¿Pensar en pequeño o en grande? El síndrome del impostor
Existen personas tan grandes en este mundo que su único problema es algo tan pequeño que se llama humildad.
No me malentienda, cuando hablo de ese pequeño “problemita”, me refiero a esa humildad desmedida, prostituida, abusada de sí misma. Esa que, sin dudarlo ni pensarlo, merma todo nuestro esfuerzo, hace garras nuestro valer, destruye nuestra persona y termina por acabar con lo mucho o poco que podemos ofrecer al mundo.
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Verá usted, cuando una persona peca de engreída, de prepotente, vanidosa, es muy mal vista. La gente tiende a criticarla: “Mira, qué presumida” o, como dicen allá en mi barrio, “qué hocico de pelado o pelada”. La verdad puede ser que a veces abusemos de nuestro propio conocimiento y terminemos por exagerar. ¿Pero qué pasa si es todo lo contrario?
Si realmente somos buenos en algo, ¿por qué no admitirlo y reconocerlo? Ya basta con esa idea tonta y ridícula de “no presumas” y “sé humilde”. Eso nos ha llevado a no poder explotar nuestro verdadero potencial, todo por vivir en una sociedad donde estigmatizan al talento y lo cuestionan a tal punto que ser bueno en algo es digno de estar en los juicios de las brujas de Salem.
Presumir es malo, de eso no hay duda, porque, si bien dice el dicho “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, el presumir es sólo llenar el vacío de una vida sin talento. La clave para no caer en la presunción es compartir el conocimiento. Si uno es bueno en algo, debe demostrarlo compartiéndolo con los demás.
Cuando uno comparte el conocimiento, aprende y, por tanto, mejora aún más. Pero para eso uno tiene que ser consciente del talento que posee.
Pero esto no sólo aplica en conocimiento, también en todo lo que poseemos. Tendemos a minimizar de una forma todos nuestros logros. “Mi casita”, “mi carrito”, conseguí un “trabajito” ahí humildemente. Frases como estas le restan autoridad. Por muy sencilla que sea su casa, es su casa. Si no tuvo la manera de comprar un auto último modelo, no importa, es su auto, lo mismo pasa con todo lo demás.
Un detalle importante que no debemos pasar por alto en el camino para demostrar todo el talento que tenemos las personas es el factor miedo. Tenemos tanto miedo a todo que nosotros mismos nos boicoteamos.
Miedo al fracaso, “si no funciona, ¿qué voy a hacer? Ya invertí tiempo y dinero”, miedo a la opinión de la gente, “¿qué van a decir de mí, yo dedicándome a esto?”. Hasta tenemos miedo al éxito mismo, “¿y si funciona? ¿Cómo voy a poder con todo?”. Y es ese mismo miedo el que no nos deja avanzar y preferimos quedarnos donde estamos.
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Hay algo que se conoce como el síndrome del impostor, todos hemos pasado por eso alguna vez. Yo, cuando empecé mi carrera en la cocina, no lo creía, sentía que de alguna manera no pertenecía a este lugar. Prefería jugar a la persona “humilde” que teme su mismo potencial. Al final, todo eso es miedo disfrazado, miedo de lo que somos capaces de hacer. Dejemos de una buena vez esa “humildad” desmedida y empecemos a creérnosla ya.
Y se lo vuelvo a aclarar, no busco que con esto usted se vuelva una persona fantoche, al contrario, busco que haga conciencia y se dé cuenta de lo que tiene y de lo que puede y podrá tener. Sea consciente de su potencial, así como de las limitantes de este, pero si ya ha conseguido algo, por muy pequeño, simple e insignificante que pueda parecer, sepa que no lo es. Es un gran logro y es suyo, solamente suyo.
Hoy vemos a tantas personas felices subiendo a redes sociales fotografías, historias de cómo adquirieron su nueva casa, o ese auto último modelo que deseaban, o cómo su emprendimiento está rindiendo frutos, y hay personas que se molestan porque, según ellos, falta “humildad”. Cuando las personas son infelices, cualquier persona feliz les parece inmoral. Si demostrar que, con trabajo duro, dedicación y esfuerzo se pueden lograr las cosas es no ser humilde, entonces ya sabemos qué camino elegir.
Sea lo que sea que usted elija, lo que decida hacer, es y será siempre su decisión. Esto, mis queridos lectores, es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿qué opina?
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