Polarización: una amenaza para la democracia y la sociedad
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Sesgos, desinformación y noticias falsas han complicado las condiciones para que el debate democrático, en cualquier latitud, sea posible
Sócrates vivió en el siglo 4 a.C. Fue acusado de corromper a la juventud y de negar a los dioses del Olimpo; por esto se le condenó a muerte. Como metodología para encontrar la verdad propuso la mayéutica –dar a luz o labores que tienen que ver con el parto−: una especie de confrontación a partir de cuestionar al oponente y que, inevitablemente, lleva a quienes se confrontan a la verdad.
Hoy, más que en otro tiempo, la visión de la realidad, en lo político y en lo social, están condicionadas no tanto por la confrontación política, sino por la polarización social. Entonces, “ni todo es verdad, ni todo es mentira, todo es de acuerdo del color del cristal con que se mira”. En concreto, la verdad depende de las circunstancias de cada persona. Relativismo moral puro.
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Una cosa es cierta, la confrontación política es necesaria, pero tiene un requisito: requiere de ideas. La polarización es, por su parte, el inevitable camino hacia la diatriba que no ve en el otro a un oponente, sino a una persona contra la que hay que ir por el sólo hecho de no pensar, no creer o no sentir de la forma en que uno piensa.
La confrontación precisa de argumentos; la polarización, de la rudeza innecesaria y, en muchos de los casos, de la irracionalidad, la fuerza, la imposición, el conflicto, el insulto y las emociones de quien busca imponer su verdad. La carencia de ideas y argumentos, por un lado; y el lujo de la imposición que da el poder, por el otro, son las divisas de la polarización. La confrontación política requiere respeto, educación, altura, evidencias, nivel argumentativo; la polarización, sólo emotividad. La confrontación de ideas como en la mayéutica socrática nos lleva a la verdad, la polarización al aniquilamiento.
En temas de polarización, el internet y las redes han tenido una participación toral. Sesgos, desinformación y noticias falsas han complicado las condiciones para que el debate democrático, en cualquier latitud, sea posible. Porque no sólo han afectado las condiciones de este, sino que las han intensificado.
Algunos autores, como Levitsky y Ziblatt (2018), ven en ella una amenaza para la democracia. Al respecto dicen que la polarización extrema puede llevar a los partidos políticos a tratar a sus oponentes como enemigos peligrosos, lo que puede justificar la ruptura de las reglas democráticas para evitar que esos enemigos lleguen al poder. Esto tiene ya rato de ser parte de la dinámica de la política en nuestro país, evidencias nos sobran.
Los recientes procesos electorales en Estados Unidos, México y Colombia han estado marcados por un clima de polarización social tremendo. Figuras como Donald Trump y Kamala Harris, en Estados Unidos, centraron sus campañas en desacreditar al oponente, situación que se repitió en México en junio de 2024. Las redes sociales y medios de comunicación jugaron un papel clave en la difusión de desinformación, intensificando la división social. Plataformas como Facebook, Twitter/X, TikTok y WhatsApp, así como medios tradicionales como Fox News, CNN y periódicos nacionales, participaron activamente en esta dinámica. En Colombia, con la llegada del progresismo al poder, también se vivió una fuerte polarización impulsada por redes y medios.
Lo que ocurrió recientemente con la reforma judicial y lo que ocurre con cualquier tema político es más que evidente. No sólo la polarización es una amenaza para la democracia, sino para la sociedad misma. Todo está perfecto si yo o nosotros lo organizamos, pero si lo organizan los de enfrente es un atentado contra la democracia. Así se ha destruido al sistema político, entre otras tantas afirmaciones catastrofistas. Lo peor del caso es que –los ciudadanos– basta con que no simpaticen, para darlo por hecho. No puede ser así.
El problema son los sesgos, porque el sentido formal de su existencia se fundamenta en el prejuicio sistemático que va directo a la percepción y comportamientos ciudadanos, –líderes sociales, políticos, medios y partidos–, lo cual afecta la interpretación de los hechos. Martha Nussbaum (2014) dice que los sesgos como el miedo, el odio o la indiferencia afectan de forma decisiva la democracia, de esta forma afirma que “la lucha política por la libertad y la igualdad debe ser, ante todo, una lucha dentro de cada persona, donde la compasión y el respeto compiten contra el miedo, la codicia y la agresión narcisista” (p. 35). Completamente de acuerdo.
En ese sentido, mucho ha tenido que ver la infodemia –exceso de información– y la posverdad –donde los sentimientos y las emociones personales son más importantes que la realidad–, que no nos permiten acabar de entender que se trata de sumar y no de restar; de multiplicar y no de dividir. A esto, Byung-Chul Han (2018), en “La Sociedad de la Transparencia”, dirá que vivimos en una sociedad donde el exceso de información sin filtro conduce a una crisis de sentido, haciendo más difícil distinguir lo verdadero de lo falso, lo relevante de lo trivial (p. 45). Y, en efecto, es lo que vivimos en nuestro país.
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Sí, la reforma no fue en términos metodológicos lo mejor. Sí, faltó un poco más de tiempo para organizarla adecuadamente. Sí, el gobierno se opuso a dar más tiempo. Sí, fue una elección bastante compleja. Pero también sí es inaguantable la corrupción y la impunidad de jueces y magistrados, ¿o no? La polarización en la que gran parte de la ciudadanía, teniendo como palanca de impulso un partido u otro, un medio u otro, un influencer u otro, una televisora u otra, un gobierno u otro, tienen como trasfondo la necedad, la intransigencia, una enfermedad de poder sistemática y una muy pobre memoria de corto plazo que ha perdido de vista la realidad. Usted exige cambios por todas, ¿por qué no en este ámbito?
O acaso lo que se vivió en Coahuila, que de 80 candidatos a puestos al Poder Judicial, 68 de los que ya estaban vayan a seguir juzgando, ¿está dentro de la lógica y el deber ser que muchos avalan? O ¿las cosas están bien sólo cuando yo las propongo? El mundo es de colores. No es solamente morado, rojo, verde, azul o naranja. Es cierto, el modelo de reforma judicial tiene muchas, pero muchas áreas de oportunidad, pero nada está escrito en piedra. Depende de usted y de mí que las cosas mejoren, estamos en el camino de una mejor sociedad mexicana. Así las cosas.