Huachicol y redención
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La corrupción nace en las élites, en el vértice de la pirámide social. Pero cuando permanece largo tiempo, cuando se vuelve epidémica, permea hacia la base. Aunque no todos se corrompen, muchos acaban vinculándose, en mayor o menor medida. Si el de arriba se enriquece a la mala, el de abajo sobrevive o intenta emparejarse. La corruptela nuestra de cada día provoca una inercia cultural pero no es producto de la cultura sino de incentivos legales equivocados. En el caso de México, a mi juicio, su origen está en el abismo entre norma y realidad, que arraigó las reglas no escritas e hizo que la ley dejara de ser referente del comportamiento de demasiados mexicanos. De ahí la metástasis: el cáncer ha invadido todo el cuerpo de nuestra sociedad.
El robo de combustible es una manifestación de la corrupción de México que empezamos a conocer. Y sin embargo, el huachicoleo funciona en lo esencial bajo el mismo modus operandi que el narcotráfico y que el crimen organizado en general. Hay jefes, operadores, bases de apoyo y, sobre todo, hay autoridades sin cuya complicidad no habría negocio. Por ahí hay que empezar a combatir el fenómeno, por donde comienza: por arriba. Hay que ir primero por los políticos que lo han solapado y por los funcionarios que lo han hecho posible. Por cierto, si como la gran mayoría de los mexicanos el presidente López Obrador está seguro de que el ex director de Pemex no se mandó solo en las trapacerías del sexenio pasado, si como ha dicho está convencido de que su jefe las ordenó, es su obligación usar su poder para que el ex presidente sea investigado, enjuiciado y en su caso castigado. La impunidad es el componente de la corrupción que permite perpetuarla, y hace el mismo daño para atrás que para adelante.
El caso de los ladrones que operan fuera de la cosa pública es distinto. Queda claro que a los capos y sus compinches hay que perseguirlos y mandarlos a prisión; la pregunta es qué hacer con los pueblos huachicoleros. Cierto, cometen un delito y deberían ser sancionados, pero cuando comunidades enteras participan en actividades ilícitas la logística es más complicada. ¿Cómo arrestar a cientos o miles de personas que, además, no respetan al gobierno y están dispuestas a desafiarlo? Aquí entran en juego dos consideraciones: 1) de algunos se puede decir que la pobreza los orilló a delinquir, como ha ocurrido con los campesinos que cultivan droga, pero a quienes por ambición decidieron enrolarse en algún cártel no se les puede llamar víctimas de su circunstancia; 2) la debilidad del Estado mexicano se gestó en la corrupción e ilegitimidad de muchos gobiernos, pero su fortalecimiento no se va a dar en automático por la llegada de un presidente popular. En suma, en el pueblo hay buenos y malos, y para combatir a los segundos se requiere que los primeros conformen instituciones de seguridad y de procuración e impartición de justicia limpias y sólidas.
Vuelvo al principio: para contrarrestar la corrupción y la criminalidad se requiere empezar por castigarlas en las cúpulas. Quiero pensar que pronto veremos a políticos y funcionarios de altos vuelos enjuiciados, porque hasta ahora da la impresión de que la 4T es reticente a ejercer la acción penal, sin la cual no hay cruzada anticorrupción que valga. En México se suele premiar la deshonestidad y castigar la honradez, y ese es el incentivo perverso que lo ha corrompido. Cuando eso se invierta, cuando convenga más ser honesto que corrupto, nuestro país se redimirá. La redención no vendrá del contagio, por más que el ejemplo sea clave; vendrá de normas escritas realistas que se cumplan sistemáticamente, de penas impuestas a los pillos y no a los incautos.
El huachicol es síntoma de una grave enfermedad. Acabar con él presupone impulsar el bienestar de nuestra sociedad, con un mejor nivel de vida para todos y más y mejores oportunidades para los jóvenes, sin duda, pero también aplicar leyes justas y castigar a los corruptos. Las ganancias de los delincuentes son mayores que cualquier subsidio gubernamental, y en la medida en que permanezcan impunes la senda delincuencial seguirá siendo más atractiva para muchos mexicanos.