Con aprecio a los compañeros de la coalición magisterial.
La plaza es un espacio de todos, así lo había decretado don Adrián Rodríguez, non economista que para enfatizarlo vino a morirse en el medio de la plaza de Armas de mi natal Saltillo.
Hoy día es una jaula en donde pastan los orcos y, en definitiva, sintetiza la suma de todos los miedos ante una verdad desgarradora: la respuesta del movimiento magisterial al grave y criminal saqueo de las arcas de las pensiones y el servicio médico de la Sección 38 y de los docentes de la Narro.
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Este movimiento si bien es cierto no tuvo su origen en este sexenio de administración de la marca, ha sufrido peores embates represivos que cuando reinaba el dictador directamente. Hace dos años los profesores aguerridos del movimiento fueron atropellados por la pandilla de orcos encapuchados y cobardes que llegaron a agredir a maestras y fueron a terminar encerrando a uno de sus dirigentes, quesque porque pretendía atentar en contra del edificio, haya cosa.
Y es que el enojo de Riquelme y sus patrones −el dueto muerte y sangre aumentado por Carlitos− se debe a que perdieron la batalla ante un amparo, inteligentemente promovido y con razón suficiente, en contra de las leyes y decretos que tramposamente irían a privar a los mentores de una pensión digna y, por otra parte, la pretensión de dar borrón y cuenta nueva al atraco de los miles de millones de pesos que el trío de carnalitos saqueó del fondo de pensiones de los profesores.
Claro, estas leyes ordenadas a Riquelme por sus dueños y elucubradas por la cofradía de feminazis, con el resultado de inventar verdaderos garapiñados con el sistema legislativo de Coahuila y los fracasos contundentes tras su inconstitucionalidad.
Derivado de esa irrupción en 2021, año en que se estableció un plantón de maestros para que el Gobierno del estado depositara los fondos adeudados a pensiones y servicio médico y por ende cumpliera con el amparo, Riquelme −acompañado de sus temores− había mandado a cercar el Palacio Rosa con la excusa de arreglar el adoquín de la plaza, creando un espacio restrictivo en un edificio público que no es propiedad del Gobierno, sino del pueblo.
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Desde entonces dos monigotes con escudo te recibían en el único acceso y después de 500 interrogatorios podías acceder a Palacio con el seguimiento de miradas iracundas y de las cámaras sofisticadas, esas que se mandaron a poner a través de la comandanta y así identificar a los opositores aun usando pasamontañas. De ese tamaño es el chorrillo.
Dos años permaneció la cerca y el significado del divorcio de un funcionario para conocer los verdaderos problemas de la gente de Coahuila.
Pero el colmo llegó esta semana, cuando la coalición del magisterio anunció una manifestación para el 14 de septiembre, a fin de exigir el cumplimiento de los compromisos legales del Gobierno de Coahuila con relación a sus pensiones y otros beneficios, y la respuesta del gerente de negocios fue enjaular la plaza en forma total y por ende volverse a encerrar en su pantano sombrío.
Los profesores no se amedrentaron y efectuaron su manifestación pacifica ante la mirada de los secuaces que deberían andar persiguiendo narcomenudistas en las colonias.
La protesta se llevó a cabo y el zenit llegó cuando un grupo de mentores derribaron una de las vallas e ingresaron a la plaza ¡y chidas pelas!
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En política, decía el maestro Reyes Heroles, “el fondo es la forma”; y resulta claro el mensaje de Riquelme a los ciudadanos: ni los oigo, ni los veo, ni les hablo. Seguro cree que la única forma de enfrentar un problema no es negociando, sino venciéndolo, y ahí se lo van a atorar.
Riesgoso para alguien que dice querer seguir en la política −en estos tiempos en donde no solamente se trata de cuidar las maneras− es cometer estos errores, ya que éstos se pagan en el momento de tener las urnas enfrente.
El dizque futuro senador está jugando sus últimas cartas porque sabe que a partir del 1 de diciembre no tendrá acceso a las millonadas en publicidad diaria que gasta del erario coahuilense, y sin patrocinador visible tendrá que someterse al apoyo baladí que le puedan dar los aliados del frente, cuantimás que ya no tiene nada que ofrecerles como en las elecciones de gobernador. Ahora sí que como diría Tarzán: “Kreegah bundolo” (cuidado, mata).