Niños aburridos: evita solucionarlo con una pantalla

Opinión
/ 24 julio 2025

El aburrimiento no es un enemigo del aprendizaje, sino un aliado del pensamiento creativo y profundo; enseñar a nuestros hijos a tolerar y transformar el aburrimiento es un regalo

Cuando nosotros éramos pequeños, el aburrimiento era un propulsor que ponía en marcha la imaginación. Con tan sólo una caja vacía o unas piedras de la arena, no había mundo que no pudiéramos inventar. Recuerdo en mi niñez que pasaba horas en el patio de mi casa haciendo castillos, pistas de carros o campos de combate para mis soldados de plástico. Hoy en día, en cambio, para muchos niños el aburrimiento no es una oportunidad, sino una cuestión de emergencia que debe ser solucionado cogiendo inmediatamente una pantalla, un videojuego o una aplicación.

¿Qué le ocurre al cerebro cuando un niño se aburre? El aburrimiento activa áreas del cerebro, una red neuronal de suma importancia para las tareas creativas, la imaginación, el pensamiento profundo o introspectivo y la planificación futura. De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de York y publicado en Nature Reviews Neuroscience en el año 2015, esta red se activa cuando no hay estímulos externos para el cerebro, especialmente de pantallas.

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Las ideas más originales se crean en los momentos de aburrimiento. Pero si un niño no experimenta nunca situaciones sin estimulación, esta red cerebral no se activará y, por tanto, su cerebro se desarrolla como un órgano dependiente de cualquier estímulo proveniente del exterior. Es decir, se genera una estructura neural habituada a lo externo, no a lo interno.

¿Qué tiene que ver esto con la gratificación instantánea? Los dispositivos electrónicos –tabletas, celulares, videojuegos, redes sociales– sí estimulan el sistema dopaminérgico del cerebro, concretamente el núcleo accumbens, región vinculada a la recompensa o placer inmediato. Cada “me gusta”, cada color brillante, cada sonido, conduce a que se produzca una pequeña dosis de dopamina.

Esta situación, denominada “gratificación instantánea”, produce un patrón adictivo: el cerebro ya aprende a sentirse bien sin esfuerzo. Esto explica por qué cuando un niño se ve obligado a pasar la tortuosa tarde sin la compañía de las pantallas, su cerebro entra en un estado de pasividad. No sabe qué hacer porque no ha aprendido a autogenerar placer o interés independiente y del fondo de su interior.

Un estudio del Child Mind Institute, del año 2024 –“The Benefits of Boredom” (Beneficios del aburrimiento)–, advierte que los niños en situaciones de proyección de pantallas excesivas tienen menos tolerancia al aburrimiento, están menos capacitados para regularse y presentan menor flexibilidad cognitiva. Como enseñanza, si un niño dice “estoy aburrido”, lo que hacen los mayores es ofrecer la pantalla, es decir, lo que les están enseñando es: “no te esfuerces por pensar; yo te traeré la solución que a ti te estimule o motive”.

Sin querer, estamos anulando el músculo cerebral de la creatividad y de la resiliencia. No es que los niños de hoy necesiten más actividades, más juguetes o más cursos para aumentar capacidades. Lo que necesitan es aprender a estar con ellos mismos, a tolerar el vacío y a convertirlo en algo útil.

¿Qué podemos hacer como padres?

1. No solucionar su aburrimiento: En lugar de ofrecer un escape, puedes dejar que el niño piense que, a veces, el aburrimiento es el origen de algo genial. ¿Qué podrías inventar tú mismo?

2. Crea espacios sin pantallas, desterrando el miedo a una tarde sin tecnología en casa: Al principio puede ser incómodo, pero poco a poco se comienza a aceptar para favorecer la lectura, el juego simbólico o la socialización.

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3. Proporciona materiales simples: cartón, colores, tierra, agua o palitos para que el niño pueda crear nuevas ideas o escenarios con elementos al azar.

4. Hay que ser modelo del aburrimiento y creatividad: Si tú también disfrutas sin celular, leyendo, cocinando, pintando, pero también descansando, tu hijo/a aprende y valorará tanto lo que da entretenimiento como aquello que hay que construir.

5. Reconoce la incomodidad sin eliminarla: “Te entiendo, estás aburrido, pero tienes todo el tiempo del mundo para encontrar lo que es interesante por ti mismo/a”.

El aburrimiento no es un enemigo del aprendizaje, sino un aliado del pensamiento creativo y profundo; enseñar a nuestros hijos a tolerar y transformar el aburrimiento es un regalo para la salud emocional, la flexibilidad mental y la autonomía. No tengas miedo a que tu hijo/a se aburra; en ese momento de vacío puede estar haciendo nacer la próxima gran idea que va a salir de su cabeza... si le das la oportunidad.

Es licenciado en Educación con Maestría en Desarrollo Organizacional por la UdeM. Maestría en Psicopedagogía Clínica en España. Cuenta con doctorado en Currículum e Instrucción por la Universidad del Norte de Texas y estudios de Postrgrado en Educación, género, aprendizaje y cerebro en el programa de Velma Smichdt por la Universidad del Norte de Texas.

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