Mudan los escenarios; queda la esencia
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En la serie española “Cuéntame cómo Pasó”, del director Miguel Ángel Bernardeau, transmitida en varias temporadas por dos décadas, sufre muchas modificaciones San Genaro, el barrio en el que se desarrolla el escenario principal de la trama de una familia española Alcántara que transitó del periodo dominado por el dictador Francisco Franco a la democracia. Ocurre lo contrario en la serie norteamericana “La Casita de la Pradera”, conocida en México como “Los Pioneros”: la familia Ingalls se establece en una comunidad alrededor de 1870 y atraviesa por muchas vicisitudes para poder permanecer en el pueblo elegido, Walnut Grove.
En ambas, las familias experimentan muchos cambios: los personajes se van haciendo mayores, la familia crece, la situación externa influye en sus vidas. Pero llama la atención cómo en una, a lo largo del tiempo, se transforma el entorno y en la otra no.
Bien se dice que cuando un visitante llega a una ciudad encuentra cosas en ella que le harán una experiencia única y especial, y a su encuentro en un segundo o tercer viaje las cosas serán diferentes: no se topa uno con la misma ciudad. Varían las personas con las
que tiene encuentro en uno y otro viaje, pero puede variar y mucho el ambiente por las construcciones con que en una primera visita se encuentra y distintas a su regreso.
A esto se han referido Ángeles González Gamio, quien ha realizado una espléndida crónica de la Ciudad de México, y Héctor de Mauleón. Ambos fueron llevados de la mano por familiares muy cercanos a conocer la ciudad, a pisar el suelo de México y a conocer y entender sus maravillas. El arqueólogo Manuel Gamio, abuelo de Ángeles. También fue el caso de Mauleón, llevado de la mano de su propio abuelo. Ambos han consignado lo que vieron un día siendo niños y lo que ahora está frente a sus ojos. Este ejercicio de los dos historiadores es singular e interesante, pues a ellos los puso de frente con aquellas construcciones ya idas de sus mayores y que lograron consignar en sus recuerdos al tiempo de hacerlo para nosotros.
Sus trabajos son de enorme interés para el estudio del pasado. Esas enseñanzas recibidas de historiadores que entrañablemente amaron a su ciudad son ahora motivo de trabajos que llegan a nosotros para mostrarnos barrios y sitios de México que desaparecieron ya, pero que formaron parte de una sociedad en su momento donde fungieron como protagonistas históricos: capillas o iglesias, plazas, restaurantes, comercios.
Así, en nuestra ciudad en fechas recientes cada vez se ha extendido el número de personas interesadas en las construcciones habidas en Saltillo y cómo se ha ido transformando el entorno; de la población con apenas algunos autos a la urbe con problemas viales debido al incremento de habitantes y vehículos.
Es importante guardar en la memoria lo que hubo y lo que hay, con el propósito de respetar espacios que dicen del pasado de la ciudad, de sus hechos, de su nobleza de carácter, de su efigie. Cuando de la noche a la mañana aparecen construcciones derribadas, la voz popular se levanta. ¿Hasta cuándo es posible mantenerlas? ¿Quién se hace cargo de ello? Que sea importante tener claro cómo preservar lo que sea posible sin que constituya riesgos para los habitantes. Tener en cuenta el valor histórico de las edificaciones.
Sin duda, los escenarios son cambiantes, como se ve que ocurre en la serie española en mención en las primeras líneas de este trabajo, pero lo ideal es que sea conservando la esencia de la población, su espíritu, y continúen vigentes las cualidades que la definen. Si un visitante llega por segunda o tercera ocasión, quizá encuentre novedades, pero que encuentre definitivamente el alma de la población que conoció por primera vez.