Pepe Mujica: Hombre de época

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Ni Fidel Castro, Lula da Silva, Daniel Ortega, Hugo Chávez, Cristina Kirchner, Gustavo Petro, Evo Morales y Claudia Sheinbaum pueden aspirar, ni en sus sueños más guajiros, a ser como Mujica
Ha muerto un hombre de época, capaz de sobrevivir al momento histórico de la utopía, cuando era posible imaginar, para los jóvenes nacidos en los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo 20, la posibilidad de ofrendar sus vidas en acto revolucionario para transformar la sociedad a imagen y semejanza del hombre nuevo, arropado por una visión socialista.
Pepe puso su vida en la línea de fuego para demostrar esa utopía. Y dio vida plena a las palabras del poeta alemán Bertolt Brecht, para volverse un hombre imprescindible que luchó toda su vida contra la opresión en América Latina.
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A inicios de la década de los sesenta, Pepe unió su destino a Los Tupamaros, organización revolucionaria de izquierda liderada por Raúl Sendic, quien acudió al velorio de Mujica.
Mirarse a los ojos en esa etapa final de Mujica trajo esos recuerdos, cuando los dos, abrazados por una esperanza revolucionaria, intentaron “socavar el liderazgo represivo de la dictadura militar de Uruguay soportada por Estados Unidos, mediante la violencia que incluyó incendios provocados, secuestros de políticos y asesinatos de varios policías y otras personas”.
Por esas actividades, Pepe fue arrestado cuatro veces y condenado a prisión en 1971 por el asesinato de un policía. Sin embargo, escapó de prisión dos veces para ser recapturado en ambas ocasiones y cumplir una condena de 14 años “como prisionero de la brutal dictadura militar que tomó el poder mediante un golpe de Estado (auspiciado por la CIA) en junio de 1973. Encarcelado, Mujica fue torturado y pasó largos periodos en régimen de aislamiento, con dos años en el fondo de un pozo”.
Mujica fue liberado de la cárcel el 8 de marzo de 1985 por una ley de amnistía retroactiva a 1962. Nueve años después de la apertura democrática, en 1994, apuntalado por el Movimiento de Participación Popular dentro del Frente Amplio que agrupaba a distintas organizaciones de izquierda, Pepe fue elegido diputado por Montevideo en la XLIV Legislatura. En 1999, fue electo senador y en 2004, con una votación histórica, el Frente Amplio llegó al gobierno.
De 2005 a 2008, Mujica ocupó la cartera del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, para luego regresar a su puesto de senador. A finales de 2008, el Frente Amplio propuso a Pepe como el candidato oficial para las elecciones internas de 2009. El 28 de junio de ese año, tras las elecciones internas, Mujica es elegido candidato único a la presidencia por el Frente Amplio “tras vencer a sus competidores con un 52.02 por ciento de los votos totales”. El 22 de noviembre, Pepe “fue elegido, en segunda vuelta, presidente de Uruguay.
Como presidente de 2010 a 2015, Mujica, fiel a su visión progresista de izquierda, integró a su gobierno a exguerrilleros tupamaros y socialdemócratas para despenalizar el aborto, regular el uso recreativo del cannabis, legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, duplicar el salario mínimo, mantener un crecimiento económico sostenido, mejorar las condiciones laborales y reducir la tasa de pobreza al 12 por ciento, un porcentaje muy alejado del 40 por ciento registrado una década antes, para marcar así, un antes y un después en el país sudamericano y convertirse en un referente latinoamericano.
Desde su modesta granja o chacra, ubicada en una zona rural en las afueras de Montevideo, cultivando flores, arando la tierra y cuidando a sus animales con su compañera de lucha, Lucía Topolansky, Pepe siempre defendió la sobriedad y austeridad como una manera de vivir “en su pobre palacio presidencial”, donde habitó como senador y presidente y recibió a los más altos dignatarios del orbe. Porque para Mujica era la única manera de “tener más tiempo y vivir la vida de acuerdo con las cosas que a ti te motivan”, porque “pobres son aquellos que precisan mucho”.
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Con su muerte, fallece un hombre de época que resumió con dolor la utopía socialista y con esperanza la distopía del poscapitalismo, para afirmar su vocación democrática y progresista.
Por ello, ni Fidel Castro, Lula da Silva, Daniel Ortega, Hugo Chávez, Cristina Kirchner, Gustavo Petro, Evo Morales y Claudia Sheinbaum −abrevados de la misma cepa de izquierda revolucionaria− pueden aspirar, ni en sus sueños más guajiros, a ser como Pepe Mujica. Por el contrario, ellos serán juzgados desde el interior del basurero de la historia, como simples dictadores bananeros. Nada más.