Felipe Calderón, el hijo desobediente; en su apodo lleva la mejor definición de su personalidad
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Su conducta neurótica, su inclinación a la violencia y su motivación por la desobediencia nos dan indicios de que Felipe Calderón es un alienado mental, un diagnóstico que no emite este columnista, sino que es la percepción de gente seria, que fue muy cercana a su familia y a su entorno, personas como Jorge Eugenio Ortiz Gallegos y Carlos Castillo Peraza, entre otros.
Citar a Ortiz Gallegos es acudir a una personalidad con un respaldo ético incuestionable, a un militante del PAN que fue legislador, consejero nacional y miembro del CEN por muchos años, que conoció a Felipe Calderón desde niño porque era amigo entrañable de su padre, don Luis Calderón Vega, además paisano de Morelia, ambos, recios opositores al antiguo régimen en los años más difíciles de Acción Nacional.
Don Jorge fue por muchos años –hasta su muerte en el 2010– el decano de los articulistas de El Universal, un gran analista político, ideólogo, ensayista, teólogo y poeta. Y este hombre admirable dejó testimonio fehaciente de la oligofrenia mental de Felipe Calderón.
Ortiz Gallegos recuerda a Felipe usurpando la dirigencia nacional de las juventudes panistas y golpeando violentamente la mesa de asambleas del CEN del PAN para oponerse a un homenaje a su propio padre, don Luis, considerado como el historiador del partido. Don Jorge siempre consideró a Felipe un mal hijo que nunca honró la memoria de su padre, a quien ofende por su apago al ominoso corrido “El hijo desobediente”, título que dio a su libro y al autobús de su campaña y donde un pendenciero “Felipe”, según el corrido, amenaza de muerte a su padre que pretende corregirlo.
Y cierto es que Luisa y Felipe Calderón nunca honraron la memoria de don Luis, un hecho que siempre lo constató la vieja guardia panista. Y el propio don Luis Calderón nos lo confirma en sus “Memorias del PAN”, cuando en 1950 se opuso tenazmente a la candidatura de Dámaso Cárdenas al Gobierno de Michoacán por ser hermano del expresidente Lázaro Cárdenas. Tiempo después, cuando Felipe era Presidente, Luisa María se hizo candidata como Dámaso, justo lo que en vida repudió su padre, sólo que en esta ocasión Luisa perdió la elección.
La grandeza espiritual de Ortiz Gallegos ha quedado como ejemplo de vida en una estampa digna de su acendrado humanismo. Don Jorge fue un empresario exitoso cuyo hijo estudiaba en el Tec de Monterrey. En los años 70 el muchacho fue secuestrado por Jesús Piedra Ibarra, guerrillero comunista. El joven de 19 años murió. Años después, en una junta editorial de El Universal, don Jorge coincide con Rosario Ibarra de Piedra, columnista del periódico, que le pide perdón por el inmenso dolor que su hijo le había causado. Ortiz Gallegos la abraza y otorga el perdón a doña Rosario y a su hijo en una escena por demás conmovedora.
Ortiz Gallegos perdona lo imperdonable, pero nunca perdonó a FeCal por ser el usurpador de las juventudes panistas, y que lo increpó al proponer el homenaje a su padre en aquella junta del PAN. Y por su parte, Carlos Castillo Peraza, considerado el padre intelectual de FeCal, antes de morir reniega de su pupilo por “inescrupuloso y mezquino, desleal a principios y a personas”.
Cierto es que FeCal lleva en su apodo la mejor definición de su personalidad.