Manolo y su toma de protesta en un clima de esperanza rabiosa: la crónica
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Son las 11 con 45 minutos del pasado sábado 11 de marzo. Estoy en el Centro de Convenciones de Torreón. Una marejada roja de 3 mil 500 militantes priistas de los 38 municipios de Coahuila levanta altas olas de porras con alegre tambora y rojos globos de forma irregular.
En un proscenio, estaban sentados los integrantes del Consejo Estatal priista que actuaba como caja de resonancia a la efervescencia de la militancia tricolor.
Ese día, a pesar del estado agónico del PRI nacional, por sus longevos 94 años y su incapacidad neuronal para cambiar de manera sustantiva a lo largo de su vida, el clima en el Centro de Convenciones estaba teñido de una esperanza rabiosa, abrazada, sin duda a dos preguntas cruciales: ¿era el momento de lucidez agónica antes de la muerte del PRI nacional? O, cada una de las almas tricolores ahí reunidas, sentían al PRI Coahuila, a Manolo Jiménez y a Miguel Riquelme como delgados hilos de plata que trenzarían una eventual refundación del PRI nacional bajo un clima incierto, complejo y adverso.
Ahí estaban todos, “los Alistas” y “los no Alistas”. Sin distinción estaban sentados en el presidium con los consejeros estatales, gobernadores, senadores, diputados federales y representantes de los sectores del PRI nacional. Había, inclusive, varios que sólo salieron de su cámara hiperbárica que atenúa las arrugas y los signos de envejecimiento para decir presente en el evento. Un ejemplo: Ismael Hernández Deras, senador y líder de la CNC. La notable ausencia de dos enemigos entre sí, Miguel Osorio y Rubén Moreira, hizo brillar a un priista indispensable: Manlio Fabio Beltrones.
En eso, llegó Manolo; eran las 12:15 horas, y las olas de la marejada priista crecieron en volumen y decibeles. Entre selfies, abrazos, apapachos y parabienes, Manolo logró subir al presidium 25 minutos después.
Detrás de él iba Román Cepeda, alcalde de Torreón, quien vestía una camisa más naranja que roja: ¿estaba deslavada o era un guiño para Movimiento Ciudadano en 2024 y 2029? Caminaba Román detrás de Manolo con rostro angustiado: ¿qué le preocupaba a Román? ¿No haber sido el candidato a la gubernatura? ¿No saber sí le cumplirán su deseo de reelegirse en 2024, por haber roto, una y otra vez, la lealtad y la disciplina con Riquelme y su candidato, Manolo Jiménez? O quizá Román, y esto es lo más seguro, sólo estaba enfadado porque sus botas boleadas por él mismo, desde temprana hora estaban siendo pisoteadas, sin piedad, por la marejada priista. ¿O habrá sido qué su cabello estaba ligeramente despeinado porque el gel Moco de Gorila se había declarado incompetente ante los abrazos de sus admiradoras priistas, rendidas como Fernanda Familiar a “sus ojazos, su guapura y su galanura”?
El discurso de “Alito” pasó sin pena ni gloria. Sin mirar a los ojos de los “no Alistas” ahí presentes –como Claudia Ruiz Massieu y Manlio Fabio Beltrones– reconoció su presencia. Y hasta ahí llegó su participación. El resto, fueron gritos de un porrista preparatoriano, que evidenciaban más su pánico por la debilidad de su posición y el frágil futuro de su partido para salvar su propio pellejo. Pero, nada más.
Manolo, por su parte, con su carisma y su discurso, sacó adelante el evento. Y demostró su capacidad para generar certeza y esperanza entre los priistas coahuilenses y los del país. Por ello, las olas priistas alcanzaron una dimensión huracanada en el Centro de Convenciones de Torreón.
Un Manolo fresco, sencillo, resuelto e inteligente sentó con la militancia priista un acuerdo de trabajo arduo para ganar las elecciones desde una amplia alianza ciudadana. Para luego, construir juntos la esperanza y la certidumbre del mejor futuro posible que Coahuila necesita en este momento.
Un Riquelme serio y, en ocasiones distante, pensaba, para sí mismo: “No me equivoqué con Manolo. Continuará y mejorará mi legado. Impulsará un recambio generacional en el Gobierno y meterá de lleno a Coahuila en el siglo 21. Juntos, seguro, haremos cosas importantes por el bien de nuestro partido, de Coahuila y del país”. Mientras Riquelme imaginaba eso, el aplausómetro lo abrazaba con Manolo, en el mismo lugar. El evento terminaba. Eran las 13 horas con 10 minutos.
Nota: el autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
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Encuesta Vanguardia
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