México, un oasis de horror

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Tenemos la obligación moral de que el ‘oasis de horror’ no se transforme en el ‘desierto de aburrimiento’; de no acostumbrarnos a las imágenes siniestras a pesar de ser postales de la cotidianidad del país
En su proyecto de prefacio para la segunda edición de “Las Flores del Mal”, Charles Baudelaire (1821-1867), escéptico de que el progreso material y técnico de la humanidad estuviera acompañado del desarrollo moral y civilizatorio, reflexionó sobre el mal humano a través de la figura del diablo:
“...resulta más difícil amar a Dios que creer en él. Por el contrario, para la gente de este siglo, es más difícil creer en el Diablo que amarlo. Todo el mundo lo siente y nadie cree en él. Sublime sutileza del Diablo” (Trad. Martínez Sarrión, A. en Alianza Editorial).
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En un país mayoritariamente creyente −de acuerdo con el último censo del Inegi (2020), el 78.6 por ciento de la población se consideraba católica y el 7.9 por ciento practicaba alguna forma de cristianismo evangélico−, la frase del poeta maldito resuena con ecos macabros. Tan sólo esta semana, las tétricas imágenes de los narcocampos de exterminio en Jalisco y Tamaulipas, así como los restos óseos de al menos cinco personas encontrados en el domicilio de un colaborador del exgobernador Cuauhtémoc Blanco, azotaron a la nación. Quién sabe cuántos más de estos lúgubres espacios permanecen ocultos.
La inutilidad −o indiferencia e incluso colusión en muchos casos− de los distintos gobiernos, tanto federales como locales, presentes y pasados, ha provocado que, al pasar los años, la crisis de violencia en el país no sólo no cambie, sino que empeore. En el 2004, la obra magna del escritor Roberto Bolaño, “2666”, llegó a las librerías de manera póstuma. En esta, cuya extensión es cercana a las mil 100 páginas, dedica más de 350 a retratar de manera cruda y con precisión forense los crímenes −en su mayor parte feminicidios− ocurridos en Ciudad Juárez durante la década de los noventa y principios de los 2000.
Para abrir su obra, Bolaño toma prestado de Baudelaire el siguiente verso: “un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”. El verso, descontextualizándolo del París decimonónico y adaptándolo al México contemporáneo, se tiñe del rojo carmesí fruto de la violencia del narcotráfico y la inacción de las autoridades −presentes y pasadas−.
Como mexicanos, tenemos la obligación moral de que el “oasis de horror” no se transforme en el “desierto de aburrimiento”; de no acostumbrarnos a las imágenes siniestras a pesar de ser postales de la cotidianidad del país. Tenemos el deber de seguir exigiendo a las autoridades seguridad y justicia para las víctimas.
Dentro de los objetos que se encontraron en el campo de exterminio del Rancho Izaguirre en Teuchitlán, destacó la carta que el joven Eduardo Lerma Nito, de 21 años y oriundo de Cortazar, Guanajuato, dejó a su novia. Eduardo, en donde sea que estés, te dedico estas palabras que también tomo prestadas de Baudelaire:
En su celda, el poeta, harapiento y enfermo,
teniendo un manuscrito bajo su pie convulso,
contempla con mirada inundada de pánico
la escalera de vértigo donde su alma se abisma.
*
Las risas enervantes que pueblan la prisión,
arrastran su razón a lo absurdo y lo extraño;
la Duda lo rodea y el ridículo Miedo,
odioso y multiforme, circula en torno de él.
*
Este genio encerrado en un antro malsano,
esas muecas y gritos, espectros cuyo enjambre
amotinado gira detrás de sus oídos,
el soñador a quien el horror despertara,
tal es tu emblema, Alma de tenebrosos sueños,
que ahoga la Realidad entre sus cuatro muros.
X: @areopago480
Correo electrónico: areopago480@gmail.com