos, sino porque la producción de estos conceptos emerge desde lugares sociales y políticamente distintos. En ese sentido, las palabras dejan de tener significatividad y fuerza. No es lo mismo la resistencia desde la periferia que desde la derecha. Los colores y sabores son distintos.
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No es lo mismo que un “frente” “opositor” sea liderado por quienes en el tiempo y en la historia hicieron de la cosa pública un oficio con derechos reservados, donde la ciudadanía y debido a las estructuras que siguen vigentes, nunca tuvo visibilidad –a la fecha– porque así lo determinaron los acuerdos partidistas, que cortaron el paso a quienes desde la esencia misma de la democracia quisieron vivir en un país distinto.
Los egos, el rencor, el desprecio y la lotería social pareciera que pueden más que la sinergia, el reconocimiento del otro, el trabajo de equipo y el entender que México es un sólo país, así es como ha nacido el Frente Amplio por México.
Ciudadanos, académicos, intelectuales, periodistas, exfuncionarios del IFE-INE y Organismos de la Sociedad Civil, que en otros tiempos fueron férreos críticos del sistema, una vez más se dieron cuenta que “chango viejo, no echa maroma nueva” y que mientras no se piense en pluralidad y en inclusión como conceptos necesarios del contexto actual, no podrá haber acuerdos de cara a las elecciones 2024. Probablemente los partidos que componen la Alianza no han querido asumir la apantallante preferencia que siguen mostrando las encuestas respecto a las simpatías que tiene el electorado con relación al presidente de la República, agrego, nos guste o no.
Alguien debe de decirle a quienes tienen la propiedad intelectual de la idea “Va por México” que la imposición, la descalificación y polarización que restriegan en la cara a la administración actual no pueden ser utilizadas hacia dentro de su frente. Si no, ¿por qué se disolvió el llamado mini-INE?, ¿por qué se retiraron algunos representantes de las OSC invitadas?, y ¿por qué se han autodescartado algunos aspirantes a la candidatura por la Alianza? Ni los actuales líderes del PAN, del PRI y del PRD entendieron que la acción política no es emergente y que cada una de esas organizaciones partidistas tienen una historia que sigue siendo parte del ideario de muchos mexicanos.
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Difícil también, para una buena parte de la ciudadanía, es olvidar los dislates de los tres partidos cuando fueron gobierno y la oportunidad fue suya, pero por su ambición e intereses personales, de grupo o de partido, la dejaron ir. Y complicadísimo para los militantes de cepa, como es el caso de Acción Nacional, entender esa perversa alianza que está fuera de proporción en relación con las ideas de sus padres fundadores.
Con las mismas caras y, por supuesto, con las mismas mañas, revertir la fábula de “Pedro y el Lobo” deberá de ser una de las principales preocupaciones de la llamada Alianza, que desde el principio ha mostrado contradictorias señales de unidad. Si quieren lograr sus objetivos, tendrán que atender a una nueva forma de comportamiento donde las promesas, las lealtades, la transparencia y el acceso de los ciudadanos a la información del denominado Frente, sean el distingo hasta que les caracterice. De antemano qué complejo. Los egos y la partidocracia les superan.
Egos y protagonismos que no están dispuestos a dejar pasar a nadie que no sea del grupo de poder al que pertenecen, y la partidocracia que no da oportunidad ni espacio a los ciudadanos o a las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) –que no tienen cabida ni en la derecha ni en la izquierda– para darle forma y credibilidad a lo que han llamado Frente Amplio. Así que tan amplio no es, sólo el nombre. Ojalá fuera de otra forma, por el bien de la democracia mexicana.
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Lo importante es que se visibiliza la oposición a través de acuerdos que defienden intereses, que si no los vuelven comunes, se complicarán la vida y las aspiraciones que de por sí ya las tienen complicadas. Lo otro, la crítica que hicieron a Morena sobre el desacato a Ley Electoral los pone en las mismas circunstancias.
Sin lugar a duda, la Alianza tiene más debilidades que fortalezas, pues los partidos que la componen siguen desgastando a las OSC que no representan del todo a la Sociedad Civil, sino a políticos caídos en desgracia o empresarios que buscan defender sus intereses influyendo en la vida pública, por supuesto, sin mayor impacto; y que les da la posibilidad de redimirse con la opinión pública.
Eso es lo que representa la aparición repentina de Xóchitl Gálvez, que no estaba en el horizonte existencial del Frente –ni en el de ella misma–, pero que ahora aprovecharán, porque sin un proyecto claro y con una estructura endeble, cualquiera que tuviera un efecto mediático superaría por mucho la caballada tan flaca, desgastada y sin credibilidad que tienen los tres partidos. Por el otro lado, la Dra. Claudia Sheinbaum. El camino hacia el 2024 comienza a empedrarse –ya hay corcholatas y taparroscas– y como se ven las cosas, pronto la igualdad de género dará sus frutos en nuestro país. Así las cosas.