La importancia del talento migrante en los Nobel de EE. UU.

Internacional
/ 11 diciembre 2025

La larga historia de proezas científicas de Estados Unidos, ejemplificada por los nobeles, contribuyó a crear varias empresas valuadas en billones de dólares en Silicon Valley

Por William J. Broad

Creció en una familia de refugiados palestinos en Jordania. En su casa de una sola habitación, donde vivían ocho hermanos, sus padres y unas vacas, no había electricidad ni agua corriente. Cuando era pequeño, le llamó la atención una imagen de bloques de construcción atómicos en un libro de texto. A los 15 años, su padre, que era carnicero, lo envió a estudiar a Estados Unidos.

Omar Yaghi, de 60 años, ahora es un profesor de la Universidad de California en Berkeley, y el miércoles recibió el Premio Nobel de Química en Estocolmo.

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La historia de Yaghi no es inusual. De los seis estadounidenses galardonados con un Nobel de ciencia este año, tres nacieron fuera de Estados Unidos. En lo que va de este siglo, la proporción de migrantes que se encuentran entre los nobeles estadounidenses de física, química y medicina asciende ya al 40 por ciento.

La larga historia de proezas científicas de Estados Unidos, ejemplificada por los nobeles, contribuyó a crear varias empresas valuadas en billones de dólares en Silicon Valley, así como la economía más dinámica del mundo y su abundancia de beneficios sociales, afirman los economistas.

Algunos expertos advierten que las políticas del gobierno de Donald Trump han puesto esa bonanza en riesgo. Al poner a “Estados Unidos primero”, dicen, una era de prosperidad estadounidense podría llegar a su fin a medida que se agota el flujo de migrantes legales, estudiantes extranjeros e investigadores visitantes.

Yaghi también expresó esa preocupación antes de volar a Estocolmo. Las políticas de Trump, dijo en una entrevista, ponen en peligro el ecosistema estadounidense de excelencia científica.

“Creo que es lamentable”, dijo. “En la civilización humana, hemos aprendido una y otra vez que los académicos pueden moverse a través de las fronteras. Así es como se extendió el conocimiento, y como vastas regiones del mundo salieron de la pobreza”.

Las políticas de Trump deben verse “en ese contexto”, añadió Yaghi. “Tenemos que saber que las personas que proceden de entornos distintos mejoran el nivel de todos los implicados. Es una historia asombrosa. Los grandes pensadores pueden mejorar no solo Estados Unidos, sino el mundo”.

En un comunicado, Abigail Jackson, portavoz de la Casa Blanca, dijo que el gobierno “seguirá defendiendo sin disculpas a los trabajadores estadounidenses por encima de los trabajadores extranjeros”.

“Manos y mentes estadounidenses construyeron nuestro gran país y convirtieron a Estados Unidos en la superpotencia dominante que es hoy”, añadió Jackson. “El pueblo estadounidense es capaz de cualquier cosa que se proponga, y el gobierno de Trump está comprometido a crear sin descanso oportunidades para que los estadounidenses prosperen”.

En contraste, Lisa Gilman, directora del Instituto de Investigación sobre Inmigración de la Universidad George Mason, describió el enfoque de “Estados Unidos primero” como un camino hacia el deterioro nacional. “Estas políticas literalmente bloquean el flujo de talento”, dijo. “Si esto continúa, vamos a perder nuestra posición como líder mundial en ciencia e innovación”.

Una de las políticas de Trump, destinada a estimular la contratación de trabajadores estadounidenses, ha impuesto una elevada tarifa nueva a los visados utilizados para traer investigadores extranjeros. Otra política ha intensificado el escrutinio de los estudiantes extranjeros, creando un laberinto de obstáculos nuevos. La medida más radical es la ofensiva general del gobierno contra la migración, que incluye obstáculos para obtener la tarjeta de residencia y la ciudadanía. El resultado general es un enfriamiento profundo, que quizá se siente con mayor fuerza por aquellos que tienen habilidades que se pueden llevar a otro país.

Durante la mayor parte de un siglo, el vigor y la apertura tradicionales del país lo convirtieron en un imán para migrantes que en algún momento de sus carreras —a menudo décadas después de su llegada— recibieron premios Nobel.

Katalin Kariko, nacida en Hungría en 1955, creció en una casa pequeña sin agua corriente, refrigerador ni televisor. Motivada por su curiosidad por la ciencia, estudió mucho y a los veintitantos años se mudó a Estados Unidos. Pasó décadas sin encontrar un empleo fijo en el mundo académico, pero trabajó en sus márgenes.

En 2005, Kariko y Drew Weissman hicieron un descubrimiento que, aunque se había pasado por alto durante mucho tiempo, resultó ser un potente contragolpe para los virus mortales. Su hallazgo dio lugar a una de las vacunas más eficaces contra la covid, que salvó millones de vidas. En 2023 obtuvieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.

La atracción magnética de Estados Unidos ha captado no solo a individuos, sino también a grupos de investigadores que en repetidas ocasiones contribuyeron a acelerar el ritmo de los descubrimientos científicos en campos emergentes y posteriormente recibieron Premios Nobel.

Los migrantes hicieron avanzar la era de los semiconductores, impulsando el crecimiento explosivo de industrias nuevas y produciendo la deslumbrante variedad de dispositivos que hoy definen el mundo de la tecnología.

Destacan cuatro migrantes: Leo Esaki, de Japón, galardonado en 1973; Ivar Giaever, de Noruega, galardonado en 1973; Herbert Kroemer, de Alemania, galardonado en 2000; y Willard S. Boyle, de Canadá, galardonado en 2009. Todos ellos trabajaban en Estados Unidos cuando se les concedió el Premio Nobel.

Estos pensadores arrojaron luz sobre la mecánica cuántica, las leyes que rigen el reino subatómico. Descubrieron que unas partículas diminutas conocidas como electrones podían saltar de un material a otro, que capas de materiales distintos podían mejorar la orientación de dichos saltos y que los semiconductores podían detectar partículas de luz. Este último avance condujo no solo a las cámaras digitales para consumidores, sino a detectores supersensibles para satélites espía y telescopios espaciales.

Como ingredientes básicos de la vida moderna, los chips no solo enriquecieron a Silicon Valley, sino también industrias más apartadas: los diminutos circuitos se incorporaron a coches, aviones, celulares, juguetes, televisores, videojuegos, dispositivos médicos y una sorprendente gama de productos. A escala mundial, los expertos calculan las ganancias en billones de dólares y millones de empleos.

La brillante idea de Yaghi era de naturaleza más abstracta; sin embargo, al igual que las de otros galardonados, evocó visiones de usos comerciales entre científicos y empresas.

Su hazaña consistió en aprender a ensamblar bloques de construcción moleculares en estructuras cuyos laberintos de superficies internas cubren áreas extensas; las mayores de cualquier sustancia conocida. Sus estructuras porosas actúan como esponjas que absorben, almacenan y liberan fácilmente gases y vapores.

Yaghi y su equipo crearon marcos metalorgánicos (MOF, por su sigla en inglés). Están hechos de átomos metálicos y pueden contener moléculas orgánicas asociadas a la vida.

Sus estructuras pueden obtener agua del aire del desierto, por ejemplo. En 2018, los estudiantes de Yaghi probaron una versión de un sistema de captación de agua que utilizaba un MOF en el desierto de Mojave, en California, produciendo casi tres tazas de agua pura y potable al día. El dispositivo está a punto de comercializarse.

En una entrevista, Yaghi dijo que se inspiró en los apuros que pasaba para conseguir agua para su familia durante su infancia en Ammán, Jordania. Las tuberías municipales se llenaban de agua durante unas horas cada semana o dos. Su descubrimiento, agregó, muestra de manera más general cómo las experiencias de vida provenientes de entornos diversos y adversos pueden impulsar los avances científicos.

“Ese descubrimiento no se habría producido si yo no hubiera tenido esos antecedentes”, dijo Yaghi. “La mezcla de talentos nos ayuda a resolver grandes problemas”.

Este año compartieron el Premio Nobel de Física John Martinis y dos migrantes estadounidenses: Michel Devoret, de Francia, y John Clarke, de Inglaterra. Se considera que sus experimentos de hace 40 años hicieron avanzar los campos emergentes de la criptografía cuántica, las computadoras cuánticas y los sensores cuánticos.

Los funcionarios del gobierno de Trump sostienen que la ciencia en Estados Unidos puede sobresalir sin migrantes. En una entrevista realizada en mayo en Newsmax, un canal de cable de derecha, el vicepresidente JD Vance rechazó la necesidad de “importar una clase extranjera de servidores y profesores”, y calificó las medidas tomadas por el gobierno contra los visados de estudiantes extranjeros como “una oportunidad para que los ciudadanos estadounidenses prosperen de verdad”.

Dos días después, Stephen Miller, artífice de la política migratoria del gobierno de Trump, argumentó en una publicación en las redes sociales que una época de baja migración estadounidense a mediados del siglo XX coincidió con un “dominio científico mundial incuestionable”.

En una entrevista realizada en junio, profundizó en su afirmación, describiendo el logro como algo basado en “nuestra propia genialidad”. Luego suavizó su postura, añadiendo que, “por supuesto”, el país tuvo que abrir los brazos a personas con “conocimientos especializados”.

Los historiadores no están de acuerdo con su caracterización de “nuestra propia genialidad”. Señalan, por ejemplo, que una oleada de migrantes contribuyó al avance de la era nuclear. Al menos cinco recibieron el Premio Nobel mientras trabajaban en instituciones estadounidenses.

Felix Bloch, procedente de Suiza, fue galardonado en 1952; Emilio Segrè, procedente de Italia, fue galardonado en 1959; Maria Goeppert Mayer, procedente de Alemania, fue galardonada en 1963; Eugene Wigner, procedente de Hungría, fue galardonado en 1963; y Hans Bethe, procedente de Alemania, fue galardonado en 1967.

Los migrantes arrojaron luz sobre la estructura interna del núcleo, sus fuerzas, sus reactividades y las nuevas formas de aprovechar sus enormes energías.

“Este tipo de cosas son un regalo, y no algo que debamos dar por sentado”, dijo Doug Rand, funcionario de los gobiernos de Obama y Biden, quien ahora dirige un fondo filantrópico que ayuda a migrantes a encontrar trabajo. “Deberíamos hacer que las cosas sean más fáciles, no más difíciles”.

Yaghi dijo que el intento del gobierno de Trump de cerrar el flujo de talento era “muy desafortunado”, advirtiendo que podría perjudicar la capacidad de atracción del país en un mundo de rivales emergentes como China, con su sector tecnológico en pleno auge.

“Los científicos deberían ser una inversión en el futuro de un país”, dijo. “Si perdemos terreno, habrá otros que nos adelantarán”.

William J. Broad ha reportado sobre ciencia en el Times desde 1983. Vive en Nueva York.

c. 2025 The New York Times Company

The New York Times es un periódico publicado en la ciudad de Nueva York y cuyo editor es Arthur Gregg Sulzberger, que se distribuye en los Estados Unidos y muchos otros países. Desde su primer Premio Pulitzer, en 1851, hasta 2018, el periódico lo ha ganado 125 veces.​

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