Moditos de besar

Opinión
/ 2 septiembre 2024

Estar en Guanajuato capital es estar en la leyenda, como estuve yo hace unos días. Abajo de cada piedra hay una leyenda. Y piedras tiene muchas Guanajuato. Es ciudad de mineros, por más que haya dado a México personajes que practicaron otras locuras diferentes, como la del arte o el toreo. Jorge Negrete fue nacido en Guanajuato, y también Juan Silveti.

Las leyendas son aquí una parte del patrimonio popular. En otras partes la gente vive de la pesca, de la madera o del carbón. En Guanajuato la gente vive de las leyendas. Cada dueño de casa es propietario de la suya.

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-Mi tía Flor se enamoró de un estudiante. En vacaciones el muchacho fue a su tierra, y allá murió en una riña de palenque. Mi tía Flor se marchitó. Al paso de los años se le nubló la mente. Cuando la estudiantina pasaba por nuestra calle ella salía y acercaba un farol al rostro de los muchachos, a ver si hallaba entre ellos aquel antiguo amor.

Y el mesero de Casa Valadez:

-Una vez que salí ya de madrugada oí música de orquesta ahí, en el Teatro Juárez, y vi salir un caballero y una dama como de tiempos de don Porfirio. A nadie le he contado esto más que a usted, porque otros me tirarían a loco, pero de veras que los vi.

Al día siguiente llega uno a ese restorán, y al pasar entre las mesas alcanza oír al mismo camarero:

-... y vi salir a un caballero y una dama como de tiempos de don Porfirio. A nadie le he contado esto más que a usted, porque otros me tirarían a loco, pero de veras que los vi.

Estoy en Guanajuato, pues. Hay que ir al Callejón del Beso. Si vas ahí y no le das un beso a la mujer amada en el tercer escalón −en el tercer escalón del callejón, quiero decir, no en el tercer escalón de la mujer amada− sufrirás tres años de mala suerte. Llego, y hay una niña relatando a un grupo de turistas la leyenda del Callejón del Beso, seguramente la más popular leyenda entre las mil leyendas que hay aquí. (Hasta El Pípila es una leyenda, según afirman los historiadores serios).

La niñita no tiene más de 7 años. Con voz monótona de escolar que recita la lección narra el triste suceso que al callejón dio fama:

-La hija de un hombre rico se enamoró de un minero pobre. Todas las noches hablaban los dos de balcón a balcón. El papá de la muchacha le dijo que si la veía otra vez con el minero pobre la iba a matar. Ella no le creyó, porque era hija única. Pero una noche que estaba en el balcón, su padre le clavó un cuchillo en la espalda. El minero pobre, al ver que ella se estaba muriendo, le dio un beso en la mano. Por eso se llama el Callejón del Beso.

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Hace una pausa la chiquilla para tomar aire y luego continúa:

-Ahora les voy a decir las clases de besos que hay.

Y empieza, con igual tono cantarín, a enumerar:

-Beso de palomita, con los piquitos juntos... Beso de sacristán, con la lengua hasta la campanilla...

Los besos van subiendo de color ante el regocijo de la gente que la oye:

-Beso de turista, con las manos en las petacas.

Y remata la pequeña:

-Y beso de jaula, con el pajarito adentro.

Los turistas sueltan la carcajada. Y ríe también la niña, jubilosa, sin saber por qué la gente ríe tanto. Su rostro tiene la inocencia de uno de los ángeles que viven en el altar del templo de La Compañía.

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