Madre, ideas para el control y la diosa Eingana
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La madre recibe el juicio y el peso de la prevalencia o no de la familia y de una buena crianza de la prole. El padre, por regla general, está libre de este juicio
La madre, esa figura mítica que fue considerada diosa en distintas visiones relacionadas con la religión y la mitología, quien bien podía dar a luz o arrancar cabezas y matar a su descendencia, ha sido atravesada en la contemporaneidad por la acumulación de un todo moral y laboral. ¿A qué me refiero? Si algo sale bien en la familia nuclear es logro de la madre, pero si hay cuentas deficientes, también es su responsabilidad.
La madre es una figura a la que, paradójicamente, se le niega el placer sexual: esa parte no existe, se cubre. Es más, que sea asexual porque esto es un problema para las mentes desviadas. Mejor que se vuelva como una virgen a la que nadie debe tocar. Luego se le violenta; algunas familias, en sus celebraciones a la madre en México, terminan con personas alcoholizadas que agreden a la madre o arman un zafarrancho. Qué decir de la comida, que generalmente debe ser preparada por ella, y de la ristra de platos sucios. Pero es símbolo de amor, esa abnegación inculcada para cumplir con todo.
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En nuestro país, la madre recibe el juicio y el peso de la prevalencia o no de la familia y de una buena crianza de la prole. El padre, por regla general, está libre de este juicio; incluso puede abandonar a la familia, tener otra más y seguir reproduciendo este patrón, pero, para su fortuna, el ojo del legado machista, inoculado en hombres y mujeres, lo salva.
La madre recibe la adoración o el desprecio por igual. Cosa común es el descalificativo a la madre que, además de criar, trabaja, porque finalmente ella es la que tiene que tener ojos en la espalda, más de dos pares de manos y un cuerpo que no se canse al llegar a casa para continuar con la doble jornada.
Es la madre quien se hace cargo, también por regla general, de buscar a sus hijos desaparecidos. Qué complejo es este tema, madres incomodando a las autoridades al buscar a sus hijos, y también madres buscando el derecho al aborto. Sobre todo esto último, es una mancha hablar en el Día de las Madres de las madres que han abortado. Y quienes se atreven a hablar de ello ante hombres, reciben un sermón sin sotana, más si a quien tienen enfrente es a un hombre católico que se otorga el derecho de normar un cuerpo que no es el suyo.
Hay una frase feminista que ilustra este camino hermoso de ser madre, pero también doloroso y oscuro a veces, cuando existe una soledad ante una tarea monumental: “La maternidad será deseada o no será”. Sin embargo, hay numerosos ojos sobre las mujeres, todos rectores; la Iglesia reclama un pedazo: el qué creer, el cómo vestir y cómo educar.
Igual el marco legislativo heteropatriarcal se impone sobre los cuerpos femeninos. Y es claro el juicio social popular: la mujer se embarazó porque quiso o se embarazó “engañando” al hombre para poder retenerlo. Discrepo: el hombre, teniendo autonomía y capacidad de agencia, sobre todo capacidad comprensiva mínima de los procesos biológicos, podría cuidar lo que produce, aquí es donde debería estar el foco de atención. Si no está listo para engendrar, si no busca embarazar a una mujer, podría emplear todos los medios posibles para retener lo que sale de su cuerpo y evitar que llegue al cuerpo de la mujer. Economía pura: que cada quien cuide lo que produce.
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Ahora vuelvo al campo de los mitos. Hay uno impresionante por distinto para nuestra mirada latina, lo cuentan los nativos australianos, es sobre la Madre Eingana, creadora del mundo, de animales todos −entre ellos, los canguros−, por supuesto, del agua, ya que es una enorme diosa serpiente que aún vive en el tiempo del ensueño, despertando ocasionalmente para crear más vida. No tiene vagina, todo esto creció en su interior causándole una enorme tortura, por lo que el dios Barraiya, al verla sufrir, le clavó una lanza para que la vida pudiera nacer. Eingana también es la madre de la muerte: sostiene un cordón umbilical místico que va a cada una de las criaturas, y cuando lo suelta, esa forma de vida muere. Si Eingana muriera, todo dejaría de existir.
El vocablo “madre” proviene del latín mater, que significa “matriz” o bien, “la que produce”. Se relaciona con la palabra mamma, que significa “pecho o teta”. El vocablo español “mamá” procede del latín mamma, que derivó primero en el francés como maman.