¿Es válido proponer que la Constitución y las leyes definan cuál es la configuración ‘correcta’ de la familia?
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Debate en breve por la comunidad de la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC
> A favor: Carlos Arredondo (CA), director del Centro de Debate y Argumentación en la Academia Interamericana de Derechos Humanos. Catedrático. @sibaja3
> En contra: Sergio Díaz Rendón (SD), catedrático de la Facultad de Jurisprudencia e Investigador de la Academia Interamericana de Derechos Humanos. @SERGIODIAZR_
CA: Quienes conciben el matrimonio como una institución cuyas características esenciales deben protegerse y preservarse, incluso mediante garantías constitucionales y legales, tienen derecho a expresar su visión sobre la forma de organización social y ese derecho se les debe garantizar.
Pero no sólo eso: además de expresar sus ideas, quienes defienden el modelo “tradicional” de familia deben ser escuchados y sus argumentos tenidos en cuenta a la hora de legislar; con mayor razón si han presentado una iniciativa al Congreso.
Y a sus planteamientos deben oponerse argumentos, no prejuicios ni otras posiciones dogmáticas, así se trate de “dogmatismos liberales”, pues a ninguna sociedad le viene bien construir sus reglas de convivencia a partir de silenciar la voz de quienes piensan diferente.
Quien concuerda con la idea liberal de familia debe prepararse a defenderla con buenas razones y ocuparse de convencer sobre la validez de éstas, no instalarse en la descalificación del otro a partir de estereotipos.
SD: Claro que es válido permitir que la sociedad se manifieste para exigir un modelo único de familia. La libertad de expresión sólo puede estar limitada excepcionalmente y por criterios que aprueben un test de racionalidad. Por regla general las voces de todos deben ser escuchadas máxime cuando se manifiestan respetando los cauces constitucionales, convencionales y legales. El mercado libre y democrático de ideas se enriquece según esté compuesto por un mayor número de opiniones; sería muy grave que, apriorísticamente, se censurara una postura determinada por más extrema que pudiera parecer para algunos.
Sin embargo, debe ser el grado de madurez democrático de la sociedad el que determine qué ideas o posturas deben ser eliminadas del mercado libre de las ideas. Considero que aquéllas que estén sustentadas en el absurdo, en dogmas, en cosmovisiones de índole religioso o que generen escenarios de discriminación, deben ser expulsadas y, por lo tanto, no pueden ser consideradas por la legislación.
CA: Caracterizar de ejercicio de “madurez democrática” la eliminación de posturas del mercado libre de ideas constituye un exceso retórico. Las ideas, en todo caso, deben ser derrotadas o superadas por otras, pero no puede plantearse su expulsión de la discusión pública por ser “absurdas”, “dogmáticas”, o “discriminatorias”.
A quienes sostienen tales posiciones debe convocárseles al debate y derrotárseles con mejores ideas y buenas razones, pues sólo así estaríamos en un escenario auténticamente democrático.
SD: Bajo ningún escenario, la consagración y el ejercicio de derechos humanos puede ser considerado un simple ejercicio de retórica. Quizá me entendió mal. Veamos, la historia ha demostrado –en múltiples ocasiones– que mientras más educada, informada y, por lo tanto, empoderada esté una sociedad, mayor capacidad tendrá para discernir la información que recibe; en este sentido, es la propia sociedad la que debe expulsar las ideas, mediante las herramientas que los escenarios democráticos proveen, por ejemplo, el debate.
CA:Sin duda es importante alcanzar progresivamente, como sociedad, mayores estadios de educación, información y empoderamiento. Pero en esa ruta resulta indispensable la existencia de un espacio donde las ideas, todas, puedan discutirse libremente. Y eso implica discutir la posibilidad de establecer en la Constitución un modelo único de familia. El planteamiento podrá ser derrotado y nunca convertirse en norma, pero la derrota debe surgir del contraste con otras ideas y no de ignorar su existencia.
SD: Efectivamente los espacios de discusión de ideas deben estar garantizados por el Estado democrático; en esa discusión, todas las ideas caben, ésa es una implicación de la libertad de expresión. Sin embargo, considero que hay una “pendiente resbaladiza” en su postura, ya que la derrota de las ideas no sólo debe surgir de su contraste, sino de su armonía con disposiciones constitucionales y convencionales. Los derechos humanos no deben depender sólo del contraste de las ideas. Eso podría ir contra su progresividad.
CA: ¿Cómo identificamos las “mejores” ideas sobre cualquier tema? Mediante el contraste con las “peores” ideas. Por ello, además de respetar el derecho de expresión de quienes piensan distinto, deben visibilizarse sus puntos de vista, pues el concurso de las “malas” ideas en la discusión pública constituye el único camino para detectar y adoptar las mejores. Lejos de excluir a quienes defienden el modelo “tradicional” de familia, debemos traerles a la mesa de discusión y disponernos a escucharles con atención.
SD: Coincido: las “buenas” y las “malas” ideas deben formar parte de la discusión pública; sin embargo, existen ideas que necesaria y apriorísticamente pueden ser consideradas como “malas”. En este caso, me parece medieval la idea de que la norma jurídica contemple una configuración “válida” y única de la familia, máxime cuando esa configuración atenta contra derechos no sólo de las personas homosexuales sino de personas heterosexuales que optan por un modelo de familia diferente al “tradicional”.
Este debate es un ejercicio de construcción argumentativa. Las posturas se sortean, por ello no necesariamente se refleja la convicción personal de los debatientes.