Navegar el Estigia; la travesía de los niños migrantes
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En la mitología griega, el Estigia era una laguna, un espacio que dividía el mundo de los vivos y los muertos; el umbral hacia lo desconocido, un viaje sin retorno hacia el inframundo, el Hades. Pero atravesar ese umbral hacía necesario encontrarse con un oscuro personaje que, en su barca, debía conducirte a través de esa laguna infernal atravesando la frontera de los vivos y los muertos con la esperanza de un tiempo mejor, aunque eso era imposible saberlo. Ese personaje era Caronte, un viejo inmisericorde que se encargaba de cobrar por sus servicios a las almas que intentaban cruzar hacia la otra orilla. El precio que debían pagar las almas era un óbolo o moneda, y aquellos que no podían pagar estaban condenados a vagar de un lado a otro sin descanso durante 100 años hasta que Caronte finalmente consentía a cruzarlos.
Aquellos que conseguían navegarlo debían someterse además al juicio de Radamantis, Minos y Éaco, antiguos reyes griegos quienes no se distinguían por su misericordia. La mayoría terminaba despojado de cualquier vestigio de su cuerpo y su conciencia. Unos cuantos, los menos, lograban llegar a los Campos Elíseos, el paraíso.
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Miles de años después, Dante Alighieri rescató esta leyenda y la utilizó en su “Divina Comedia”. Con un propósito religioso propio de la época, el florentino se refería a su obra como la posibilidad de sacar a aquellos que viven en esta vida en estado de miseria y llevarlos al estado de felicidad. Una especie de travesía semejante a cruzar el Estigia para al final encontrarse con el infierno es lo que todos los días deben hacer cientos, quizás miles de niños indocumentados que, arriesgando su vida, su integridad y su inocencia, intentar cruzar desde Centroamérica para llegar a Estados Unidos, su Hades y su Estigia personal que en todo caso inicia en Honduras, El Salvador y Guatemala, atravesando México y desiertos calcinantes como el de Coahuila, para concluir con el río Bravo, donde tantas veces encuentran la muerte última.
Durante todo el trayecto las condiciones de viaje son francamente infrahumanas, pues van sin alimentos y sometidos a todo tipo de riesgos. Durante estas últimas semanas, mientras nos angustiábamos viendo “La Casa de los Famosos VIP”, la crisis humanitaria estalló haciendo sonar las alarmas del Gobierno Mexicano, que insistía en hacer entender al de los Estados Unidos de América que estamos ante una tragedia de proporciones inimaginables.
De acuerdo con el diario español El País, tan sólo en el mes de agosto la Patrulla Fronteriza detuvo a 177 mil, un incremento de 77 por ciento comparado con junio, donde detuvieron 99 mil 539 migrantes. Pero el mes de abril marcó todo un hito y un récord vergonzoso, 183 mil personas fueron detenidas entre la frontera de México y los Estados Unidos, y es que fue abril el último mes donde estuvo vigente el Título 42, una norma que permitía a los migrantes cruzar sin consecuencias legales.
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Entre estas personas se incluyen a miles de niños que huyen de la violencia y la pobreza que les hace la vida imposible en sus países. Pero una vez que estos miles de niños llegan con Caronte no logran pagar su cuota por cruzar el Estigia y son deportados. Miles de ellos, alcanzan a ser trasladados a sus naciones por las autoridades migratorias de nuestro país; otros no corren con esa suerte y son reclutados por organizaciones criminales para que realicen tareas infames.
El Gobierno Mexicano e infinidad de organizaciones de defensa de derechos humanos han insistido en que esto sea considerado como un problema humanitario y no sólo migratorio o de seguridad nacional. Estamos ante un asunto humanitario urgente, algo que está desbordado, pues la mayoría de estos niños están viajando animados por sus padres que ya están viviendo en Estados Unidos. No podemos voltear la cara a esta brutal crisis humanitaria, no podemos permanecer neutrales. En nuestra propia dimensión todos debemos hacer algo. El propio Dante Alighieri dice que los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral. Este es una de esas crisis.