El Maverick
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Según el traductor de Google, maverick significa disidente. Para mi gusto la traducción se queda corta. Si buscamos el significado en inglés, el Diccionario Merriam-Webster ofrece dos definiciones, una referente a los animales y otra para los humanos. En todo caso, las dos aproximaciones son más certeras que la de Google. Tropicalizado, el término maverick significa: 1. “un animal sin marca”; o 2. “Individuo independiente que no suele ir en el montón, con la mayoría o con el grupo del que forma parte”.
La definición le viene como anillo al dedo al recién fallecido senador estadounidense, republicano por Arizona, John McCain, y así lo apodaban: “El Maverick” del Senado. Murió el sábado pasado a los 81 años, tras una lucha de un año contra un cáncer cerebral. Padecimiento que también le quitó la vida hace nueve años a su gran amigo y rival político, el demócrata Edward Kennedy.
Hijo y nieto de almirantes de cuatro estrellas en la naval estadounidense. En 1967, durante la guerra de Vietnam, fue derribado el avión que tripulaba. Durante cinco años y medio fue prisionero de guerra, dos de ellos los vivió en confinamiento solitario. Cuando sus captores se enteraron del rango que ostentaba su padre, le ofrecieron trato preferencial, que McCain se negó a aceptar. Exigió el mismo trato que recibían sus compañeros de cautiverio. Padeció tortura que le dejó secuelas y discapacidades de por vida. Esa experiencia explica su terminante oposición y crítica permanente a cualquier tipo de tortura en los interrogatorios practicados por el ejército estadounidense.
Se retiró del ejército con las más altas condecoraciones. Regresó a su país para reiniciar su vida y, en 1982, resultó electo por primera vez a la Cámara de Representantes. En 1986 fue electo senador por Arizona, cargo que ocupó 32 años hasta el día de su muerte. Buscó la Presidencia de los Estados Unidos. Primero enfrentó a George W. Bush en la primaria republicana. Tras una dura batalla, que arrancó con fuerza, fue superado por la maquinaria y el dinero de su adversario, terminó aceptando el resultado y apoyando al ganador. Ocho años después regresó a la contienda republicana y ganó la nominación para competir con Barack Obama.
McCain fue gran amigo de México, de los mexicanos y de los migrantes. Defendió a éstos de la primera ofensiva que sufrieron durante el primer gobierno de Clinton. En la era Bush, buscó reiteradamente una reforma migratoria integral. La cúspide de esa lucha tuvo lugar cuando, de la mano de Ted Kennedy, presentaron una iniciativa conjunta que daba pie a una reforma posible. Pero los radicales de ambos bandos se impusieron a los leones del senado.
En el arranque de campaña presidencial, la costumbre dicta que los candidatos hagan un viaje internacional para fijar postura y prioridades. Obama viajó a Alemania, donde fue recibido como estrella de rock. El viejo McCain viajó a México y llevó una ofrenda a la Basílica de Guadalupe. En aquella elección, el voto hispano apoyó arrolladoramente a Obama, político que no conocía México, que nunca tuvo en su agenda la migración en su corta carrera política y que todavía hoy tiene el deshonroso privilegio de ser el mandatario estadounidense con el mayor número de deportaciones contabilizadas. Ni siquiera Trump ha podido alcanzarlo.
McCain fue un hombre libre, en toda la extensión de la palabra. Luchó contra el sistema de privilegios y todo aquello que lo sustenta, especialmente el despilfarro en las campañas electorales. Férreo defensor de un conservadurismo clásico, compasivo y respetuoso de los derechos humanos. Siempre se opuso a los demócratas, pero defendió el derecho a disentir de sus adversarios y siempre exaltó su patriotismo. En plena campaña presidencial tuvo la hombría de defender públicamente a Obama, su adversario, cuando los radicales de su partido lo llamaban “árabe” o “antiamericano”. Es histórica la corrección que hizo a una señora profundamente ignorante que usó esos adjetivos para denostar a Obama. McCain respondió: “El senador Obama y yo podemos tener muchas diferencias de opinión, pero él es un buen hombre, es americano y un buen padre de familia”.
Con la gracia y valentía con que se opuso en muchos temas, apoyó otros. No importaba el color o el partido que propusiera tal o cual proyecto. Desde el Senado dio su última gran batalla, en el seno de su partido, frente al demagogo Trump. Su decisivo voto y su ejemplo en votaciones cruciales lograron que el inquilino de la Casa Blanca no impusiera sus locuras demagógicas.
Cuando los grandes mueren, el cielo está de fiesta. Pero también lo estamos en esta vida porque nos dan ejemplo de lo bueno que se puede ser y hacer.
@chuyramirezr