Decálogos huecos

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De acuerdo con la Real Academia Española, la palabra decálogo se define no sólo como el “conjunto de los diez mandamientos de la ley de Dios”, sino también como el “conjunto de normas o consejos que, aunque no sean diez, son básicos para el desarrollo de cualquier actividad”. En realidad, no es un concepto ni novedoso ni difícil de entender, pero tal vez sea relevante en estos días porque de pronto hay quien cree que con decálogos se puede manejar un problema o, incluso, un País.
La verdad es que no está de más tener decálogos, entre más simples mejores, para atender o encauzar problemas, actitudes, costumbres o visiones, pero debemos ser cuidadosos de no pensar que un decálogo sustituye a las reglas o leyes formales establecidas, especialmente en el ámbito del gobierno en todos sus niveles. Por eso preocupa que el Presidente de México y sus incondicionales piensen que inventar decálogos sobre la marcha sea gobernar. Llama la atención que quienes tienen el poder crean que con consultas de frutsi en mano, rifas o decálogos puedan reemplazar mecanismos formales de consulta, medidas de política económica o simplemente cumplir y hacer cumplir la ley.
Por eso, propongo el primer decálogo antidecálogos, basado en gran parte en lo que ya contempla la Constitución y las leyes:
1. México tiene un grave problema de inseguridad. Sí, empezó antes, pero sigue hoy. Conviene reconocerlo. La seguridad de las personas debe ser la prioridad número uno del gobierno, ya que sin seguridad no hay Estado. Hombres y mujeres (iguales ante la Ley) demandan seguridad. No se trata sólo de homicidios de alto impacto. La gente se siente insegura en los pueblos y ciudades del País.
2. Guardar y hacer guardar la constitución y las leyes no se refiere a guardarlas en un cajón y dejar que cada quién haga lo que quiera. Es el primer compromiso que hace un presidente o gobernador; no importa si son conservadores, neoliberales, mesiánicos, izquierdistas, brillantes o corruptos. Aplicar la ley y reducir la impunidad, en todo tipo de delitos, es urgente.
3. Sin crecimiento no hay desarrollo. Es fundamental perseguir agresivamente el crecimiento. Es el que paga el alto costo del gobierno, programas y ocurrencias de todo tipo. Sin crecimiento no hay empleos; sin empleos hay hambre, inseguridad y pobreza que no se acaba.
4. Una rifa es buena ocurrencia y distracción, pero no sustituye a medidas serias de política económica. Ninguna sociedad se ha desarrollado organizando rifas. No importa cuánto te aplaudan los incondicionales, hay ocurrencias que desperdician capital político.
5. La corrupción es un cáncer. No es exclusiva de “los de antes” o de mis adversarios; también puede haber corruptos a mi alrededor. Señalarla sin sancionarla no arregla nada. Los pactos, reales o percibidos, con los de antes o los de hoy, siguen insultando al ciudadano.
6. El amparo no debe ser de uso exclusivo de los amigos, de quien tiene dinero, influencia o poder.
7. Los monopolios y las prácticas monopólicas están prohibidos por la ley. No importa que sean amigos o que compren muchos boletos de una rifa.
8. La Constitución dice que el Presidente no puede pertenecer al estado eclesiástico ni ser ministro de algún culto. Cuando dice culto, se refiere a cualquier culto. De nada sirve una “constitución moral” si la constitución política es ignorada. A menos de que seamos una secta.
9. Las consultas de trascendencia nacional están contempladas por la constitución y deben ser convocadas por el Congreso y realizadas el día de las elecciones. Consultas a mano alzada (la que no trae frutsi), entre cuates, no dan confianza y no son legales.
10. Hacer un decálogo para atender cualquiera de los puntos arriba mencionados no va a funcionar. Si llega a funcionar, seguro fue una casualidad y no gracias al decálogo. Se necesita voluntad, sentido común y muchos años de trabajo enfocado para resolver los problemas que tienen al país en el subdesarrollo.