No reelección: Claudia sorprende
Para quienes nos habíamos opuesto a la reelección consecutiva de legisladores es una grata noticia que Claudia Sheinbaum reabra el debate sobre el tema. La ventaja de ahora es que existe evidencia suficiente para razonar la inconveniencia de la reelección, aunque será muy difícil porque, como se planteó en su momento, los encargados de revertirla son sus beneficiarios.
En el pasado hubo un interesante debate, la reelección se impuso a partir de varios razonamientos, algunos un tanto frágiles, como señalar que existía en gran parte del mundo democrático. No hay lógica en afirmar que algo es positivo porque todos lo hacen. Habría que considerar más bien que la reelección existe porque beneficia a quienes la aprueban.
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Los argumentos asociados a la reelección eran la profesionalización del legislador y su aproximación al ciudadano por la autonomía que ganaba respecto a la maquinaria partidista. La réplica, que un buen legislador no necesariamente es resultado de su continuidad en el cargo; existen casos de excelencia y es encomiable para el poder legislativo su reelección; sin embargo, la excepción −la calidad sobresaliente del legislador− no da para argumentar a favor de lo que es normal, parlamentarios con limitaciones elementales para el quehacer legislativo. La abrumadora mayoría participa marginalmente en el proceso de hacer y aprobar leyes. Su actuación se limita al voto en las comisiones dictaminadoras y en el pleno.
Por otra parte, mejorar la dimensión técnica del poder legislativo requiere no sólo de buenos legisladores, también de las unidades de apoyo. Las Cámaras han incrementado de manera significativa su presupuesto, no así el desarrollo de unidades técnicas al servicio de los diputados y Senadores. Este déficit es insoslayable.
La deficiencia e insuficiencia del legislador no se resuelven con la continuidad; al contrario, se frena la renovación y la posibilidad de que nuevos talentos accedan a la representación política, como se puede constar con las candidaturas actuales, hasta MC que invoca la nueva política, los lugares seguros son para la nomenclatura. Más aún, antes de la reelección consecutiva se advertía que los buenos legisladores continuaban al ser postulados para otro cargo legislativo. En cualquiera de los casos, la decisión es del partido, no de los ciudadanos, especialmente ahora que la reelección necesariamente tiene que ser por el mismo partido, una manera de sometimiento a la cúpula partidista. En otras palabras, en los resultados la reelección ha contribuido a la partidocracia, efecto contrario a quienes la promovieron y defendieron hace diez años.
En efecto, los legisladores no han mejorado ni son más representativos de la sociedad. Los sujetos del proceso electoral, desde la selección de candidatos, postulación y asignación de espacios para competir, son las dirigencias de partidos políticos, dominados todos por su verticalidad y la discrecionalidad de los dirigentes, incluso más ahora que en el pasado. Además, propio de un parlamento, es la cohesión de las fracciones parlamentarias que el partido postuló. Prácticamente en todo lugar y más en las democracias con sólida vida parlamentaria, los legisladores son representantes de partidos, no de ciudadanos.
La supuesta representación de ciudadanos en realidad es de votantes −que no es lo mismo−, y de los factores que inciden en la elección, como el dinero o el clientelismo. Esto genera condiciones de inequidad en la contienda y de corrupción de la representación. Ejemplo claro, el norteamericano. La abrumadora mayoría de quienes pretenden reelegirse lo logran especialmente por la desproporción en el financiamiento. El llamado incumbent tiene mayor capacidad para conseguirlo. De alguna manera debe considerarse el precedente de los llamados moches, una práctica corrupta donde el diputado condicionaba su disciplina a la obtención de obra pública en su territorio con el propósito de enriquecimiento personal. Los legisladores independientes no necesariamente son más próximos a los ciudadanos, y podría ocasionar el tráfico de influencia y la venalidad en el estrecho espacio de autonomía en la gestión del legislador.
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Deseable reabrir el debate sobre la reelección consecutiva. Claudia Sheinbaum sorprende con una propuesta fundamental, pero en el olvido. Es una reforma de gran calado, además de ser constitucional. La diversidad de asuntos a discusión y de impacto en el elector vuelven la reelección un tema por discutir en otra ocasión; independientemente las razones y conclusiones, difícil será revertirla precisamente porque sus beneficiarios tienen buena parte de la responsabilidad de hacerlo. De cualquier manera, el consenso y acuerdo político abren espacio para modificar, mejorar o revertir la institución de la reelección inmediata de legisladores.