Bipolarización mundial por crisis venezolana

Politicón
/ 15 febrero 2019
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Las grandes conflagraciones internacionales, como las guerras mundiales del siglo pasado, estallaron a partir de conflictos regionales en los que se cruzaron intereses de diversas potencias, decididas a dirimir sus disputas, cambiar el sistema y a sostener su prevalencia por la fuerza. En esas circunstancias, los canales de negociación diplomática se obturaron y las instituciones establecidas para gestionar la convivencia estable entre las naciones fueron reducidas a la irrelevancia.

Lo determinante en esas tragedias bélicas fue la ceguera y el desdén de los responsables de los estados hacia las señales de alarma que aparecían en los sismógrafos de la política mundial. A pesar de los crecientes movimientos telúricos, incrementaron la conflictividad. Unos y otros apostaron a disuadir a su adversario creando el escenario extremo de un desenlace catastrófico que al final arrasó con todos.

Christopher Clark en su libro “Sonámbulos” (Galaxia Gutenberg, 2015) estudia la forma como se configuró la crisis que condujo a la Primera Guerra Mundial. Comienza por subrayar que nadie la anticipaba: “La paz reinaba en el continente europeo la mañana del 28 de junio de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando con su esposa Sofía Chotek llegó a la estación del tren de Sarajevo. Treinta siete días después estaba en guerra”. Y para valorar las consecuencias de la misma, cita al historiador norteamericano Fritz Stern: “La primera calamidad del siglo XX, la calamidad de la que surgieron todas las demás calamidades…”

Clark hace un exhaustivo análisis de la documentación y la bibliografía que se ha escrito sobre las causas y precedentes de aquella tragedia: “…los trabajos más interesantes de los últimos tiempos sobre el tema sostienen que, lejos de ser inevitable, de hecho esta guerra era ‘improbable’, al menos hasta que ocurrió realmente…”. En su trabajo, “pretende demostrar cómo se ensamblaron las piezas de causalidad que, una vez en su sitio, permitieron que la guerra tuviera lugar…”.

En ese proceso de ensamblaje bélico —sigo con Clark— un factor clave fue la transformación del sistema de alianzas entre las grandes potencias europeas. En el lapso de veinte años (1887-1907) pasó de ser un arreglo “multipolar, en el que multitud de esfuerzos e intereses se compensan entre sí en un equilibrio inestable” a “una Europa bipolar organizada alrededor de dos sistemas de alianzas”.

Señala: “…la polarización del sistema geopolítico europeo era una condición previa fundamental para la guerra que estalló en 1914…La separación en dos bloques de alianzas no causó la guerra… Con todo, sin los dos bloques la guerra no hubiera estallado del modo en que lo hizo…”.

Esta dinámica hay tenerla presente a propósito del parado internacional que se ha formado frente a la crisis humanitaria en Venezuela, provocada por el régimen dictatorial socialista. Prácticamente todos los actores internacionales relevantes se han colocado dentro de una alineación 2+1 cuasi bipolar.

Del lado que postula la solución por la vía democrática se ubican Canadá, Estados Unidos, la mayoría de los países de la Unión Europea y los latinoamericanos del Grupo Lima; entre otros, Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia. Otro polo, en apoyo y sostenimiento al régimen de Maduro: Cuba, Rusia, China, Nicaragua, Bolivia. Vecino a este se colocó el neutralismo tercerista encabezado por México y Uruguay que promueve el diálogo entre los protagonistas venezolanos.

En la reunión del Grupo de Contacto —europea y latinoamericana— celebrada en Montevideo (07/02/19) se hizo llamado para que se convoque de inmediato a elecciones presidenciales libres, transparentes y creíbles de acuerdo con la constitución venezolana y se abogó por una solución pacífica que excluya el uso de la fuerza. México no firmó la declaración y su iniciativa de diálogo sin el condicionamiento de la celebración de elecciones no prosperó.

@L_FBravoMena

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