Mozart, Orff y los goliardos: crónica de una inusitada jornada musical
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La actividad musical que hubo en nuestra ciudad en los meses otoñales de octubre y noviembre fue de una efervescencia inusitada. Al menos yo no recuerdo una temporada tan intensa en los últimos años. La calidad y la envergadura de las producciones hablan de un extraordinario trabajo de logística, diseño, producción y ensayos intensivos que resultaron en una variada serie de puestas en escena de muy loable manufactura.
Toda esta actividad tuvo la respuesta entusiasta de un público que ha aquilatado en buena medida las actuaciones de las agrupaciones y compañías que han llegado a enriquecer el panorama musical de nuestra ciudad. Juzgue usted, amable lector, que no exagero en estos juicios al mencionar y ponderar que la conjunción de épocas, estilos, formas, agrupaciones, ensambles, etc., amén de los escenarios ubicados en diferentes puntos de nuestra ciudad, ofrecieron una variadísima muestra de obras musicales para todos los gustos y exigencias: música medieval y renacentista interpretada en instrumentos de la época (Festival Ágape); obras de cuatro centurias compuestas para el órgano (Catedral de Santiago); puestas en escena de dos de las óperas más emblemáticas de Mozart (Compañía de Ópera de Saltillo y solistas, Orquesta Filarmónica del Desierto; Compañía Ópera de México, Ópera de Coahuila); obras sinfónicas de dos grandes compositores del romanticismo musical tardío (Wagner y Bruckner, con la OFD); asómbrese: obras compuestas por músicos de nuestra localidad (maestros de la Escuela Superior de Música de la UAdeC), en una promisoria serie de sesiones en las que se estarían presentando obras originales e inéditas; lo loable de esta novedad es que al fin podremos disfrutar de composiciones musicales tanto como apreciamos una exposición de obra pictórica en una galería o la presentación de un libro recién publicado.
Cada una de estas presentaciones merece un acucioso comentario, pero el espacio es limitado, por lo que mencionaré solamente un par de ellas por lo encomiable de sus propuestas. Valga otro apunte, que la mayoría de estas presentaciones se realizaron con conjuntos, músicos e intérpretes de nuestra ciudad. Un indicativo maravilloso de que la cultura musical en nuestra ciudad apuntala un presente que costó mucho esfuerzo, trabajo y dedicación y que ahora, finalmente, empieza a madurar.
Andreas Liess, el biógrafo de Carl Orff, nos cuenta que después del estreno de Carmina Burana, el compositor le solicitó a su editor: “Puedes eliminar todo lo que escribí anteriormente y que por desgracia has publicado. Con Carmina Burana, se inician mis ´obras completas´”. Esto dijo uno de los compositores más conservadores, asombrosos y radicales de la Alemania de principios del siglo pasado.
Su estilo drástico pero sencillo se oponía, sin duda alguna, a la complejidad de Wagner, de Strauss, de Reger, de Schoenberg y de su exacto contemporáneo, Hindemith. La monumental e intimidante Carmina Burana obtuvo el elogio mundial de la crítica y de los públicos conservadores, así como el desdén de los “vanguardistas”. Compuesta entre 1935 y 1936, estrenada el 8 de junio de1837, Orff reúne en esta cantata escénica (que no ópera, como muchas veces se le denomina erróneamente) una serie de canciones descubiertas en el monasterio Benediktbeueren en 1936, las canciones goliardas datan del siglo XIII. Esta monumental obra coral la presentó la Compañía de Ópera de Saltillo y la Orquesta Filarmónica del Desierto en el magno escenario del Teatro de la Ciudad “Fernando Soler”. Lo notable de esta propuesta es que por primera vez se presenta en Saltillo con artistas, coro y orquesta locales. La crítica musical la dejamos para una segunda puesta en escena y ponderar el avance en los imbricados aspectos de la interpretación. Esta versión saltillense culminó con creces las actividades musicales el año feneciente.
Mozart poseyó una de las mentes más brillantes, emancipadas y originales de que se tenga memoria. Se sabe que desde los 3 años ya componía minuetos en el clavecín y a los 6 ya componía con una solvencia desusada. En su joven madurez abordó el escabroso arte de la ópera con inmediato éxito. En numerosas cartas a su padre, Leopoldo Mozart, le confiesa su inclinación y deseo animoso para abordar este género. Entre una fragorosa y febril actividad creativa, Mozart se entrega a la composición operística. Una de ellas, La flauta mágica, la escribe y estrena en 1791, justo en el año de su muerte. De nueva cuenta, la magnífica puesta en escena de esta ópera fue de la Compañía de Ópera de Saltillo y la Orquesta Filarmónica del Desierto. Unas semanas antes, estas agrupaciones nos deleitaron con unas inolvidables interpretaciones del Requiem de Mozart y el Stabat Mater de Pergolesi.
CODA
Votos para que esta desusada jornada musical de fin de año se replique durante todo el venidero 2024. Mientras tanto, les deseo una feliz navidad.