El presidente Andrés Manuel López Obrador entendió que además de los Poderes de la Unión, a la hora de gestionar la gobernabilidad de su proyecto transformador debía considerar la reacción de los poderes fácticos −iglesia, medios de comunicación, corporaciones financieras, crimen organizado−.
Grupos al margen del poder institucional del Estado, pero que tienen capacidad económica y posturas políticas. No son votados, pero hacen política, presionan e influyen en la sociedad.
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Hasta antes de la administración de AMLO, uno de los grupos con mayor poder fueron los medios de comunicación tradicionales. Televisa, por ejemplo, llegó a ser un medio de comunicación hegemónico y, por lo tanto, actor clave en los procesos electorales. Con su carácter protagónico la empresa influía en la opinión pública y, a partir de ello, podía moldear las preferencias electorales que luego se transformaban en gobiernos. Tal condición fue explotada; por un lado, el PRI y Peña Nieto utilizaron a la televisora para construir su candidatura presidencial, por otro, la empresa consiguió a cambio contratos millonarios del gobierno.
El triunfo de Peña Nieto fue la cúspide de poder de un sistema mediático mexicano que logró convertirlo en presidente basándose en comerciales, spots, publicidad, noticias, cobertura positiva, encuestas manipuladas, entrevistas a modo y cobertura negativa escasa o ridiculización de los adversarios políticos de su cliente. La etapa peñanietista encumbró al gremio con el retorno del PRI a Los Pinos, pero todo comenzó en 1997 cuando una nueva generación llegó a presidir Televisa, Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez, “esos juniors decidieron que ya no serían los ‘soldados del presidente’, sino que todos los políticos serían sus siervos y cómplices” (Villamil, 2015, p.131). Se dio en los hechos una vuelta de tuerca de la relación, un revés que súbita y sustancialmente incrementó su influencia política, pero fundamentalmente las riquezas de empresas y periodistas.
Hoy nada es igual. Ni Televisa, TV Azteca, Loret o López-Dóriga son fuentes informativas respetables o confiables. AMLO, en cambio, cierra su sexenio con 73 por ciento de aprobación. Al mismo tiempo los medios tradicionales registran una disminución de credibilidad.
La última batalla del Presidente contra el poder mediático que no se ruboriza en hacer política opositora y militante, la está dando con el Encuentro Continental de Comunicadores Independientes. Un evento que llevó a cabo en Palacio Nacional el 30 de agosto. El mensaje fue claro: el México democrático y el ciudadano consiente de nuestro tiempo, necesita comunicadores independientes que practiquen el oficio del periodismo con honestidad; se requieren más comunicadores que hablen con la verdad y apoyen los procesos populares que buscan transformar la realidad con bienestar y prosperidad compartida.
Pensándolo bien, en Coahuila no vendría mal replicar un encuentro similar de comunicadores y periodistas locales alternativos e independientes. Los ciudadanos coahuilenses necesitan ya nuevas voces, espacios, medios, prensa, periodistas, radios, televisión. Necesitan la verdad sobre los asuntos públicos. Los medios por su parte urgen superar la zalamería al gobernante y burdo ataque contra cualquier político que no les compre con presupuesto público.
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Esperanza tengo que entre los nuevos rostros del periodismo coahuilense, que ya se está formando, alguien se atreva a decir, por ejemplo, que en Coahuila no son ciertos los recortes federales de presupuesto como se difunde con ligereza, sino que ahora tenemos nuevas formas de distribución del dinero público. Nuevas prácticas periodísticas en el estado le mostrarían a la gente que llega menos billete a la burocracia estatal, porque ahora se envían directo a los jóvenes 825 millones de pesos para que aprendan un oficio. O que no se presupuesta igual dinero que antes para oficinas de Gobierno estatal, pero que gracias a eso hay más de 436 mil coahuilenses que reciben directamente recursos económicos en Programas para el Bienestar.
Con medios alternativos a los tradicionales en Coahuila, se podría difundir mucho mejor que de 2019 a 2024 el gobierno de la Cuarta Transformación invirtió 44 mil 324 millones de pesos en programas que llegan directamente a las manos de los beneficiarios. Además, podría sumarse el recurso federal que beneficia a los coahuilenses mediante proyectos de las diferentes dependencias federales. Entonces, en Coahuila, no hay recortes, hay mejor distribución.