Mirador 03/10/2023

Opinión
/ 3 octubre 2023

El otoño se siente ya en el rancho del Potrero. Amarillean las hojas de los árboles, y por la noche baja del alto monte llamado Coahuilón un airecillo traicionero que, dicen los antiguos, no apaga una vela, pero sí mata un cristiano.

En la casa morada la sobremesa después de la cena se acorta por estos días. “Afuera está la pulmonía”, sentencia don Abundio, quien tiene dispuesta ya la frezada de lana en que se envolverá al salir.

Su mujer, doña Rosa, relata uno de los hechos de su esposo.

-Hubo palenque de gallos en la Villa –cuenta– y Abundio y su compadre Nino –Maximino– se pusieron de acuerdo para hacer una trácala. Llevaron al gallo del corral a que peleara, y a escondidas le apostaron todo su dinero en contra. Y resultó que el gallo del rancho le ganó al de pelea. Lo perdieron todo; regresaron con una mano atrás y otra delante.

Don Abundio se molesta por la relación. Masculla:

-Vieja habladora.

Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:

-Por ésta.

¡Hasta mañana!...

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