¡Marcelo, date cuenta! El síndrome del excanciller maltratado
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Existe un patrón de signos y síntomas que revelan que una persona está siendo física y psicológicamente abusada por su pareja.
Esta situación se da por desgracia con mayor frecuencia de hombres hacia mujeres, es por ello que se le conoce como “síndrome de la mujer maltratada”, aunque no se limita a este esquema, ni a la pareja tradicional. En cualquier relación puede darse una dinámica nociva que alcance niveles tóxicos e incluso peligrosos para la vida de los involucrados.
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Estos temas deben ser discutidos y analizados con la debida seriedad en los espacios apropiados. No aquí.
Yo sólo quería hacer mención de ese gravísimo problema porque, por más que le doy vueltas, lo único que concluyo luego del anuncio de Marcelo Ebrard, de que se quedará al lado de quien tanto daño le hace deliberadamente, sometiéndose al escarnio de las murmuraciones y la siempre embarazosa conmiseración ajena, es que en la relación excanciller-Cuarta Transformación hay una innegable víctima de maltrato y es él.
Es muy difícil salir del círculo de la violencia y de allí que, quienes atestiguan la recurrencia con que una víctima cae en las mentiras y promesas del manipulador, largan con facilidad denuestos en contra de quien aparentemente no tiene la voluntad de romper el ciclo pernicioso.
“¡Es un pendejo (pendeja, pendeje)!”.
Pero los expertos nos advierten que hay muchas formas de coaccionar la voluntad y obligar a alguien a hacer algo en contra de su instinto e inteligencia.
Y si un agresor utiliza el dinero, el sexo, la autoestima (además de las amenazas) en contra de su víctima, me pregunto: ¿Qué habrán utilizado para doblegar lo que quedaba de la ya de por sí descolorida personalidad de Chelo?
Seguramente el presente régimen (como cualquier otro) tiene una carpeta de cada uno de sus integrantes para ser utilizada en caso de que alguno pierda los estribos, se ponga sabroso y quiera rebelarse.
Y claro, sería una pena para el Gobierno de Andrés Manuel “durmiendo con el enemigo” López Obrador tener que hacer un linchamiento público de quien fuera uno de sus hijos predilectos (entendiendo por predilecto como “uno de sus elementos más útiles”, ya que bajo el mando de López Abusador no hay más consentido que él mismo; el valor de los demás está en función de cuán útiles le resultan o con qué tanto entusiasmo lo defiende, exalta y vitorea).
Pero sin duda que habría sido bochornoso tener que quemar a uno de los miembros más destacados de la familia morenista, que de no haber más remedio júrenlo que Chelo ya sería carnitas; aunque dicha condición sería −me temo− mucho más digna que la actual.
Pero parece que entendió por las buenas y Chelo decidió tragarse toda la producción nacional de camote antes que armar una escenita que le diera “a esos buitres de la prensa algo con qué cebar su enfermiza animadversión al proyecto transformador”.
Vaya usted a saber qué tan fuerte le estaban apretando la mano y qué tan hondo le estaban clavando las uñas ahora que, cogidito de la mano de Morena y de la coordinadora de la Defensa de la Cuarta Transformación, Marcelo posó para el retrato de la familia feliz, del partido que es ejemplo de unidad, concordia y democracia.
Aunque, según los estudios del síndrome de la pareja maltratada, también se le pudo convencer a Ebrard Casaubón como se convence a las víctimas después de un episodio especialmente violento: Con toda clase de desagravios, con promesas de que todo va a mejorar en lo subsecuente, con ofrendas y regalos, demostraciones de afecto y todo eso que los expertos llaman “arrepentimiento amoroso” o “luna de miel”.
Y sí, adivinó, es ese periodo en el que el malviviente anda muy mansito, pues sabe que la regó feo, que lo pueden abandonar o peor, que puede ir a dar con sus huesos al tambo. Así que prometerá lo que haya que prometer para volver a ganarse la confianza de su víctima.
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Quizás así ocurrió con el extitular de la Secretaría de Relaciones Exteriores y Entuertos Internacionales. Quizás le dieron champú de cariño diciéndole lo valioso que es para el movimiento; le ofrecieron la cabeza de algunos operadores de Morena presuntos responsables de las irregularidades en el proceso (siendo que la primera irregularidad es la gestión de la propia Claudia Sheinbaum como jefa del Gobierno de la CDMX) y le doraron la píldora con que ahora sí, a la que sigue, ¡por esta!, “chinguesumadrelqueseraje”, de veras, de veras, de verititititas; que se muera Mario Delgado si no... “te toca en el 2030”.
Haya sido con lujo de violencia o haya sido con el agridulce néctar del cortejo del abusador, lo cierto es que Marcelo perdió su oportunidad para siempre.
No sólo permitió que le perdieran el respeto que le quedaba, sino que se lo faltó a sí mismo y, al agacharse, traicionó a cuantos se la estaban jugando a brazo partido con su causa.
La gente no perdona estas tibiezas y quienes veían en él a un líder jamás volverán percibirlo sino como un pelele que se bajó los pantalones para ofrendárselas a la portadora del “Bastón de ‘Mamando’” y al mero, mero “máster of muppets”
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Y aquellos que consideraban que algo de presidenciable había en la madera de Ebrard, ya desecharon tal idea dado su paupérrimo desempeño político electoral interno, del que sale tan achicado, tan ultrajado, tan anulado que es imposible imaginarlo lidiando con éxito un problema nacional.
Querido Chelo, busque ayuda. Hay muchas instituciones públicas y profesionales que podrían ayudarle a recuperar algo de lo perdido. De la Presidencia olvídese, pero quizás si trabaja en usted y rompe este ciclo de violencia, recupere algo de su dignidad y autoestima.