Mirador 01/10/2025
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Los instintos son parte de nuestra naturaleza. Quien no acata los dictados de esa sabia señora atenta contra su propio ser y se expone a males graves
¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, cuando eras apenas un cachorro y pasamos junto al estanque de la huerta? Te lanzaste al agua y nadaste por él de un lado a otro, como si siempre en tu vida –o en otras vidas– hubieras nadado. No te enseñó ningún maestro, y sin embargo fuiste desde niño un consumado nadador.
El instinto no necesita escuelas, Terry, y el tuyo era el de los perros que se llaman “de aguas”. Por ese mismo instinto aullabas quedamente ante la luna llena, heredero de tu remoto antepasado, el lobo montaraz.
Tampoco necesitaste escuela cuando tuviste novia. Sin vacilar hiciste lo que debías hacer, y al paso del tiempo fuiste orgulloso padre de varias camadas de hijos. Numerosa descendencia tuya debe andar por ahí.
Permíteme caer en la insana tentación de filosofar, mi Terry, para decir que los instintos son parte de nuestra naturaleza. Quien no acata los dictados de esa sabia señora atenta contra su propio ser y se expone a males graves. Tú la obedeciste siempre, Terry. Eras perro. Nosotros la desobedecemos con frecuencia. Somos solamente pobres seres humanos.
¡Hasta mañana!...