#Narcopresidente: La polarización, el negocio del odio en redes
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Para Pilar Gonzalbo, una gran historiadora del Colmex
Como falta evidencia que sustente la etiqueta de #narcopresidente, ubiquémosla en el arte mexicano de la difamación en la política.
Si uno revisa las elecciones presidenciales de este siglo, Vicente Fox ridiculizó a Francisco Labastida y animalizó al PRI en el 2000, Felipe Calderón difamó a Andrés Manuel López Obrador en el 2006 y a partir de febrero de 2019 el actual presidente ha soltado acusaciones o afirmaciones que carecen de sustento fáctico.
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El impacto de la etiqueta hizo reaccionar a la 4T que presentó un escrito ante el árbitro electoral para exigirle que investigue la estrategia de golpeteo en redes sociales y acusó a la candidata opositora de gastarse un millón de dólares a la semana en el acoso. En tanto llega la reacción del INE contextualizo el tema.
Desde hace años, diversas instituciones civiles y académicas estudiamos las redes sociales y su contribución a la “polarización”, término que engloba la guerra cultural planetaria. En el Laboratorio sobre Odio y Concordia de El Colegio de México decidimos abordar el tema con estudios de caso concretos que generan conocimiento y permiten hacer recomendaciones a los actores.
Una de las áreas estudiadas es la polarización electoral. En la investigación sobre los comicios para gobernadora del Edomex en el 2023, el equipo de matemáticos encabezado por Enrique Miranda propuso una combinación de métodos estadísticos que permitió identificar, con un margen razonable de certidumbre, las cuentas robotizadas o “bots” tan comunes en X (antes Twitter).
Los métodos permitieron establecer que las dos candidatas, Delfina Gómez de Morena y Alejandra del Moral de la alianza opositora, tenían ejércitos de alrededor de 100 mil “bots” listos para lanzarse a revolcar o encumbrar reputaciones. Lo notable de ese episodio fue que los “bots” nunca salieron a combatir porque, al parecer, hubo un acuerdo privado entre Andrés Manuel López Obrador y el entonces gobernador Alfredo del Mazo. El resultado fue una elección sin insultos ni descalificaciones entre las aspirantes.
La experiencia del Edomex confirma dos hipótesis de sentido común. La primera es que en las redes operan mercenarios digitales que, a cambio de una cuota fijada por el mercado, atacan o elogian a quien sea, aprovechándose de la anarquía imperante en el ciberespacio. La segunda, que las frases hirientes y las descalificaciones a personas fluyen o se frenan por la decisión de quienes pagan las facturas. El negocio del odio.
La polarización en redes se enmarca en una violencia que invade todos los espacios. Me detengo en uno particularmente nocivo para nuestra democracia. En este siglo, el pacto entre criminales y políticos está arrasando con liderazgos locales. En las últimas semanas se ha insistido en los medios de comunicación sobre las ejecuciones de candidatos a cargos locales que alcanzarán su punto más álgido durante marzo, el mes en que terminan los registros de los candidatos locales. Eso pasó en los comicios de 2021, es posible que se replique este año.
Un fenómeno paralelo ha sido la ejecución de ambientalistas, periodistas, buscadoras, defensores de derechos humanos, sacerdotes, diáconos y dirigentes de pueblos originarios. Hay una sangría constante de los cuadros sobre los cuales se construye tejido social local que se favorece por el desinterés de los partidos y la ineficacia de las fiscalías. Ante eso, una coalición de organizaciones cívicas y académicas estamos creando un consorcio que estudiará la ola de asesinatos y el papel que juegan las redes sociales. El objetivo es poder anticipar los atentados para salvar vidas.
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En la elección presidencial hay dos finalistas que deberían llegar a algún acuerdo para reducir el odio durante la campaña que inicia el próximo viernes. Es deseable, pero improbable que lo hagan porque los partidarios de ambas están montados en un rencor añejo que adquirió nueva forma en las mañaneras.
El asunto trasciende la polarización en etiquetas que circulan por las redes. El origen último de la violencia está en el viejo pacto de impunidad entre criminales, funcionarios y empresarios. Y existe evidencia de que el pacto mantuvo su vigencia durante este sexenio.
Colaboró Adrián Fix