Panamá
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Aunque una de las acepciones aborígenes de la palabra Panamá significa “lugar en el que abundan los peces”, para los franceses la palabra se emplea como sinónimo de fraude. Esto último para recordar que miles de franceses apostaron económicamente para construir un canal que permitiera la navegación directa entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico porque tenían una concesión que luego compró el gobierno de Estados Unidos.
La apuesta de Francia que inició en la década de 1880 no funcionó, según el imaginario, porque su proyecto no consideraba que entre los dos océanos existía una diferencia de catorce metros, pero más que nada fracasó por las intrigas del interior y del exterior.
Estados Unidos ganó la partida a través de una intromisión política que avivó los malestares de los colombianos que vivían en ese delgado y sinuoso territorio en Centroamérica, y entonces se provocó la Guerra de los Mil Días que finalmente, en 1903, permitió la separación del departamento de Panamá de la Gran Colombia, que entonces también contenía los territorios de los actualmente países de Venezuela y el Ecuador.
Surge la República de Panamá de la mano del presidente norteamericano Theodore Roosevelt y de su propósito de construir un canal interoceánico aprovechando la geografía de este estratégico territorio; idea original malograda por los franceses.
Apenas en 2015, el Canal de Panamá pasó a manos de los panameños, pero la secuela de actos de corrupción parece seguir alimentando la estela de engaños y tratados leoninos. Primeramente, la explotación económica que multiplicó muchas veces la inversión estadounidense y ahora los frutos del canal en manos de la clase política local.
Es una pena que los latinoamericanos seamos proclives a los cochupos y cohechos, incluyendo a los argentinos y a los brasileños que, aunque son los más extranjeros detrás de los estadounidenses dentro del Continente Americano, también son duchos en el tema de la corrupción. Observemos simplemente a algunos de los que integran la fauna humana de presidentes de países de Latinoamérica y el Caribe. Lejos de ser humanistas, sus políticas públicas rayan en el populismo. ¿Cuál será el futuro de la Amazonía con los que toman decisiones en
Brasil? ¿Qué tal si Bolsonaro se recupera y le gana a Lula? Cuando el poder envuelve y marea a los políticos populistas de la región amazónica en lo último que piensan es en la conservación del rico patrimonio selvático para la sobrevivencia de la humanidad. Recordemos que hay intereses económicos que han provocado incendios allí.
Pero al menos Panamá es un país que contiene una preponderante clase media que vive en departamentos y está acostumbrada a la mediación. En pocas décadas la población de panameños se duplicó y el gobierno sigue impreparado para hacer frente a las demandas en materia de manejo de residuos sólidos urbanos y en materia de seguridad y de salud.
Con una economía dolarizada le han ganado terreno al mar para construir pistas y avenidas, pero lo que es del mar es del mar, y más temprano que tarde esos terrenos los recuperará la naturaleza.
La fundación Mundo Sustentable A.C. tiene un interés verdadero de hacer equipo con ANCON (Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza), prestigiada institución, y con la Fundación Indígena FSC para llevar la metodología y enfoque de los Centros Holísticos que en México han arropado a pueblos indígenas como los tarahumaras, yaquis, chontales y mayas. Así que pronto se estará ofreciendo la plataforma de educación ambiental al pueblo indígena de los emberá porque hay mucho qué conservar en nuestro planeta y los indígenas son los mejores guardianes de la Tierra.