Prevenir suicidios requiere una estrategia integral
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El fenómeno del suicidio ha preocupado a la Región Sureste desde hace ya muchos años. Diversas hipótesis se han barajado, en un intento por explicar por qué alguien prefiere quitarse la vida antes que enfrentar los desafíos que la misma pone frente a nosotros: ninguna de las explicaciones ha logrado dar en el blanco hasta ahora.
Lo anterior se deba, acaso, al hecho de que no se ha realizado un esfuerzo sistemático, multidisciplinario y con la duración que el caso exige para identificar los distintos factores que influyen en el hecho de que una persona tome la decisión de quitarse la vida. Pero justamente porque no ha sido posible, a lo largo de los años ofrecer una respuesta capaz de impulsar el diseño de una estrategia que contenga el fenómeno, las autoridades tendrían que asumir la necesidad de encarar el problema desde una perspectiva distinta. Y por distinta tendría que entenderse, necesariamente, una que se haga cargo de que el fenómeno es multidimensional, y por ello no basta con anunciar la realización de acciones desde una dependencia en particular.
No es un error, desde luego, que las diferentes instancias, públicas y privada, capaces de incidir en el fenómeno, diseñen y desplieguen actividades tendientes a prevenir un problema que se ha convertido en una preocupación creciente en los últimos años. Pero el acierto de tales acciones sólo será apreciable en la medida en la cual los esfuerzos realizados, desde distintas trincheras, se encuentren articulados en torno a una estrategia concebida de manera integral y como una respuesta de amplio espectro. El comentario viene al caso a propósito del anuncio realizado por el secretario de Seguridad Pública, José Luis Pliego, en el sentido de que la dependencia a su cargo se sumará a las acciones de prevención del suicidio mediante el uso de la tecnología.
La intención, ha dicho el secretario, es “monitorear” la actividad en Internet a fin de detectar potenciales suicidas a partir de sus publicaciones en redes sociales, con lo cual podría evitarse que, tras anunciar su deseo de suicidarse, puedan concretar sus planes.
De hecho, de acuerdo con el responsable de la política doméstica en materia de seguridad pública, ya han evitado al menos un caso de suicidio mediante la atención a través de la línea 911, y se detectó a un usuario de redes sociales que difundía información que le ubicaba como un potencial suicida. No sobra, desde luego, el apoyo que a una estrategia integral de prevención del suicidio puedan aportar los cuerpos de seguridad pública.
En ese sentido, no debe ni desdeñarse su participación ni mucho menos inhibirla.
Lo que resulta indispensable es señalar que ninguna acción resultará eficaz para contener la ola de suicidios, que cada vez alcanza cifras más altas, si no se diseña una estrategia integral que combine de manera armónica el esfuerzo de distintas instancias públicas e incorpore a la sociedad civil en el proceso de identificar, primero, las causas del fenómeno y, luego, de revertirlas.