Doradas sorpresas
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Comer es el acto íntimo que compartimos con más personas, por eso siempre elijo con quién comer o prefiero comer solo. Afortunadamente en mi última visita esto no fue problema. Fui a Maíz Dorado con mi familia, a festejar un cumpleaños, éramos 10 personas y la experiencia no pudo ser mejor.
Está en Valdéz Sánchez 1816, a un lado de Olmo Disco. Desde que entras el aspecto de una casona -del tipo de las que ahora son Hotel Boutique en el centro del país-, te dibuja una sonrisa. Tienen dos áreas; el comedor, dividido en salones y el patio, dominado por un puente de madera y flanqueado por cuatro fogatas “flotantes”.
Llegué con hambre, ¡quería todo!
La oferta de bebidas es la necesaria, me dio gusto ver que la carta incluía varios vinos coahuilenses como el Scielo y el Sol de Noche, aunque sería bueno que lo aclararan en la carta. También tienen algo de coctelería contemporánea y si no quieren tomar alcohol, les recomiendo el agua de jamaica con guayaba.
A la mesa llevaron tortillas y gorditas de maíz fritas en “arrumas de carnitas” -como dijo mi abuela- y tres salsas, una verde, una roja y una salsa dulce -como de piña con jalapeño-, fue una sorpresa deliciosa.
Lo que hice al ordenar podría hacer levantar la ceja a los puristas, pero como siempre he pensado que las únicas reglas que importan son las que la naturaleza impone, me valió. Convencí a mi familia de ordenar al centro. Les aconsejo que hagan esto cuando vayan a un lugar nuevo con un grupo de personas de confianza ¡es genial! Como en este caso, puedes probar gran parte del menú, la convivencia es más relajada y les aseguro que todos van a salir satisfechos.
Como entradas pedimos unos espárragos, tuétanos, ensalada de jícama y chicharrón de pulpo -tengo que comprar un teclado contra agua por que no puedo evitar salivar al acordarme-. Los espárragos estaban en su punto. Los tuétanos son mi gusto culposo heredado de mi abuelo, estos eran cuatro pedazos de paraíso como de 25 centímetros. La ensalada de jícama fue la segunda sorpresa de la noche, fue construida a base de láminas de rábano, jícama y pepino, estaba bañada en limón y el elemento gratamente inesperado fueron los camarones secos que le daban el acento perfecto. Yo amé el pulpo, mi mamá no tanto, pero creo que fue por que no lo probó con la salsa dulce y un toquecito de limón.
Como principales pedimos una pasta con mejillones, Rib-eye, Cabrería y pizza de alcachofa con jamón serrano. La pasta era linguine enriquecida con el sabor de los mejillones, mantequilla, hierbas y vino blanco. Los carnívoros como mi hermano le van a querer poner un altar al Rib-eye, estaba delicioso, la cabrería también, pero el Rib-eye fue mi favorito. La pizza es de la masa es delgada y crujiente con una salsa deliciosa.
En esta ocasión nos faltó probar los postres del restaurant por que le entramos al pastel del cumpleañero, tengo pendiente eso y regresar a probar la especialidad de la casa, el Filete al Trapo.
Aunque el menú no pareciera tan mexicano, más bien argentino, el lugar es de esos que te ayudan a impresionar, de los que enmarcan perfecto un momento especial, de los que se quedan en la mente de tus invitados; el sitio, el menú y el servicio no te harán quedar mal, es una apuesta segura.