No se olvida
COMPARTIR
TEMAS
“Los jóvenes de ahora no tienen voz y su única característica es la apatía por lo que sucede a su alrededor”. Así me dijo hace unos días un señor que participó activamente en el movimiento estudiantil del 68.
Cuando comenzó a recordar lo sucedido el 2 de octubre en Tlatelolco, inmediatamente robó mi atención. “Aquel movimiento fue algo hermoso. Miles de jóvenes nos unimos para luchar contra los abusos del Gobierno. Recuerdo aquel 2 de octubre cuando iba llegando a la Plaza de las Tres Culturas, no podía creer que hubiera tanta gente unida por una sola causa. En aquellos momentos todos estábamos llenos de euforia y a la vez algo nerviosos, presintiendo quizás lo que iba a ocurrir. De pronto se escuchó el ruido de miles de botas que marchaban uniformemente. Eran los soldados y agentes policiacos vestidos de civiles con un pañuelo blanco amarrado en la mano derecha. Estaba seguro que algo malo iba a suceder y comencé a correr sin tener ningún rumbo fijo. Los militares se volcaron contra la multitud, rodearon la plaza y comenzaron a escucharse disparos. Aquellos criminales armados por el poder que les había dado el Gobierno sólo tenían un blanco: las personas que ahí estábamos reunidas.
“Al otro día todo era silencio. La gente caminaba cabizbaja por la calle. Los edificios tenían en sus paredes las huellas del crimen y los vidrios estaban destrozados. En la Plaza había decenas de zapatos que sus dueños perdieron al huir. Durante la mañana, los soldados, no conformes con el daño que habían hecho, estuvieron cateando todos los edificios en busca de jóvenes involucrados en los disturbios.
“Nunca se supo en realidad cuántos murieron. Las autoridades dijeron que sólo 20, pero había armas como para matar a un ejército entero. Aunque fue trágico este movimiento, estoy orgulloso de haber formado parte de él. Nunca voy a olvidar los días en que los jóvenes hicimos escuchar nuestra voz y unimos nuestra fuerza y espíritu en contra de un Gobierno opresor e indigno de todos los mexicanos”.
En realidad me llamó mucho la atención el relato del sobreviviente de la masacre estudiantil del 68, pero me llamó aún más la atención que ayer 2 de octubre la presidenta Claudia Sheinbaum emitió un decreto presidencial mediante el cual se pidió perdón por los hechos del 68.
Este acto fue una buena forma de iniciar para la presidenta, curando una herida profunda en la historia de México que aún no puede cicatrizar.
El recuerdo del 68 es una invitación a los jóvenes para usar su fuerza y entusiasmo para enfrentar los problemas actuales y así unirse en la construcción de un México mejor.
La movilización de estudiantes de Derecho en contra de la reforma Judicial fue quizás el primer movimiento juvenil en muchos años por una causa que muchos consideramos justa. En México hace falta una verdadera movilización juvenil contra la violencia, contra la corrupción, a favor del desarrollo de comunidades indígenas, etcétera. Pensemos que mientras vivimos atados al recuerdo de un movimiento que quizás vio ayer sus últimos días, el Gobierno sigue cometiendo injusticias, miles de ciudadanos batallan para encontrar el pan de cada día. Y para eso es necesaria la unión y la fuerza de la juventud. Qué bueno sería ver a los jóvenes preocupados por lo que hace nuestro Gobierno; por exigir a los candidatos electos el cumplimiento de sus promesas; por denunciar cualquier intento de corrupción o abuso por parte de un funcionario público o un policía. Qué bueno sería que los jóvenes lucharan contra la violencia de nuestra comunidad, los asaltos y el vandalismo. Contra vicios como éstos no son necesarias manifestaciones, ni gritos de protesta, sino más bien la creación de programas que ayuden a reducir el número de pandillas y la incursión de jóvenes en el narcotráfico.
aquientrenosvanguardia@gmail.com