Mirador 12/12/2025
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Mi peregrinación –en estos momentos la estoy haciendo– es espiritual. Evoco a la amada eterna: cuando novios rezamos juntos los 46 rosarios, 46 ocasiones para estar con ella
Mi fe vacila, como ante el viento la flama de una vela.
Sin embargo, nunca he dejado de ser guadalupano. Escucho todavía la bendición de mi abuela, mamá Lata –doña Liberata–, cuando me despedía de ella al ir de viaje:
–La Virgen de Guadalupe te cubra con su manto.
En otros tiempos –todos los tiempos ya son otros tiempos– solía hacer cada año mi peregrinación unipersonal al Santuario de la Morenita. En Saltillo iba de la Catedral al bello templo gótico de la Señora. En Monterrey caminaba desde la alameda hasta la basílica de Guadalupe, cuya moderna arquitectura evoca el trazo del Cerro de la Silla.
Ahora mi peregrinación –en estos momentos la estoy haciendo– es espiritual. Evoco a la amada eterna: cuando novios rezamos juntos los 46 rosarios, 46 ocasiones para estar con ella.
Mi fe vacila, pero brilla con mayor luz ante la Guadalupana.
“Buenos días, paloma blanca, hoy te vengo a saludar...”.
¡Hasta mañana!...