La realidad de las inundaciones en La Laguna: Lluvias ‘atípicas’ con problemas típicos
Se trata de lluvias “atípicas”, suelen decir los gobernantes para justificar los destrozos, estragos y consecuencias que traen consigo las precipitaciones torrenciales. ¿Pero hasta qué punto se vuelve “típico” algo que por muchos años se acostumbró a ser “atípico”?
Es cierto que hay temporadas en las que llueve más de lo habitual, o más que el promedio, o que llueve mucho en un corto periodo. Pero esto no sucede en los últimos cinco años, sino que es una constante que cada determinado tiempo va a llover a un nivel que va a generar estragos. El problema es que a pesar de que existen registros y antecedentes, nada se ha hecho en La Laguna para prevenir el azote de las lluvias.
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El calificativo de “atípico” a las lluvias parece una salida fácil para esconder la falta de acciones para prevenir un desastre frente a un fenómeno meteorológico como este. El calificativo de “atípico” es típico entre los políticos para justificar las típicas afectaciones que generan las lluvias.
¿Por qué si desde hace años se ha hablado de la necesidad de obras de drenaje pluvial, nadie se atreve a hacerlo?
El diagnóstico existe desde hace muchos años, pero nadie se atreve a hacerlo porque invertir en este tipo de infraestructura no le reditúa al político. No aparece en fotos ni tiene un lugar donde poner su placa. El político necesita el puente, la estatua inservible, el paso a desnivel que no se necesita, pero que todos ven que está haciendo; necesita remozar por enésima vez un centro sin ningún impacto significativo, necesita “corregir” lo que hizo su antecesor porque él sí sabe lo que hace, necesita la obra de relumbrón para decir que su administración sí invierte. Necesita proyectos que pueda terminar en tres o seis años porque no tienen visión de mediano ni largo plazo.
Necesita la adjudicación de lo que empezó, necesita levantarse un cuello de algo que hizo con recursos del pueblo. Meterse al subsuelo no es prioritario porque no se ve, no hay dónde poner una placa ni cómo tomarse la foto. Porque seguramente, si se apuesta por ello, no habrá dinero para hacer los proyectos donde sí corta listones; porque en mucho tiempo, quizá, no haya otra obra que caminar o de la que se tenga que hablar para aparecer en los medios. Porque el político tiene que hacer las cosas rápidas porque piensa en su carrera política y no en el futuro de la ciudad. No lo hace porque tampoco hay un Congreso o un Cabildo que sean un verdadero contrapeso. Tampoco hay institutos de planeación que puedan ser vinculantes y las cámaras empresariales están al servicio del contrato.
AL TIRO
En una zona como La Laguna, donde existen problemas fuertes de abatimiento del acuífero Principal, el agua que cae en esta temporada suele desperdiciarse de una manera que hasta parece criminal. Grandes anegaciones, lagunas o ríos se forman sobre las avenidas y bulevares por la falta de infraestructura. Y como si se tratara de una tragicomedia, la gente hasta saca sus lanchas o llantas inflables para pasearse como si estuviera en la presa o en el mar. Se trata de reírse de la tragedia.
El desperdicio de esta lluvia es un reflejo de la mala gestión del agua que sucede en muchas esferas del ciclo. Es reflejo de la falta de voluntad y de visión de los gobernantes. Es reflejo de que es mejor ser reactivos para decir que los servidores públicos atendieron la contingencia, que apostarle a un plan, a una prevención.
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Cada vez más, pues, se vuelve típico usar el calificativo “atípico” para obviar las obligaciones de quienes pidieron el voto popular. Porque, además, no puede ser “atípico” para quien ya ha perdido su patrimonio dos o tres veces; no puede ser “atípico” ver los coches averiados una y otra vez, las casas inundadas, las calles intransitables, los baches o socavones.
En una semana, posiblemente, ya no lloverá. Y no se hablará más de las afectaciones, estragos y problemas, aunque al gobierno le cueste la reparación de todos los daños. Pero no importa, pasará lo más difícil. Al contrario, seguirá la parte asistencial que disfrutan los políticos: la despensa que llevan, los hules que regalan, los apoyos por daños.
Y entonces sí, habrá que ir a la Plaza Mayor y dar el Grito de Independencia, y cantar las canciones de Los Dos Carnales y Julio Preciado.