AMLO y libertad de expresión
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Desde la campaña electoral la "comentocracia antiobradorista" ha buscado cualquier pretexto para presentar a AMLO como un enemigo de la libertad de expresión. Ciertamente, AMLO tiene dificultades para procesar la crítica y son conocidas sus expresiones contra la "prensa fifí", y otras con las que en el pasado descalificó a una parte de los medios de comunicación.
Si bien estas opiniones son criticables, es importante considerar que fueron pronunciados por un candidato, no por un funcionario público. Siguiendo los criterios establecidos por la Corte Interamericana en materia de libertad de expresión, los dichos de un candidato son considerados como los de cualquier otro ciudadano. No será así a partir de ahora porque las palabras de un funcionario público están sujetas a un mayor escrutinio y deben cumplir con estándares más altos de exigencia.
Lo que sorprende de las opiniones que ha venido haciendo la "comentocracia" es que cualquier crítica a la prensa sea vista como un ataque a la libertad de expresión. Como si la prensa, los periodistas o los opinadores pudieran criticar pero jamás ser criticados. Tres ejemplos recientes muestran el tamaño del absurdo al que han llegado algunos "comentócratas" en su empeño por presentar a AMLO como un enemigo de la libre expresión:
1. En plena campaña se anuncia la presentación de un documental sobre populismo. López Obrador descalifica el material. La productora lo acusa de ejercer presión para que sea censurado. La "comentocracia" lo secunda sin más: "Estamos ante un auténtico represor que puede negarnos el acceso a nuestros derechos fundamentales", escribe un articulista en La Razón. Raúl Trejo acusa al candidato de promover "la censura previa". Nada más inexacto porque, como él mismo lo sabe, esto implicaría un Estado que mediante actos de autoridad proscriba un discurso de la vida pública.
2. López Obrador gana la elección. Al mes se anuncia la salida de Carlos Marín, de Milenio, y Carlos Ramos Padilla, de ABC Radio; otros 100 periodistas son despedidos de Milenio. Trejo, quien ha escrito ríos de tinta sobre el buen ejercicio periodístico deja esos preceptos en el aula para lanzar un nuevo tuit: "gravísimo si las salidas de Marín y Ramos Padilla se deben a presiones del equipo de AMLO". Vaya. Cuánta libertad de expresión para especular.
3. José Woldenberg, Roger Bartra y Lorenzo Meyer anuncian su salida de Reforma. Trejo especula una vez más: el periódico ha tomado esta decisión porque teme a la "intolerancia del nuevo gobierno". ¡Claro! ¡Muy lógico! Por eso han despedido a Meyer en lugar de echar a Isabel Turrent o a Denisse Dreser. Luego Héctor de Mauleón presagia "una catástrofe para el periodismo". Como si la catástrofe no hubiera empezado hace tiempo para los periodistas, con los 118 que han sido asesinados de 2000 a la fecha, las mil 986 agresiones que han sufrido durante el gobierno de Enrique Peña Nieto… o como si la catástrofe no fuera tener un periodismo adicto a la publicidad oficial y medios que el gobierno federal trata como si fueran entidades paraestatales.
Las razones de la "comentocracia" para estar tan nerviosa probablemente sean otras. El nuevo gobierno no solo ha decidido reducir los sueldos de los altos funcionarios públicos. Para efectos prácticos, también recortará los sueldos de un buen número de directores, editores y columnistas (algunos de los cuales ganan sueldos de secretarios o subsecretarios) que muchas veces se pagan con nuestros impuestos. A esta situación se suma la crisis de una industria que cada vez tiene menos anunciantes privados.
El periodismo y los periodistas enfrentan una enorme prueba de fuego. Es entendible que una situación como esta genere preocupación e incertidumbre entre quienes trabajamos en medios de comunicación. Ante ello se puede responder de dos formas: con actos desesperados y acusaciones sin sustento o elevando la apuesta para reinventarnos, hacer una labor más creativa que nos haga competir realmente, honrar el ejercicio de la profesión y hacer un verdadero periodismo.