Nichelle Nichols. El primer beso
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Falleció a los 89 años, Nichelle (así, con N) Nichols, actriz, cantante y bailarina a quien probablemente no estaríamos hoy recordando ni dedicando estas líneas de no ser porque su carrera fue objeto de la peor pesadilla de un histrión: el encasillamiento.
Un papel único y recurrente estuvo asociado a su nombre y la acompañó hasta el final de sus días, el de la Teniente Uhura, Jefa de Comunicaciones de la Nave USS Enterprise, de la saga de culto Star Trek.
Nichols desde luego pertenece al elenco original de la serie de los años 60, que décadas más tarde derivaría en largometrajes, series animadas, incontables “spin off” y remakes. Sin embargo, todo comenzó como un modesto programa de entretenimiento clase B, de muy bajo presupuesto, en el que se suplían las estrecheces del “budget” con ingenio y buenos guiones.
La premisa que hoy nos parecería un producto genérico de Netflix, era sin embargo maravillosa para la época en que fue concebida: La Enterprise, una nave de la Federación Unida de Planetas, tiene la misión de recorrer regiones inexploradas del espacio en busca de civilizaciones y formas de vida desconocidas. Y la tripulación a bordo es un mosaico interracial y multicultural, pues entre sus miembros destacados se encuentran el Capitán James T. Kirk y el Doctor McCoy (gringos), Hikaru Sulu (de ascendencia japonesa), Montgomery Scott “Scotty” (escocés), Spock (mitad humano y mitad vulcano), Pavel Chekov (personaje “nacido” en Rusia y cuya inclusión en plena Guerra Fría ya hacía de Star Trek algo destacable) y desde luego la referida Teniente Nyota Uhura, cuyo nombre y apellido se derivan de las palabras “estrella” y “libertad” en suajili, una lengua que se habla en algunos países al este del continente africano.
Nichols era en efecto una hermosa mujer negra cuya ascendencia sería fácilmente rastreable en dicho continente en el cual se originó la especie humana.
Y todo ello nos parecerá hoy de lo más normal, pero le recuerdo que hablamos de los Estados Unidos en los años 60, nación que para entonces se resistía a reconocer la igualdad de derechos para todas las personas y en donde se consideraba (en un sector blanco y mayoritario) que el color de la piel es algo relevante y determina los privilegios y oportunidades de las personas.
Así que, desde su aparente candidez, Star Trek o Viaje a las Estrellas, ya estaba retando algunos preceptos muy arraigados en la sociedad de su tiempo. Pero, como ocurre en la mayoría de los casos, la gente que está haciendo historia no es consciente en su momento de la importancia o trascendencia de lo que está haciendo.
Para el final de la primera temporada, Nichols se había convertido en una celebridad instantánea que recibía más correo del que podía manejar, no obstante la actriz tenía otras metas y algunas ofertas como cantante y bailarina, así que presentó su renuncia al creador de la serie, Gene Roddenberry, quien le suplicó que lo pensara al menos durante un fin de semana.
Cuenta Nichols que ese fin de semana asistió a un evento de recaudación para la National Association for the Advancement of Colored People y en cierto momento le dijeron, “Señorita Nichols, alguien la quiere conocer... dice que es su más grande fan”.
“¡Claro!”, respondió la actriz y se encaminó segura de que le iban a presentar a algún joven aficionado del programa (algún chiflado “trekie” primera generación).
Nichols se encaminó y se topó de repente con esa cara universalmente conocida, ofreciéndole la más amplia sonrisa. Era el doctor Martin Luther King, quien ya era reconocido como el mayor activista por los derechos de los negros y la lucha contra el segregacionismo.
“Ese fan va a tener que esperar”, se dijo la Teniente: “Estoy frente a mi líder, al guía moral de mi gente y... hay prioridades”. Pero su emoción se transformó en enmudecimiento cuando King le dijo que él era su mayor fan y que de hecho, todos en su familia lo eran y que, junto con su esposa, era el único programa que permitían ver a sus hijos luego de la hora de dormir. King se dijo encantado por la dignidad que Nichols le había imprimido a su papel.
Cuando Nichols se repuso, le quiso confiar su intención de dejar la serie por otras ofertas de trabajo, el doctor King la interrumpió: “¡No puedes...!”.
Nichols no entendía la relevancia que el luchador de las minorías veía en su trabajo, pero éste le explicó: “Es la primera vez en televisión que somos representados de la manera en que deberíamos ser vistos, como personas inteligentes, capaces y hermosas, que podemos cantar y bailar, sí, pero que también podemos viajar al espacio”.
El doctor King siguió: “Gene Roddenberry abrió una puerta para que el mundo nos vea, si te vas esa puerta puede cerrarse, porque tu personaje no es un personaje (típicamente) negro, ni siquiera es un personaje de mujer. Es universal y podría ser reemplazado por cualquiera, incluso con un extraterrestre”.
Nichols, aun contra sus aspiraciones, entendió que tenía una misión mucho mayor que cumplir y se quedó, a costa de sus sueños.
Pero fue quizás el episodio 10 de la tercera temporada el que terminó de cimbrar los viejos atavismos racistas tan enraizados en la idiosincrasia conservadora norteamericana, protagonizando el primer beso entre un hombre blanco y una mujer negra en la historia de la televisión, junto a su coestelar, William Shatner como el Capitán Kirk.
La producción sufrió tomando este riesgo, pero al final decidieron hacer lo correcto, obedecer al guión, filmar la escena y dejarla en la edición final. Y cruzar los dedos porque gente estrecha que se escandaliza por un beso en una ficción interestelar la había entonces como la sigue habiendo al día de hoy.
Desde luego, percibo en aquel momento histórico de la televisión una actitud valiente, en el afán de representar al mundo cuán diverso es; mientras en el caso reciente, veo una patética estrategia de mercado que les salió por el recto, y no bastó para suplir las carencias del producto que nos entregaron. Empero, en ninguno de los dos casos deberíamos escandalizarnos por un acercamiento físico entre dos personajes de la ficción, como tampoco de la vida real.
¡Por ese memorable y valiente primer beso, gracias, Teniente Uhura! ¡Larga vida y Prosperidad!