Los Observatorios AiDH: pasado, presente y futuro

Opinión
/ 6 julio 2023
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El estudio de casos relevantes siempre ha sido una manera de entender las problemáticas principales de los derechos humanos. Es, sin duda, la realidad que se observa en cada situación particular. Las soluciones judiciales, por tanto, van definiendo la versión interpretativa de las normas que establecen el contenido, alcance y límites de cada derecho. En consecuencia, los casos son una referencia para aprender qué es el Derecho. En mi experiencia, además, me sirvió para guiar un proyecto de educación jurídica que tiene por objeto formar una nueva generación de juristas al servicio de la dignidad humana.

Para el buen jurista, en efecto, no basta aprender las teorías del Derecho. Hay que saber aplicarlas en la práctica. Ya Kant nos decía que una buena práctica depende de una buena teoría, pero también una buena teoría exige entender con rigor la realidad. Siempre he pensado que todo lo que escribimos los juristas debe tener una utilidad social para nuestra comunidad. Teorizar, por el sólo propósito de especular de manera abstracta, no tiene, a mi juicio, mucho sentido en la realidad cuando el agente social debe generar las condiciones de transformación social que aseguren sociedades con fines de mayor libertad, igualdad y fraternidad.

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Como profesor de filosofía siempre me gustó trabajar con casos fáciles, difíciles y trágicos. Me gusta teorizar. Explorar, asimismo, las diferentes concepciones que pueden justificar la solución de los problemas a regular. A los juristas, al final, nos deben entrenar para resolver en forma razonable los casos que plantean la violación a los derechos de las personas. Ese es nuestro compromiso social.

Pero para fundar una nueva escuela de derecho no basta con ser un jurista que sólo está reflexionando en el mundo de las ideas. Eso es lo ideal. Me gustaría estar en mi cubículo leyendo y escribiendo. Generando conocimiento, compartiéndolo con los estudiantes. Pero sólo las instituciones académicas de larga tradición son las que se pueden dar ese lujo. Nosotros que iniciamos −como sociedad− tarde, no podemos darnos esos lujos. Tenemos que ser útiles para la comunidad. Tenemos que salir de nuestro cubículo para escuchar a las víctimas, para dialogar con las autoridades, para aportar nuestras ideas a la solución de problemas concretos.

La personalidad de compromiso social la tiene la AiDH. Pero −al mismo tiempo− nació con el propósito de consolidar una metodología de estudio de casos relevantes para entender mejor los derechos humanos. Esa ha sido mi experiencia profesional. Quizás no he tenido el tiempo y el espacio suficientes para hacerlo de una mejor manera, pero al cabo de una década, la AiDH tiene una gran presencia académica en el mundo con los observatorios que, por un lado, han generado una red colectiva de expertos para reflexionar sobre las problemáticas principales de la agenda de los derechos, pero también se ha logrado una de las mayores contribuciones editoriales en la región para enseñar los derechos, a partir de los casos analizados en cada seminario que se convierten en un libro.

Hoy la AiDH tiene más de 50 libros que sintetizan diferentes observatorios internacionales. Sin duda es un logro colectivo que surgió de la idea de examinar −como en un laboratorio− las diferentes cuestiones que los expertos deben significar para entender de una mejor manera las soluciones. Nuestra comunidad estudiantil se beneficiará de esta producción científica que, espero, evolucione a un nuevo proyecto editorial que sintetizará los bookcases. Ese es un nuevo sueño morado para esta nueva década.

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La idea del #ObservatorioAiDH, además, es parte de la forma de enseñar el Derecho a nuestra comunidad estudiantil. Ellos tienen talleres, laboratorios y observatorios en donde examinan casos concretos para aprender los derechos humanos. No sólo con la ayuda del Arte & Derechos Humanos, sino también con diferentes formas de educación jurídica que irán aprendiendo con la Clínica AiDH para conocer casos líderes, participar en competencias o elaborar litigios estratégicos. Es un buen programa de formación del jurista del siglo 21, el jurista DH.

UN FILÓSOFO EN LA PRÁCTICA

Concebir los observatorios implica construir conocimiento. Sí, pero sobre todo para lograr esta idea no crean que uno se tiene que sentar en su cubículo nada más. No tenía tiempo. Menos cubículo. Menos dinero. Menos gente. Menos una institución sólida para organizarlos.

Lo primero que tuve que hacer fue convencer a instituciones, invitar a expertos, financiar los seminarios. Uno se tiene que pasar muchas horas esperando que un funcionario de la autoridad organizadora lo reciba. Luego se tiene que construir redes de confianza con académicos. No es fácil. E incluso uno tiene que hasta pagar sus vuelos u hospedaje con su propio dinero porque, a veces, los trámites burocráticos no son sencillos. Muchas cosas se tuvieron que hacer para lograr que los observatorios se convirtieran en una realidad.

En fin, no basta con tener buenas ideas. Hay que hacerlas realidad. Esa es la diferencia. La AiDH tiene un buen capital para seguir avanzando en su función de generar conocimiento útil para la defensa de los derechos humanos. Eso es el valor principal.

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