¿Nuevo PAN?
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Con Jorge Romero llega una dirigencia profundamente pragmática que da juego a jóvenes y viejos de todos los grupos, siempre y cuando ese juego no amenace su poder. No obstante, hay que reconocer que da paso a la civilidad
“Y si mañana hay 100 mil personas interesadas en ser panistas, mañana habrá 100 mil panistas más. El proceso de hacerlo será moderno, tecnológico e inmediato, ni un trámite burocrático partidista más. ¿Te quieres afiliar? Le das clic y ya.
“Se acabaron las cadenas. Y nunca jamás en el PAN alguien podrá decidir si alguien más puede ser panista o no. Si te sientes panista, ya por ese sólo hecho tienes todo el derecho de afiliarte al PAN”.
Lo dijo Jorge Romero, presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Nacional, en el momento de mayor debilidad de la institución desde principios de la década de los ochenta. Esas palabras son el reconocimiento expreso de una implosión de tal magnitud, que sus dirigentes, incluidos los más perversos, carecen de incentivo alguno por tratar de controlar, en su provecho, un barco a la deriva.
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Las cúpulas de Acción Nacional (dirigentes, legisladores, alcaldes, regidores y los pocos gobernadores que le quedan) se dieron cita el sábado 18 de octubre en el Frontón México, emblemático edificio de la Ciudad de México ubicado a un costado del Monumento a la Revolución. En septiembre de 1939, en ese mismo sitio, un grupo encabezado por Manuel Gómez Morín fundó el partido. Ochenta y seis años después, el panismo vuelve a reunirse en ese sitio para convocar a un relanzamiento.
Por lo que ahí se dijo, a partir de ahora las puertas de Acción Nacional quedan abiertas de par en par a los ciudadanos, se marca distancia del PRI y se apuesta por una propuesta propia. En lo dicho, se reconoce que la alianza con el PRI fue un desastre, que el partido estaba cerrado a los ciudadanos y que una brújula propia es lo más conveniente. Se reconoce, además, que una vez que el PAN probó las mieles del poder, se detonó el corrupto control del padrón de militantes, particularmente en estados y municipios. Caso emblemático es el de Coahuila, en donde un grupo se apoderó del partido y no lo ha soltado. Lo tomaron mientras el PAN era ganador y ahora lo tienen en la irrelevancia.
El evento sabatino arrancó con un video en el que, con ayuda de la tecnología moderna, se ve y escucha a Manuel Gómez Morín, flanqueado por Luis H. Álvarez y Manuel Clouthier, diciendo a los asistentes: “No se rindan”. Acto seguido, se hizo un diagnóstico del desastre de país que la mayoría de los mexicanos sigue sin ver y, claro, con muy mal gusto, se coloca a los nuevos liderazgos, al nuevo arreglo cupular, como los líderes que encabezan el relanzamiento. Sucesores de Gómez Morín, don Luis y Maquío.
Sencillamente, me pregunto: ¿funcionará o será demasiado tarde? Sólo el tiempo lo dirá, no lo sabemos. ¿Será que quienes militamos en el PAN alguna vez o los ciudadanos en general aceptaremos la convocatoria e invitación de Jorge Romero? No puede negarse que le echó ganas al discurso, lo cierto es que simplemente no conecta, no inspira. Pero bueno, hace el esfuerzo, son muchos escépticos, otros se muestran francamente negativos. Por el sí, sólo se ve a la minoría, la que forma parte de la actual estructura de poder, cada día más pequeña y con menor impacto. Se trata del relanzamiento de un partido que, en una era de movimientos sociales, pareciera ser un contrasentido. Sólo el tiempo lo dirá.
No puede negarse que desde 2012 el PAN atraviesa una gran crisis que se profundizó en 2018. El gran daño que le hizo estar en el poder sólo se vio superado por regresar al no poder. La nociva dirigencia de Gustavo Madero y su corrupto acuerdo con el gobierno de Peña Nieto fue apenas superada por las ínfulas autoritarias y putinescas de Ricardo Anaya, y por la abierta irrelevancia de Marko Cortés. Mientras todo esto sucedía, la presencia del PAN iba retrocediendo estado por estado.
Percibo al PAN como una familia profundamente dividida, su única ventaja consiste en que, al día de hoy, no ha surgido una causa o movimiento de oposición con suficiente fuerza como para desplazarlo de su precaria posición de “segunda fuerza”. Sólo con el paso del tiempo podrán curarse las heridas y superar las diferencias, hoy convertidas en encono.
Gustavo Madero y Ricardo Anaya concretaron la traición, de ahí los odios que parecían insuperables. Marko consolidó el divorcio, su odio a Calderón se remonta a sus años de juventud. Con Jorge Romero llega una dirigencia profundamente pragmática que da juego a jóvenes y viejos de todos los grupos, siempre y cuando ese juego no amenace su poder. No obstante, hay que reconocer que da paso a la civilidad. Digamos que “nos llevamos bien por ‘el bien de los niños’”.
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En 2030 se cumplirán dieciocho años de encontrarse fuera del poder, tres sexenios marcados por conflictos internos y múltiples renuncias al Partido. Tres sexenios de grupos enquistados que, con soberbia, ejercían el control interno y que hoy, humillados, voltean hacia afuera, porque se encuentran a las puertas de la irrelevancia total. Todo esto se produce en medio de un cambio generacional, son miles los que son ajenos a los pleitos internos que son añejos.
No será fácil, en ningún país de América Latina la centroderecha ha regresado al poder en su forma original, después de haberlo ejercido. En todos los casos, se dieron divisiones que los llevaron a la desaparición y opciones nuevas que rápidamente ocuparon su lugar. En México no ha sucedido. Todo está por verse. Hay un esfuerzo, veremos si es loable, veremos si es exitoso. En todo caso, el PAN sólo encontrará su rumbo si regresa al pasado, pero con una visión de futuro. El viejo PAN fue el mejor PAN, pero eso sólo basta como cimiento; hacia delante se requiere visión y agenda para el país, que hoy no se ve por ningún lado.
Facebook: Chuy Ramírez