Mirador 10/04/2024
El rey Cleto le ordenó a San Virila que hiciera un milagro para su diversión y la de sus cortesanos.
El frailecito le indicó que él no hacía los milagros. Era el Señor quien los hacía; él era sólo su instrumento.
El monarca no hizo caso y repitió su orden: quería un milagro. San Virila le dijo:
-Entonces te mostraré uno de los milagros hechos por Nuestro Señor. Y le mostró una hormiga.
El soberano se burló:
-¡Menudo milagro es ése! ¡Una hormiga!
Instantes después la hormiga empezó a picarle a Cleto en el lugar de la parte posterior donde le dolía más. Por más esfuerzos que el rey hacía para librarse de ella, la hormiga le seguía picando ahí.
-¡Quítamela! –le suplicó a San Virila.
Respondió él:
-Me pediste un milagro y lo hice. El otro tendrás que pedírselo a la hormiga.
¡Hasta mañana!...