Los riesgos de Morena de cara a la elección del 2024 (II)
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En mi artículo del pasado jueves decía que la maquinaria morenista estaba lista y echada a andar para actuar como aplanadora contra Xóchitl Gálvez, contra las fuerzas políticas que representan al Frente Amplio por México y también contra todos los mexicanos que hemos encontrado en la hidalguense a una verdadera luz de esperanza en medio de las tinieblas sembradas por la 4T de López Obrador. Decía que Claudia Sheinbaum se paseaba ya por el país, con bastón de mando en mano, cual si fuera nuestra monarca, reuniendo a su propio séquito de lamesuelas y dirigiendo miradas soberbias a quienes osamos oponernos a esa macabra transformación del Tlatoani Andrés.
Afirmaba también -por si no tuvo oportunidad de leer mi colaboración de antes de ayer- que esa impresionante aplanadora guinda estaba llena de grietas que podrían hacerla colapsar en cualquier momento. Esas grietas tienen nombre propio y se llaman: corrupción; tráfico de influencias; abundancia de retórica; escasez de acciones; asociación delictuosa; malversación de fondos; nepotismo; mesianismo; atentados contra la democracia, la justicia y la transparencia; carestía; violencia; negligencia; muerte; desprecio constitucional; federalismo agónico; despotismo; traición a la patria... y finalizaba mi escrito diciendo que la grieta más peligrosa para la maquinaria cuatroteísta era precisamente Claudia Sheinbaum, pésima candidata que aparentemente no sólo es capaz de apropiarse de ideas y conclusiones de investigaciones ajenas, sino que también emula sin pudor alguno la forma de actuar y hasta de hablar de su prócer.
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Al día de hoy, frente a esa fiera rapaz llamada 4T, y ante el inexplicable abandono temporal de los partidos aliancistas, Xóchitl Gálvez viaja sola por el país tal como lo hacía apenas unas semanas atrás por las calles de la Ciudad de México. Cambiando la bicicleta por un automóvil, recorre ciudades y ciudades de nuestro país cosechando simpatías y avivando la llama esperanzadora de un mejor mañana.
Yo, por herencia, tiendo a pecar de optimista y por ello estoy convencido que podemos vencer a Morena en 2024.
Los mexicanos no somos temerosos ya al cambio. Aunque es cierto que durante decenios permanecimos en un peligroso letargo por la dominación del PRI postrevolucionario, llegó el momento en que las nuevas generaciones nos hartamos de tantos abusos y tantas corruptelas. Fue entonces que, por desgracia o por ingenuidad, optamos por un PAN desprovisto de la ideología de sus fundadores y nos encontramos con la desagradable sorpresa de que los panistas gobernantes no eran tan distintos a los priistas de antaño. Y luego votamos por un candidato que supuestamente representaba a un nuevo PRI, pero que venía equipado con las mismas triquiñuelas de la peor versión de ese instituto político. Posteriormente nos encontramos con la penosa realidad de que lo único que nos faltaba por probar era a un partido de reciente creación y que había sido refugio de antiguos militantes perredistas y de pillos expulsados por otras organizaciones: Morena.
Es cierto que la realidad que nos ha ofrecido López puede llevarnos al estrés por ver destruidas de pronto, tras el arranque caprichoso de ese solo hombre, instituciones para las que se invirtieron lustros y lustros en ser construidas por verdaderos amantes de nuestro México.
Y justo ahora, cuando advertimos con ansiedad que nuestro futuro puede ser comparable al presente de naciones latinoamericanas que en el pasado cayeron en los encantos de crueles dictadores vestidos con piel de oveja, es momento, de nuevo, para virar el timón y optar por algo que no conocíamos pero que ya se planta ante nuestros ojos: una candidata ciudadana que como millones de mexicanos no milita en ningún partido político, y que es respaldada por tres fuerzas disímbolas pero que ahora se unieron en la urgente necesidad salvar a México.
Al igual que los mosqueteros de Dumas - “¡Uno para todos y todos para uno!” -, PAN, PRI y PRD se aliaron a una mujer que representa a la perfecta candidata: infancia marcada por las carencias características de muchos niños que tienen por ascendencia inmediata a las sangres indígena, por padre, y mestiza, por madre. Xóchitl hubo que superarse por motu propio a esa infancia llena de limitaciones y se preparó en la UNAM hasta convertirse en la exitosa empresaria que es hoy. Posteriormente ingresó en la política como jefa delegacional de Miguel Hidalgo y su trabajo levantó ámpula en todos aquellos que buscaban violar los reglamentos de su delegación. Después debutó como senadora y todos conocemos lo incendiario de su discurso y su actuar cuando se trata de defender alguna injusticia. Es así que, convertida en una gran patriota, busca enfrentarse con éxito a otra candidata con un historial diametralmente opuesto al de ella.
López Obrador hará hasta lo imposible para que su Morena gane esta elección, pues de ello depende su proyectada transformación de presidente en dictador. Él sabe perfectamente que si Xóchitl triunfa, su transformación en realidad será de presidente a presidiario. Por eso nuestra candidata ha sido tan atacada, pues ya sabemos que las fieras atacan más violentamente cuando se planta ante éstas una amenaza.
Por eso corren en estos días tantos temores, y por ello los millones de mexicanos que estamos inconformes con el régimen actual debemos unirnos a la voz de ya a Xóchitl y respaldarla en esta elección de vida o muerte para nuestra libertad, para nuestra democracia, para nuestra Constitución y, sin ser melodramático, para nuestro México.
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