Mienten las autoridades: Cohen y el asesino del casco azul

Opinión
/ 16 octubre 2025

El engaño sobre la captura del asesino material, ocultando que hubo un tirador principal que huyó, desvía el foco del crimen, que fue mejor preparado de lo que se suponía inicialmente

La fiscal de la Ciudad de México, Bertha Alcalde, dijo que había una investigación “muy a fondo” para determinar quiénes son los asesinos intelectuales del abogado David Cohen, ejecutado el martes a la salida del Tribunal Superior de Justicia, cuyo responsable material fue detenido “inmediatamente después del ataque”. La fiscal Alcalde mintió. También el gobierno de la Ciudad de México, y dada la centralización de la política de seguridad pública en el país, se puede presumir que en el mismo barco está el gabinete de Seguridad federal avalando la versión de Alcalde, en lo que parece un audaz encubrimiento del crimen.

Es falso que hayan capturado al asesino material. Héctor Hernández Escartín, el joven de 18 años a quien detuvieron como el asesino material, no lo es; lo que sí, es cómplice del sicario que ejecutó a Cohen. Es mentira que los asesinos se hayan aproximado en una motocicleta, también es un engaño, como se hizo trascender a la prensa, que uno de los escoltas del abogado, identificado como Enrique Díaz –que trabaja para la empresa Kauil Group–, no lo defendió porque se había adelantado a abrirle la puerta de su camioneta.

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Esta columna tuvo acceso a dos videos del asesinato pasadas las cuatro de la tarde: el primero muestra uno de los segundos en que ocurre el homicidio, tomado por una cámara en la entrada principal del Tribunal Superior de Justicia, sobre la avenida Niños Héroes; el otro, corresponde al momento de la fuga y la captura de Hernández Escartín, tomado por otra cámara del mismo inmueble, sobre la avenida Doctor Casimiro Liceaga. En total, son 15 segundos que registraron todos los pormenores del asesinato.

El asesino material y Hernández Escartín no llegaron en una motocicleta. La única motocicleta que aparece en el video, cuando lo ejecutan, está estacionada sin tripulante alguno, frente a las escalinatas del Tribunal, por donde se ve a Cohen bajando la escalinata, aparentemente leyendo de su celular o texteando. Los asesinos estaban esperando al abogado, sentados en una de las dos enormes jardineras frente a la puerta principal del Tribunal y a la estatua de José María Morelos, como se llama el edificio.

Cuando Cohen caminaba a su costado izquierdo y empezó a bajar la escalinata, una persona alta, fornida, vestida de oscuro –pants con franja blanca en los costados de las piernas, chamarra aparentemente negra y un casco de motocicleta de color azul– se levantó, caminó unos tres pasos con la pistola lista y le disparó. En el video se aprecia perfectamente cuando el cuerpo de Cohen comenzaba a colapsar. El sicario disparó sin dudar con mano firme, sin que la pistola martillara.

Hernández Escartín, quien estaba sentado a la izquierda del asesino del casco azul y más próximo a la escalinata, se levantó cuando vio que avanzaba unos pasos y sacó la pistola, una Smith & Wesson de 9 milímetros nueva. No se aprecia con claridad si disparó, aunque se puede presumir que así fue. Cohen caminaba solo; ninguno de sus dos guardaespaldas lo acompañaba, ni el escolta Díaz fue a abrirle la puerta de la camioneta, que no pudo estacionar enfrente de la escalinata porque estaba ahí la motocicleta.

Cuando se desplomó Cohen, el asesino del casco azul corrió por detrás de las dos enormes jardineras hacia la calle lateral del Tribunal, Doctor Casimiro Liceaga, mientras que Hernández Escartín, un poco atropellado en sus movimientos, lo siguió. El momento del crimen fue atestiguado por al menos cuatro personas: dos estaban sentadas al pie de la estatua y otras dos en una de las grandes jardineras, enfrente de donde estaban los asesinos, que al escuchar los disparos corrieron a resguardarse.

En la imagen de esa cámara se ve a una persona de traje oscuro que va detrás de Hernández Escartín, aparentemente con el brazo en posición de tiro. La imagen de la cámara sobre Doctor Casimiro Liceaga muestra al asesino del casco azul corriendo rápidamente, mientras que Hernández Escartín, mucho más lento, es alcanzado por una bala que lo hace trastabillar y estrellar parte de su cuerpo contra otra de las grandes jardineras que rodean al Tribunal, hasta donde lo alcanza el policía de investigación identificado como Víctor Manuel Velázquez, en camisa blanca, quien lo amaga. El joven no supo qué hacer. Su cuerpo se dobló ligeramente –en una reacción natural cuando se siente que se va a recibir un impacto– y no presentó resistencia cuando lo detuvo el agente de la Fiscalía.

La imagen de esa cámara registró que, en esos segundos de la captura de Hernández Escartín, el asesino del casco azul corrió casi hasta la esquina de Doctor Lucio, atrás del Tribunal, en donde se pierde. No se puede apreciar si se mantuvo corriendo otras dos cuadras hasta la avenida Cuauhtémoc, giró hacia su derecha, rumbo a la avenida Chapultepec, o a la izquierda, en dirección del Centro Médico. El escape del asesino principal debió haber quedado registrado en otros videos, de las cámaras de varias oficinas gubernamentales cercanas, de la Ciudad de México y de la Fiscalía General de la República.

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Los dos videos demuestran la falsedad de las declaraciones de la fiscal Alcalde y del encubrimiento que comenzó desde las primeras horas del crimen del abogado civilista, un matiz muy importante que tendría que ser parte de la investigación. El asesinato de un abogado civilista es raro; los asesinatos de abogados se focalizan en los penalistas. Esta línea de investigación llevaría a una hipótesis de crimen político –sin descartar ninguna otra hipótesis–, pero eso no va a suceder.

Haber informado que los asesinos llegaron en una motocicleta, sin aclarar nada –la que estaba estacionada frente a las escalinatas pudo haber sido su medio de transporte–, desvió el imaginario colectivo a un homicidio relacionado con el crimen organizado. Mentir que tenían al asesino material, ocultando que hubo un tirador principal que huyó, desvía también el foco del crimen, que fue mejor preparado de lo que se suponía inicialmente, con un Plan A y un Plan B, con un sicario experto, cuyos autores intelectuales contrataron para no dejar un ataque de este calado a un joven que podía haber fallado, usado por todos, como el chivo expiatorio.

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