México, ¿de qué independencia hablamos?

Opinión
/ 15 septiembre 2024

Este domingo tenemos la tradición de dar el conocido como “Grito de Independencia” en recuerdo de aquel llamado del cura Hidalgo a la insurrección frente a los abusos de los conquistadores. Posteriormente, vendría oficialmente la independencia.

Sin embargo, a 214 años de aquel grito que dio inicio al movimiento de Independencia, me cuestiono qué tan independientes somos en muchos aspectos y muchas áreas de la vida diaria, política, social y económica.

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Lo digo porque me pregunto cuál independencia cuando en varias ciudades del país se decidió cancelar la ceremonia de El Grito por asuntos de violencia. En diversos territorios del país, como Culiacán, Sinaloa; Galeana, Nuevo León o 12 municipios de Chiapas, se oficializó la cancelación de la ceremonia por temas de seguridad.

¿Un país, estado o municipio puede presumir de independencia cuando está cooptado por el crimen organizado al grado de no poder realizar actividades diarias? El control de muchos territorios debe cuestionarnos realmente qué tan libres somos en muchas ciudades.

Otro punto que me hace cuestionarme de qué independencia hablamos, es la aprobación de la reforma al Poder Judicial.

En México, la posibilidad de que jueces, ministros y magistrados sean elegidos mediante el voto popular, elegidos previamente por un grupo en el poder, debe preocuparnos porque representan riesgos a la independencia de un poder y por consecuencia la adecuada administración de justicia.

En una democracia, la autonomía de los jueces es un pilar fundamental que garantiza el equilibrio de poderes y protege los derechos de la ciudadanía frente a abusos del Estado. Alterar esta autonomía puede tener efectos adversos que impacten profundamente el Estado de derecho en el país. Y la ausencia de Estado de derecho es la ausencia de libertades.

Otro punto es la posible desaparición o debilitamiento de organismos autónomos, como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), el cual supone no sólo una pérdida de independencia, sino también un retroceso en materia de transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información.

Una de las principales razones por las cuales se crean organismos autónomos es para mantener ciertos aspectos clave del gobierno fuera del alcance del control político directo. Estos organismos funcionan como contrapesos necesarios para evitar la concentración del poder en un sólo actor o instancia del gobierno. Eliminar su autonomía y subordinarlos al Poder Ejecutivo centraliza más el poder en manos del gobierno en turno, lo que puede llevar a una erosión de los principios democráticos que garantizan la rendición de cuentas y la vigilancia ciudadana sobre el gobierno.

AL TIRO

Finalmente, un problema que arrastramos en el país es el famoso sistema de partidos. Uno de los principales problemas de la partidocracia es que centraliza el poder en manos de unos pocos partidos, que a su vez concentran el poder en un grupo reducido de personas que deciden el rumbo de cada instituto político, llámese presidente del partido o gobernador o alcalde.

Esto crea un escenario donde las decisiones políticas responden más a las necesidades e intereses de los partidos que a los de la ciudadanía. Ejemplos sobran. Esta dinámica fomenta una concentración de poder que limita el pluralismo.

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Los partidos mayoritarios se protegen entre sí mediante pactos implícitos o explícitos. Véase el “Acuerdo Coahuila”.

Los partidos en México, o mejor dicho, el grupo de poder dentro de cada partido, controla las candidaturas y listas de representación. Esa concentración en cúpulas pequeñas hace cuestionarnos: ¿cuál independencia?

¡Feliz Grito de Independencia!

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