El oficio de las tijeras
COMPARTIR
TEMAS
Ancestral el oficio peluquero genera en el recuerdo los olores de lavanda inglesa, el vapor de la tetera y cabellos húmedos, de una época distinta en comportamientos, costumbres, gozos y famas.
La historia del oficio nos remonta al antiguo Egipto en donde las pelucas tuvieron su auge, y predominaban las tradicionales de pelo lacio, con flequillo, cortado muy parejo en un largo que llegaba a los hombros. Pero otro gran aporte de los egipcios fue en cuanto a la coloración, ya que descubrieron la utilidad de la henna, que les permitió obtener colores rojizos y caobas.
En mi tierra haré remembranza de las peluquerías de moda y acceso, en plena época del enfrentamiento entre los cortes clásicos: militar,flat-top,old school o brush y las largas cabelleras enemigas del tijereteo o al menos el arreglo peculiar.
El referente de los 60’s en Saltillo, era la peluquería Arizpe, enclavada en la calle de Victoria frente a Telégrafos, salón con unos 6 sillones y amplia vitrina, que me hizo conocer mi padre primero en compañía, después al sufrir el embate de limón (en realidad se apellidaba Cisneros) o Ruiz, en mi abundante cabellera con la necesaria protesta y pataleo de mi parte, en el ejercicio de mi derecho a portarla, hoy tan ajena y escasa, es más inexistente.
La pared llena de cuadros con fotografías del Saltillo antiguo, grandes espejos y el cartel con los 5 o 6 cortes ofrecidos, constituían la decoración del lugar, siempre engalanada de la sabiduría del oficio y la agradable charla, tanto de los clientes como de los singulares peluqueros que formaron escuela en la ciudad, no podría afirmar si fue una desavenencia mercantil o la fuerza del destino, terminaron con el negocio, que luego fue trasladado con el mismo nombre a la calle Acuña y después cambió de imagen al ser atendido por estilistas, guardando la calidad de sus maestros.
De ese éxodo nació el salón Lorna del señor Ruiz, en donde se especializaron en el arreglo de damas.
La Peluquería Rex, del maestro don Melchor Marines, que estaba en la calle Narciso Mendoza, entre Manuel Acuña y Padre Flores.
Otra más era la Peluquería Monclova, que atendía en el local central del Teatro García Carrillo, hoy convertido en museo.
Richard, otra peluquería famosa, cuyo propietario primero laboró en la Arizpe y hoy continúa en el oficio.
La Peluquería Palacio, de don Fidel, ubicada en la calle Acuña, junto al cine que fue presa del destino conjunto del cinema.
Siguiendo por el centro llegábamos al Hotel Hidalgo en el que funcionó una pequeña peluquería del mismo nombre por cerca de 40 años.
A finales de los 70’s y por tres décadas, un estilista forjó estilo en la ciudad con un local en la colonia República y posteriormente por el rumbo de la clínica dos del IMSS: Gerald.
En otro terruño, Piedras Negras, mi aventura inició en la infancia como parte de esa ceremonia de tío Blas y la proclividad a podarnos el cabello tres veces por año en la peluquería de Lando, peluquero único y propietario, conocedor de las técnicas tradicionales de corte fronterizo. El local pequeño, contenía una colección de relojes de pared con un espectáculo ruidoso al anunciar la hora al unísono.
Más modernos los negocios de George, en Matamoros y Ocampo y Agustín al lado del Santuario de Guadalupe o el maestro por la calle de Matamoros en pleno centro de la ciudad.
El oficio aprendido de generación en generación con la debida paciencia y observación del aprendiz y su maestro, fue evolucionando con la existencia de escuelas e institutos que transformaron los estilos y la esencia de la peluquería de pueblo, llena de anécdotas, consejos, chismes y hasta sitios de decisión de políticas y leyes, inclusive acciones de Gobierno, con ese encaminado de personajes a darse baños de pueblo.
Hoy debemos recodar que un simple peluquero cambió la percepción del negocio mundial con sus tijeras, Vidal Sasson, quien mencionó: “El único lugar en el que éxito viene antes que el trabajo es en el diccionario”.