Periodismo: Entre la verdad y las presiones del poder
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Se requiere de un periodismo autónomo, crítico y fuerte, que cuestione los poderes fácticos que, una vez instalados y legitimados, tienden a volverse opacos y represores
El objetivo formal de la existencia del periodismo es la filiación a la verdad, la construcción del bien común y ser un contrapeso contra los poderes fácticos, empezando con el Estado y sus órganos operativos: los gobiernos. El poder representado por el Estado tiene la obligación de actuar con transparencia, rindiendo cuentas y respondiendo a las demandas y necesidades de la población a la que determinó servir. Cuando esto no ocurre, la labor de contrapeso empuja al periodismo a cuestionar y a denunciar las omisiones y abusos de quienes gobiernan.
Las presiones se han visto ya en otros medios: Animal Político, Sin Embargo, Reforma, El Universal, El Diario de Juárez, Proceso, El Norte, Semanario Zeta, El Noroeste, El Financiero, Aristegui Noticias, con otros móviles –presiones de la Secretaría de Hacienda, amenazas del crimen organizado, uso de recursos judiciales, intentos de censura, campañas de desprestigio, amenazas de políticos, agresiones físicas, presiones económicas, hostigamiento digital–, y ahora VANGUARDIA.
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Es una deuda mercantil (una obligación de pago entre dos partes) que, en el caso particular, así se ha demostrado, es inexistente, ante un banco inexistente, de un dinero inexistente. No se entrará aquí en cuestiones legales, aunque sobra información y argumentación para hablar del caso, sino del trasfondo que esto representa en materia de libertad de expresión y, sobre todo, del ejercicio periodístico, porque el fallo que ha emitido el Tribunal encargado de llevar el caso representa un precedente que podría ser utilizado, en el futuro inmediato, para coartar la libertad de prensa con una nueva modalidad: litigios comerciales, donde el poder político, el crimen organizado y ahora el sistema judicial se convierten en mecanismos de censura.
En el marco de los movimientos pendulares y el contexto que vivimos de polarización política, social y económica, sin lugar a dudas, se requiere de un periodismo autónomo, crítico y fuerte, que cuestione los poderes fácticos que, una vez instalados y legitimados, tienden a volverse opacos y represores. Este es el fondo, la forma y el trasfondo de la acción del Poder Judicial con respecto a la reflexión que nos ocupa.
Deuda mercantil o no, el backstage de todo esto se enmarca en el libre ejercicio del periodismo, la imparcialidad del Poder Judicial (tan llevado y traído por estos tiempos, con más defensores que detractores), pero sobre todo en el tremendo riesgo que corre el respeto al Estado de derecho, por cierto, tan diezmado en nuestro país, porque se vulneran los derechos de manifestación de ideas y el de libre expresión (derechos fundamentales establecidos en los artículos 6 y 7 de la Constitución, el 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), y se ponen en duda los principios de exhaustividad judicial y, una vez más, el tema del debido proceso.
¿Por qué les desagrada a algunos grupos de poder el periodismo libre? Por muchas razones, particularmente porque es más que publicar noticias y vender publicidad. Primero, porque vigila y cuestiona a quienes ejercen el poder público, porque constituye un espacio de transparencia y rendición de cuentas obligado, por su naturaleza, y porque son un contrapeso para el poder. Porque permite que las personas sepan lo que pasa a su alrededor –en su comunidad, en su país, por todas partes del planeta–.
Porque ofrece información de todo tipo: política, económica, social, entre otras tantas. Porque es una plataforma de voces ciudadanas, como es el caso de muchos de los que por aquí arrastramos la pluma; en ese sentido, el medio se convierte en un espacio de denuncias que permite que los problemas se visibilicen. Porque documenta las violaciones a la ley y los abusos de autoridad, de cualquier forma, de cualquier tipo.
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Porque el periodismo es un factor que mantiene viva la memoria histórica de los pueblos, dejando evidencias de lo que pasa en las comunidades. Porque, aunque no forma parte de ningún grupo de poder ejerce una influencia sobre la sociedad en general, vigila los poderes establecidos (investiga y denuncia a gobernantes y autoridades para que rindan cuentas) y está al pendiente de los que se van por la libre practicando la corrupción y utilizando la impunidad como un recurso de cinismo y descaro.
El periodismo libre informa, interpreta y analiza hechos. Ayuda a tomar decisiones informadas. Promueve iniciativas de ley, impulsa debates, denuncia injusticias, modifica la agenda política y social de quienes “representan” al pueblo. Si el medio es autónomo y actúa con responsabilidad, contribuirá a promover la democracia y la justicia.
Todo esto y más es lo que se pone en juego en la mesa cuando un particular, un gobierno o quienes poseen el dinero, a toda costa promueven la censura, la mordaza, la extorsión, la amenaza y el miedo para callar la verdad y poner bajo resguardo todo aquello que les hará caer en el descrédito y evitar las acciones propias de la justicia. Por lo pronto, así las cosas.