Muchos huevos

Opinión
/ 13 marzo 2024

El filólogo francés Pierre Ferran recogió en su libro “Les O” cinco expresiones mexicanas, y las explica.

“Andar pisando huevos”. Significa obrar con extremada precaución.

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“Cuesta un huevo”. Expresa que algo es muy caro o muy difícil.

“Decir el huevo y quien lo puso”. Es cantarle sus verdades a alguien.

“Hacer algo a huevo”. Quiere decir hacer algo a la fuerza.

“¡A huevo!”, interjección popular empleada para denotar la obligatoriedad de realizar una acción.

Mil y un voquibles más tenemos los mexicanos en que aparecen el huevo y su pareja con su equívoca significación testicular. También los franceses tienen lo suyo. Hay un moralizador proverbio galo donde la palabra “oeuf”, huevo, rima con “beuf”, buey. Dice ese refrán: “El que roba un huevo roba un buey”. Es decir que quien obra mal en las cosas pequeñas también obrará mal en las grandes.

Fabergé, ahora un nombre célebre en artes de perfumería, se hizo famoso fabricando huevos de Pascua de prodigiosa belleza para el Zar de todas las Rusias. Los hacía de oro y plata con añadidura de piedras preciosas, y les ponía música, o trucos ingeniosos de movimiento que causaban sorpresa y regocijo. Joyas de colección, en la actualidad un huevo de Fabergé cuesta uno del que lo paga.

Las señoras de antes remendaban los calcetines usando un huevo de madera fina, pulido y fragante. A las gallinas se les ponían huevos de yeso para incitarlas a empollar otros de verdad. Los americanos, que se la pasan haciendo experimentos, acaban de concluir uno muy interesante: puestos dos grupos de huevos en dos incubadoras colocadas en lugares alejados entre sí, en una se tocaba música mientras los huevos se incubaban, en la otra no. Cuando nacieron los pollitos se pusieron juntos y revueltos los de las dos incubadoras, y luego se les tocó la música. Los pollitos de la incubadora que había tenido música se congregaron junto a la bocina; los otros no. Sacaron por conclusión los experimentadores algo que se sabía ya: si una señora embarazada escucha música clásica cerca de la fuente de sonido, su hijo adquirirá el gusto por la buena música desde antes de nacer.

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Ahora recuerdo una anécdota. A cierto pedagogo una señora embarazada le preguntó a qué edad debería comenzar a educar a su hijo cuando naciera éste. Le preguntó el educador:

-¿Cuánto tiempo tiene usted de embarazo, señora?

-Seis meses −respondió ella.

-Pues ya lleva usted perdido medio año −le dijo el sapientísimo señor.

Significa eso que la educación de un niño debe empezar desde el principio, ab ovo, o sea desde el huevo.

A huevo.

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