Lo que no debe pasar en NL

Politicón
/ 3 mayo 2020

La “marca” de su apellido no es suficiente para tomar las riendas de un Estado tradicionalmente progresista y pujante, aunque sea desangrado año con año por la inequidad de un pacto fiscal donde por cada peso que aporta a la federación, se le regresan 15 centavos y 5 a los municipios.

Les platico: 1.- Que la diputada plurinominal por Sinaloa, Tatiana Clouthier, sea abanderada por Morena para contender por la gubernatura de Nuevo León.

La “marca” de su apellido no es suficiente para tomar las riendas de un Estado tradicionalmente progresista y pujante, aunque sea desangrado año con año por la inequidad de un pacto fiscal donde por cada peso que aporta a la federación, se le regresan 15 centavos y 5 a los municipios.

Ella sigue siendo empleada de Alfonso Romo -el desaparecido jefe de la oficina de la presidencia- quien a todas luces ha perdido poder de gestión ante MALO y éste lo tiene relegado de sus afectos... y de las posibilidades de hacer los negocios nacionales que tenía en su radar.

El inquilino del Palacio Nacional lo trata como florero en su interacción con los empresarios, y ante éstos perdió su rol de interlocución con el poder gubernamental en turno.

Él se lo buscó desde el pleito que legalmente le ganó a la mala a su suegro. Ganó por las leyes que supo manejar su abogado pero ambos perdieron en lo moral.

Para rescatar lo que invirtió en la campaña morenista, no le queda a Poncho más que refugiarse en Nuevo León y buscar a través de Tatiana, uno que otro cenotito, como los ocho que Peña Nieto le dio en “custodia” en Yucatán y cuya agua se roba su empresa Enerall en perjuicio de miles de comuneros.

Tatiana llegó a la coordinación de la campaña presidencial de Morena y luego le regalaron la diputación plurinominal sinaloense por recomendación de su patrón y por lo tanto, a él se debe.

Si llegara a gobernadora, sería Poncho quien siguiera manejando sus hilos y eso haría que nos llevara a todos entre las patas de sus caballos. No estamos para eso.

2.- Que El Bronco siga ostentándose como adalid de la pandemia. Es tan burdo y silvestre como siempre ha sido y pretende que la gente se olvide de todas las que debe, al vestirse como uno de los tres mosqueteros que se valen de las regadas de tepache que todos los días cometen López Gatell y sus secuaces en medio del virus.

Jaime Rodríguez trae un tema legal pendiente por haber desviado dinero y gente hacia su alucinada campaña por la presidencia.

Que los diputados locales estén volteando para otro lado ahora que todo es virus, es otra cosa, pero a ellos les toca arrinconarlo para que pague todas las que debe.

Ha sido el “gobernador” peor evaluado a nivel nacional y se ganó ya el deshonroso lugar de ser el más incompetente que ha tenido NL, y miren que la competencia estuvo dura.

Es tan torpe e incapaz, que permitió que el otro inútil de Noé Gerardo Chávez Montemayor ordenara a los transportistas disminuir el número de unidades y recortar el horario de servicio, con el evidente riesgo de la gente al esperar horas y luego meterse como sardinas a los camiones.

El tal Noé Gerardo culpó a los mismos usuarios al decir que “se amontonan porque quieren” y este botón de muestra revela que no tenemos gobernador y sus “estorbantes” -porque ni a ayudantes llegan- están peor que él.

3.- Que el otrora influyente y prestigiado grupo de empresarios regios siga optando por rascarse cada uno con sus propias uñas.

Están en los ojos de medio México, y millones de mexicanos están puestos para seguir a líderes de a deveras, como lo fueron don Eugenio Garza Sada y otros de su estirpe hace ya muchos años, cuando actuaban en bloque y no en la vulnerable y egoísta forma aislada de “sálvese quien pueda”.

El rol público de los empresarios es connatural a su función dentro de sus empresas y en la economía nacional.

Hoy, el creciente poder que amasa en sus manos López Obrador, no tiene contrapesos, ni políticos, ni sociales, ni cívicos, ni empresariales, y en un descuido, ni económicos, ya ven la iniciativa de Ley que envió al Congreso para tratar de dar un “golpe de Estado presupuestal”.

Por eso yo creo que en vez de que las siglas de la IP sigan significando “Iniciativa Privada”, hoy más que nunca deben convertirse en “Iniciativa Pública”.

4.- Que la inconformidad de la gente no vaya más allá del meme, de la crítica, del insulto, del ataque, de la descalificación, de la perorata cansada y tediosa de las redes sociales y cuando mucho, de las conversaciones telefónicas o el WhatsApp.

Me imagino en éste México del 2020 a millones con sus lanzas de hojalata y palos peleándose a lo güey y mentándoles la madre a los enormes y monolíticos molinos de viento, como lo hiciera el esquizofrénico Don Quijote.

Las lanzas de hojalata y palos no le están haciendo ni cosquillas al que sabe que detrás tiene a 30 millones que lo votaron como presidente.

Que muchísimos de ellos estén arrepentidos y unos lo confiesen, es otra cosa.  Y que otros se estén tragando el camote de su orgullo y no lo digan y encima lo sigan defendiendo como anestesiados, es otra variante de la esquizofrenia de Don Quijote.

Lo cierto es que si realmente queremos mover al inquilino del Palacio Nacional, primero debemos movernos los inconformes y -repito- los memes y las críticas nomás sirven para el desahogo, pero con desahogos no se ganan las batallas.

Entonces, en vez de la inmovilidad pública, política, social, cívica y empresarial, que nos atrofia más que el encierro o el enclaustramiento provocado por la pandemia, se ocupa hoy la movilización.

Todo cambio comienza con una idea, pero si se queda en eso, en una idea, no mueve nada ni a nadie.

Pasemos a la acción, a la movilización. Si 30 millones votaron por una opción política -que fue más la del rechazo y el hartazgo- hagámonos políticos. ¿Por qué tenerle miedo a serlo? La política es pública, no privada.

Seamos políticos, y para serlo y hacerlo, hay que salir de nuestras respectivas y convenencieras zonas de confort.

Cuando gracias a una beca de la Sociedad Interamericana de Prensa -la SIP- hice mis prácticas en el Washington Post, conocí a la dueña en ese entonces, Katharine Graham.

Fue poco después del escándalo del Watergate, que le costó la presidencia a Richard Nixon. Su sucesor, Gerald Ford, desató una furiosa embestida contra el periódico, en represalia por las publicaciones de Bob Woodward y Carl Bernstein, que provocaron la renuncia de Nixon.

La señora Graham fue objeto de presiones, demandas, amenazas y un acoso inaudito, que la llevó un día a decir a su personal y a sus abogados, que estaba dispuesta a ir a la cárcel para defender a sus reporteros.

No sucedió tal, pero no se libró de tener que acudir cada semana durante dos meses y medio, a firmar en el libro de registro de procesados en libertad, en el Tribunal de Justicia de la capital norteamericana.

Eso sí, a uno de sus fotógrafos le pidió que fuera ahí y la tomara llegando en su Bentley con su chofer, a firmar su libertad condicional.

CAJÓN DE SASTRE

“¿Quiénes estamos dispuestos a correr esos riesgos, con tal de movilizarnos e ir más allá de la crítica del papel cibernético?”, pregunta la irreverente de mi Gaby... y yo levanto la mano… y ella, también…

Para mi amigo Gustavo M. De la Garza Ortega, “El Percherón”.

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM