Oaxaca en Saltillo: muestras de magia y encanto de la Guelaguetza
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Se destaca el movimiento multicolor de la falda de la mujer oaxaqueña, en medio del tráfago citadino. Estamos en el norte de la ciudad y la mujer, de unos veintitantos años, hace espléndidos juegos con cada pliegue de su falda. Sonríe cual si estuviera en la festividad de la Guelaguetza, no importando que el lugar sea una esquina que cruza el bulevar Venustiano Carranza en Saltillo.
En concordancia con el baile, hay coincidentemente una pintura mural de los matachines, de esta parte del norte del País, diseñada hace unos pocos años,
y viene a constituirse de manera momentánea en el telón de fondo del baile de
esta entusiasta joven de orgullosos rasgos indígenas.
Ella está por acá, seguramente acompañando el corredor comercial que se ha establecido en el estacionamiento de un supermercado. Bien organizados cada uno de los puestos ofrecen los productos típicos de Oaxaca. Ella está por acá, al igual que otra joven con un bebé en los brazos, en otro punto en medio también del hondo tráfico de la ciudad.
La caminata por entre los puestos de venta de productos oaxaqueños se da en medio del agradable aroma del café, que hace recordar la sierra y su negra tierra tan fértil y tan generosa. Huele a café, como huele a gorditas de nata recién hechas; como también se aspira el aroma de la tela de manta y bolsas artesanales de yute, de ixtle, de tela. Nieves típicas de la región con nombre una de ellas que es un suspiro de poema: “Beso de ángel”.
La magia de Oaxaca en un pedacito de Saltillo. Andar por los pasillos de esta pequeña muestra del onírico mundo de Oaxaca me permite recordar uno de los entrañables poemas de su hijo, Andrés Henestrosa:
Ven a mí, acércate más, más cerca. Dame tu mano y por el camino de mi mano, pásate y éntrate en mi corazón. Escucha lentamente para que puedas entender estas palabras que en mis labios tiemblan. Verás mis palabras caer en el aire, como si fueran pequeñas balsas próximas a naufragar su contenido...
En el puesto donde se ofrece en venta el mezcal muchas frases hacen alusión a la felicidad que brinda, con expresiones provocadoras o propiciadoras como “No entiendo por qué hay tanta gente infeliz. ¿Acaso no venden mezcal donde viven?”, entre otras más que conviven con la fantasía de otros productos: telas bordadas en jubilosos colores: vestidos, blusas, camisas, playeras.
Oaxaca, ese pueblo mágico, mágico pueblo, en el que nació el excepcional Henestrosa. Andando por estos pasillos, de nuevo su canto:
Y ¿por qué no he de decirlo
si es verdad
que hay días en que tengo
muchas ganas de llorar?
Nadie me ha ofendido,
nada está fuera de su lugar:
el día se levanta claro y azul,
la noche coge amorosamente la luz,
pero, ¿por qué es que tengo a veces
tantas ganas de llorar?
Un llanto que así me llega de tan lejos,
que ignoro la fuente de donde mana,
(...)
¿Por qué esa hoja que lo mismo que una
lágrima
se desprende del árbol
y suavemente se posa sobre la tierra,
me enternece ciertos días?
¿Por qué esa nube que boga por el cielo
como un velamen de plata,
lleva en el vientre lágrimas,
que buscan mis ojos para disolverse?
¿Por qué esa brisa inocente
tiene a veces fuerza de huracán?
Ya sé, amiga, que no son solo mis penas,
ni solas mis dichas,
sino las del mundo y las del hombre
las que así, a veces, sin quererlo,
me hacen llorar.
Ay, Oaxaca, por unos días, en Saltillo, con su magia y un encanto inolvidable con sabor de nostalgia, aroma de recuerdos, la hoja y el árbol, el cielo y sus inmensas ganas de llorar en este húmedo otoño...