Peyton Place, Coah. (II)

Opinión
/ 9 febrero 2024

En 1954 la escritora norteamericana Grace Metalious escribió su novela “Peyton Place”, descripción de un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra parecido al que Sinclair Lewis retrató en “Main Street”. La novela tuvo un resonante éxito. Obra de escándalo, se exhibían en ella los pecados de una sociedad puritana que actuaba con decencia cuando la estaban viendo y con indecencia cuando nadie la veía. Algún cínico diría que la novela no versaba sobre Peyton Place sino sobre la naturaleza humana.

La obra, ahora olvidada, vendió 20 millones de ejemplares. En 1960 fue declarada “la novela más leída de todos los tiempos”. Superó a “Lo que el viento se llevó”, hasta entonces la obra más buscada por los lectores de Estados Unidos. Se hizo una película -bastante buena, por cierto- en la que actuó la estrella de moda: Lana Turner. El filme tuvo siete nominaciones para el Oscar, y aunque no logró ninguno sus productores se consolaron con los formidables ingresos de taquilla

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¿Por qué la novela tuvo tan grande éxito? Era obra de una escritora primeriza que ciertamente estaba muy lejos de ser una segunda Emily Brontë. Pero en sus páginas se revelaba lo que en 1948 había descubierto un zoólogo de la Universidad de Indiana, Alfred Kinsey: en cuestión de sexo caras vemos, del cuello para abajo no sabemos. Grace Metalious sacó a la luz las secretas andanzas de los señores y señoras de aquel pequeño lugar de la Nueva Inglaterra. Lo que ahí pasaba sucedía en todas partes. Todas las ciudades eran Peyton Place. Por eso cuando le leí a Chava Flores Guerrero algunos de los capítulos del libro él resumió su comentario en una sola palabra:

-Saltillo.

No pudo Grace Metalious asegundar su éxito. Publicó tiempo después otra novela que también fue llevada a la pantalla, “Regreso a Peyton Place”, pero aquí se cumplió eso de que nunca segundas partes fueron buenas, y tanto el libro como la película fueron mayúsculos fracasos. La escritora se entregó a la bebida. Rechazada antes, odiada ahora con ferocidad por los vecinos de Gilmanton, terminó por divorciarse de su esposo. Con las regalías de “Peyton Place” se había comprado la mejor casa del pueblo: en ella acabó viviendo completamente sola. Murió en 1962, víctima del alcohol, a los 39 años de edad. Dejó deudas por 200 mil dólares que nadie quiso pagar. Cuando sus amigas intentaron darle sepultura en el panteón de Gilmanton los vecinos se opusieron en forma terminante, y obstruyeron con sus automóviles el paso al cementerio. Nunca le perdonaron a Grace haberlos desgraciado. Tuvieron sus amigas que enterrarla en otra parte.

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Ahora el nombre de Grace Metalious vuelve a mencionarse. En el suplemento cultural de “The New York Times” apareció como precursora del movimiento feminista de los años sesentas, pues su novela denunció el doble estándar de la moral de los varones. Hoy, la verdad sea dicha, nadie tiene el monopolio de ese doble estándar. Todos -quienes más, quienes menos- escondemos algún esqueleto en el clóset. El pecado –sobre todo el de la carne- es universal y democrático.

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