Biden vs Trump: Una Perspectiva desde México

Politicón
/ 1 septiembre 2020

Ante las próximas elecciones norteamericanas México permanece a la expectativa. Mucho se discute con cual presidente le iría mejor a México, si con Biden o con Trump. En primer lugar, partamos de la hipótesis de que el partido que gane la presidencia ganará también la mayoría en ambas cámaras, senadores y representantes. Es decir, tendríamos un gobierno absolutamente demócrata o absolutamente republicano.

Antes de entrar en materia, hagamos una breve exposición de la filosofía que orienta a cada partido.

a) A los demócratas se les reconoce por practicar los principios del colectivismo igualitario y suelen gobernarse por decisiones colectivas. El Demócrata puede catalogarse como un híbrido en términos culturales, entre jerarquía e igualitarismo. Se asemeja al social-demócrata escandinavo, que busca aplicar políticas igualitarias como el seguro nacional de salud y una política fiscal redistributiva. En el ámbito exterior asume una política internacionalista que se identifica con el control de armas en general y las nucleares en particular y postula los derechos humanos. Puede afirmarse que se identifican con una filosofía humanitaria, de justicia social.

b) Los republicamos practican políticas individualistas con igualdad de oportunidades y buscan la autorregulación como un sustituto de la autoridad, el presupuesto balanceado, el gasto gubernamental moderado, la reducción de los impuestos y el estímulo a la creación de instituciones particulares que medien entre el gobierno y el ciudadano. Postulan la autoayuda en el ámbito internacional y la distribución equitativa de los cargos.

Durante la Gran Depresión 1929-1933, Franklin Delano Roosevelt, demócrata, le ganó a Herbert Hoover la elección en medio de la gran crisis. Asesorado por el economista inglés John Maynard Keynes, proclamó el “New Deal”, abandonó el liberalismo no interventor en la economía y, contra todos los postulados liberales, a base de inversiones públicas deficitarias pudo sacar a su país de la depresión, lo que se consolidó plenamente cuando Estados Unidos entró a la II Guerras Mundial.

Si América Latina hizo suyo el régimen político diseñado por los fundadores de la nación norteamericana, luego asumirían, en términos generales, el keynesianismo aplicado por Roosevelt. Los republicanos nunca le han perdonado a Roosevelt su forma de gobernar, al que todavía tachan de “socialista”. Los demócratas siguieron esa pauta, mientras los republicanos se radicalizaron como liberales, enfrentamiento político-ideológico que vuelve a polarizar a la ciudadanía norteamericana cada vez que hay elecciones, particularmente si son presidenciales.

Si gana Biden —quien lleva ventaja— es muy probable que el gobierno, dada la tradicional alianza de los demócratas con el sindicalismo de su país, se ponga más exigente con el cumplimiento de los requisitos del T-MEC, que aceptó el negociador mexicano sin previa consulta con los empresarios mexicanos."

Dado el poderío militar, económico y político de Estados Unidos de América, la próxima jornada electoral es importante para todo el mundo. México, que durante muchos años fue el simple traspatio norteamericano, ha fortalecido su relación comercial con los vecinos del norte a partir de la firma del TLCAN, ahora convertido en T-MEC. O sea, que a la ventaja de la vecindad geográfica se agregó una sólida cadena de valores productivos y comerciales, sin menoscabo de la importancia que representan para México las inversiones extranjeras, el turismo estadounidense y las remesas que envían sus migrantes.

Trump afirmó que el TLCAN era un “desastre” para Estados Unidos y que habría que reformarlo, ya que durante años México le había “robado” empleos y que además su país sufría un injusto desbalance comercial. Ante su demagógica amenaza de que retiraría a su país del tratado, obligó a su revisión a fin de establecer requisitos orientados a repatriar capitales, a recuperar empleos y a construir una balanza comercial favorable a su país.

En México el gobierno ha festinado como un gran logro la firma del nuevo T-MEC. Claro que nos es muy importante ya que se mantienen las condiciones básicas del libre comercio y de las inversiones extranjeras. Sin embargo, hay que hacer dos consideraciones: 1) Que el tratado quedó en los términos que Trump y Trudeau establecieron, imponiéndole a México requisitos asociados a las reglas de origen en cuanto a porcentajes de insumos nacionales —75%— y que para ciertos productos de alta tecnología deban ser producidos por trabajadores cuyo salario no sea menor a 16 dólares la hora, aceptando México la intromisión de “observadores” que se encargarán de ver si cumplimos con tales requisitos. . 2) Que no será fácil que las anheladas inversiones de nuestros socios sigan fluyendo, dada la pérdida de confianza del capital extranjero en el gobierno mexicano. Y esto es crucial ya que sin inversiones extranjeras o nacionales, públicas o privadas, no habrá recuperación alguna.

A tal hecho, habría que agregar el sentido reproche de Biden a López Obrador por su visita a Trump, que se interpretó como un respaldo a la candidatura del republicano.

Es cierto que en México prevalece una mayor simpatía por los demócratas, quizá por aquella política del “Buen Vecino” que proclamó Franklin Delano Roosevelt y recordando la “Alianza para el Progreso” de John F. Kennedy, ambos demócratas, mientras que otro Roosevelt, Teodoro, republicano, aconsejaba que cuando su país negociara con los países como el nuestro, habría que llevar en una mano un garrote (big Stick) para lograr sus objetivos, como quien dice por la buena o por la mala. A esto agreguemos la insultante y grosera actitud de Trump en contra México y los migrantes mexicanos, a los que llegó a calificar de narcotraficantes, violadores y criminales.

Trump se ha encargado de poner en su contra a los migrantes, especialmente a los mexicanos, centroamericanos y musulmanes. A la población negra, a las mujeres por misógino y a gran parte de la juventud que se ha levantado en protesta por la desalmada conducta de la policía, marchas a las que Trump califica como anarquismo y terrorismo”.

La Convención Demócrata, según los expertos fue todo un alarde de tecnología, ya que debido a la pandemia, se realizó de manera austera y virtual. El discurso de Biden fue bien estructurado y bien expresado, no obstante que tiene ciertas limitaciones para hablar. Su contenido puede calificarse como humanista, defensor de la igualdad del género humano y de los valores cívicos y morales sobre los que se construyó su nación. Para los republicanos liberales fue un discurso izquierdista, pues Biden se comprometió a seguir algunas propuestas de los grupos “radicales” de su partido. Esto ya lo tomaron como bandera sus opositores para infundir miedo al pueblo americano, afirmando que si Biden gana se racionarán hasta las hamburguesas y que Estados Unidos se va a convertir en otra Cuba u otra Venezuela.

La Convención republicana que fue denominada “Tierra de Grandeza”, se realizó teniendo a la Casa Blanca como escenario, a pesar que desde 1939 hay una ley que prohíbe que en tal mansión se lleven a cabo eventos partidistas. Trump lo hizo así para capitalizar a su favor el símbolo de poder que representa la Casas Blanca. Además lo rodearon de un sinfín de banderas norteamericanas que sirvieron de marco a su discurso nacionalista y patriotero. El evento fue, en los hechos, una fiesta republicana, evento faraónico que terminó con cantos operísticos, a pesar de que el país cruza por una tremenda tragedia humana.

Seguramente que Trump, con su cantaleta de “America First” continuará con su política de repatriar empresas americanas —principalmente, de China y de México—, insultando a los mexicanos y concluyendo su famoso muro afirmando que México lo está pagando.

Biden ha actuado con mayor sensatez y sus seguidores lo consideran hombre equilibrado, capaz y honesto. Trump tiene fama de todo lo contrario. En las últimas semanas se le han acumulado errores y hechos que han demeritado aún más su imagen, como por ejemplo la publicación del libro crítico de John Bolton quien fuera Asesor de Seguridad Nacional en el gobierno de Trump,“The Room where it happened”, con el subtítulo “A White House Memoir; el de Mikel Cohen, su antiguo abogado, que se publica en dos semanas bajo el título de “Disloyal”, con la inscripción “The true story of the personal attorney of Trump”;  y el de su sobrina, Mary Trump “Too Much and Never Enough” , con el epígrafe “How my family created the world most dangerous man”, señalando lo ventajoso que es su tío. Por si fuera poco, habría que añadir las declaraciones de su hermana mayor, que lo califica de hombre sin valores morales.

A todo eso hay que agregar el racismo reflejado por la policía en dos atentados recientes contra hombres de color como fue el asesinato de George Floyd y el balaceado Jacob Blake. Además pesa en su contra el desatado racismo de los supremacistas y el pésimo manejo de la política de salud, cuando durante mucho tiempo no le dio importancia a la pandemia y todavía se resiste a usar el cubre bocas, lo que imitan sus seguidores, como bien se vio en los cerca de 2000 invitados a la Convención Republicana. Tal conducta ha agudizado la pandemia en Estados Unidos que presenta el mayor número de contagios y decesos, amén del grave estancamiento de la economía.

Trump se ha encargado de poner en su contra a los migrantes, especialmente a los mexicanos, centroamericanos y musulmanes. A la población negra, a las mujeres por misógino y a gran parte de la juventud que se ha levantado en protesta por la desalmada conducta de la policía, marchas a las que Trump califica como anarquismo y terrorismo. En lugar de meter al orden a las policías, en la Convención Republicana, sin precedente alguno, le hizo un sentido homenaje a los policías cuyo sindicato de Nueva York, integrado por 25 mil miembros le dio todo su apoyo.

En el ámbito internacional Trump se ha contrapuesto con Europa, atacando a la OTAN, a la Organización Mundial de la Salud, ha sacado a su país de la UNESCO, ha renegado del Acuerdo de París relativo al calentamiento global, fomenta el carbón, altamente contaminante, como fuente de energía y ha actuado de manera irrespetuosa con varios Jefes de Estado, como sucedió con la señora Ángela Merkel, Primer Ministro de Alemania. Ha agudizado su relación con la República Popular de China, declarándole una absurda guerra comercial, que no tiene sentido dada la interdependencia económica ya existente entre ambas naciones. En cambio ha llevado una relación en buenos términos tanto con la Federación Rusa, otrora enemiga acérrima de Estados Unidos, como con Israel en su disputa con los palestinos, lo que le ha representado la animadversión de los países árabes.

Según encuestas, Joe Biden, católico, de 78 años, quien fuera vicepresidente de Barak Obama en sus dos períodos, lleva una ventaja entre 8 y 10 puntos porcentuales sobre su rival. Donald Trump es presbiteriano de 76 años, empresario y famoso por su programa de televisión. Biden lleva como vicepresidenta a Kamala Harris, abogada quien fuera Fiscal General y Senadora por California, con ascendencia hindú y jamaiquina. Es la primera mujer de color que aspira a la vicepresidencia de Estados Unidos. Sus raíces étnicas, su talento y carisma son factores que mucho ayudarán a que Biden gane la presidencia. Trump lleva en su fórmula a Mike Pence quien ha fungido como vicepresidente “florero”.

México tiene pocas posibilidades de salir de su abismal estancamiento, cualquiera que sea el ganador en Estados Unidos. López Obrador se ha encargado de atacar al sector empresarial del país y de crear la desconfianza del capital extranjero. No solamente se ha reducido la inversión extranjera, sino que ya hay casos notables de empresarios mexicanos que están invirtiendo en el extranjero. Además los demócratas estarán muy atentos a que México cumpla las nuevas condiciones que establece el T-MEC. Trump, con lo racista que es seguirá atacando a nuestros migrantes, cancelará el DACA, recortará o cancelará el Medic Care, continuará su política de evitar inversiones norteamericanas en México, y seguirá presionando por el regreso a su país de compañías radicadas en el extranjero, especialmente en México.

Claro que la polarización que caracteriza al actual proceso electoral norteamericano podrá calmarse una vez que pasen las elecciones. Es probable que el presidente electo inicie un movimiento hacia el centro tratando de sumar a los contrarios y tendrá que aplicarse a superar la pandemia y a sacar a Estados Unidos del hoyo del estancamiento económico. México volverá a su histórico lugar de escaso interés para el hegemón mundial.

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM