‘Supremacista blanco’

Politicón
/ 3 noviembre 2017

El lunes pasado El Universal publicó una entrevista con el profesor Paul Krugman, Premio Nobel de Economía de 2008. El popular economista estaba en México participando en una reunión sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). No fue ninguna sorpresa que Krugman hablara con la franqueza que lo caracteriza y que buscamos los seguidores de su columna en “The New York Times”.

Krugman está convencido que la relación con México ha funcionado básicamente bien, y que el mayor peligro que amenaza al TLC hoy es el factor desestabilizador que representa Trump, a quien no dudó en calificar como “supremacista blanco”.

Salta a la vista la diferencia de trato que Trump le otorga a México en comparación con Canadá. Cuando Trump se quedó a solas con Justin Trudeau la semana pasada, no tuvo vergüenza alguna en proponerle al joven primer ministro un tratado comercial “exclusivo” entre EU y Canadá, (despojado por supuesto de los “pandilleros” mexicanos).

Para el profesor Krugman nadie está seguro con Trump, y al efecto lanzó la misma advertencia que hice en este espacio hace más de un año: Trump parece encaminado terminar su controvertida administración anticipadamente, por desafuero o renuncia.

Por eso el magnate, curándose en salud, ha empezado a buscar desde ahora la reelección para un segundo período de cuatro años (¡ni Dios lo quiera!) entre los “granjeros-electores” de “middle America” (Wisconsin, Filadelfia, Ohio); aquellos que aprovechando el “kafkiano” sistema electoral de EU lo llevaron a la Casa Blanca, por encima de los 9 millones de inútiles votos “populares” con los que fue superado por Hillary Clinton.

(Ya hemos dicho que la victoria electoral de Trump fue orquestada por Steve Bannon, el tenebroso “exsuperasesor” que continúa apoyando al presidente fuera de la Casa Blanca desde las filas de la más oscura ultraderecha de EU).

Krugman es un excelente analista político con muchos años de conocer a México. Nos da buenas calificaciones en casi todas las materias (modernidad, sistema electoral y estabilidad económica), pero nos reprueba en corrupción; un área en la que EU no puede darse el lujo de arrojar la primera piedra.

Si el profesor desviara la mirada hacia Washington comprobaría que el gobierno de EU está cada vez más hundido en corrupción: el fantasma de Watergate sigue persiguiendo muy de cerca a Donald Trump, y Hillary está convertida en una heroína de tragedia griega, aullando en los pasillos del Congreso exigiendo “justicia”: Trump la despojó del honor de ser la primera mujer presidenta.

Parece que la verdadera conjura con Rusia no fue la supuesta confabulación de Trump con los hackers rusos que le ayudaron a ganar. Fue la “venta” del 20 por ciento del uranio enriquecido de EU a Putin, cuando la insaciable Hillary era canciller y el “intachable” Obama presidente. 

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