Tres meses
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“Tres meses, hermano”. Lacónico, esa fue la respuesta del doctor Víctor S. Peña que me recetó en el mes de marzo, cuando ya bramaba voraz el bacilo chino y se advertía de su letalidad de espanto. En ese entonces, en esos días de marzo le pregunté telefónicamente (aun hoy, usted lo sabe, Peña Mancillas y su servidor hablamos por ese invento y artilugio antediluviano llamado teléfono residencial una vez por semana) al hombre que sabe más de rendición de cuentas y transparencia gubernamental en el norte de México, cuánto tiempo deberíamos estar guardados o bien, cuánto tiempo unilateralmente deberíamos de guardar aislamiento para no ser mordidos por el bicho de laboratorio chino. En un segundo fue su respuesta: “Tres meses”.
Al día de hoy, pues sí, tomé el consejo de Víctor S. Peña y nos hemos ido de tres en tres. Justo cuando se cumplieron los tres meses, volví a hacer la pregunta antes referida al saltillense avecindado a todo tren en Hermosillo en su residencia climatizada y dotada con una biblioteca de envidia, a lo cual sin inmutarse jamás, respondió: “Tres meses hermano, deja pasar otros tres meses”. Y así, de tres en tres, hemos llegado a este mes de octubre y el bacilo y su voracidad no ceden. Los contagios son brutales y las muertes retan acusadoras a un gobierno federal (Andrés Manuel López Obrador al frente) miope, sordo, pero nada mudo. Vamos volando a las 100 mil muertes (la cifra todo mundo lo dice, debe de ser mínimo el doble) y estas muertes ya son la tercera/cuarta causa de muerte en México este año, sólo debajo de las enfermedades del corazón, la diabetes y tumores malignos.
Peña Mancillas sigue con su habitual rutina de trabajo: se va rotando la cocina familiar con su esposa Mayra. Un día cocina él, al siguiente su esposa. Sus hijas cumplen con los estudios a distancia. El doctor Peña atiende las labores inherentes a la dirección de su Centro de Estudios de Gobierno y Asuntos Públicos del Colegio de Sonora, los viernes va a su centro académico, firma papelería pendiente, da órdenes, ajusta contratiempos, atiende presencialmente a alumnos y cuerpo académico y vuelve a su residencia de la cual me dice, es mejor no salir mucho. Le creo. Hace días le pregunte qué pensaba de los dos episodios erráticos de la vacuna en proceso de AstraZeneca. Las investigaciones serias periodísticas al respecto, hablan vagamente de una reacción inesperada llamada o bautizada por los científicos como “trastorno neurológico inexplicable”. Lo cual en traducción directo al lenguaje cristiano es lo siguiente: está de la chingada, la vacuna no sirve para nada.
Doblado de risa al otro lado del auricular, el doctor Peña me hizo las siguientes preguntas: “A ver maestro, ¿quieres tener COVID-19? ¿No? ponte la vacuna. No vas a poder ir solo al baño, no vas a poder comer con tus manos, no vas a poder ni levantarte. Pues entonces elige: vacuna para el COVID-19 o tu vida autónoma sin problemas neurológicos, pero mordido por el bicho”.
Esquina-bajan
Pues sí. Peña Mancillas tiene razón. La falla de la cual ha hecho referencia en puntillosos artículos “The New York Times”, da qué pensar. Y claro, hablamos de que es la vacuna más avanzada al día de hoy, aunque los rusos dicen haber ganado la batalla y dicen tener ya su vacuna lista y en producción. Todo es un galimatías médico de proporciones bíblicas. ¿Qué hacer? Pues lo que ampliamente ha recomendado Peña: estar aislados en casa de tres en tres meses. Sin chistar, sin protestar, sin doblarnos, sin temor, sin desesperación, sin dolor.
Y lo anterior, si usted lo recuerda señor lector, lo dejé escrito allá por el mes de mayo con el texto “Vivir con el bicho”. En ese texto hice referencia a un estudio de la Universidad de Harvard publicado en la revista especializada “Science”, disponible en línea en Internet. El estudio habla de lo siguiente: es conveniente que el asilamiento y distancia social para combatir al bicho, se prolongue hasta el año… 2022. Lo recomendaron los científicos (Stephen Kissler, autor principal del texto). Vamos por partes: el escenario alegre es el siguiente: distanciamiento social y todo mundo en sus casas, hasta el 2022. El escenario duro, hasta el año 2024.
Tiempo en el cual habrá una vacuna ya debidamente probada. El científico dice en su texto: “Lo que parece ser necesario en ausencia de otro tipo de tratamiento son los periodos intermitentes de distanciamiento social”. En dicho artículo científico también se habla de lo siguiente: para este invierno (ya aquí en el norte bravo que usted y yo habitamos) viene un rebrote perro de la peste china debido a que esta enfermedad se convertirá en un “padecimiento estacional”. No rebrote, el bicho nunca se fue. Entonces, el bacilo llegó para quedarse y como el verbo hecho carne, habitar entre nosotros.
Por eso le recomiendo y no es contradicción alguna: salga usted a la calle y haga su vida. Viva, sin tener miedo. El bicho aquí va a seguir, afeitándose con usted en el espejo, en su cocina, en el bar de la esquina, en el autobús urbano, en las clases híbridas de sus hijos. Salga y viva, con debida precaución. ¿Tiene usted alguna duda? Pues tome el teléfono y márquele al doctor Víctor S. Peña a Hermosillo, Sonora. Él en un dos por tres, en un chico rato lo va a convencer de lo siguiente: haga su vida, pero siga en su residencia el mayor tiempo posible, de preferencia los próximos tres meses siguientes. ¿Y luego? Pues si le vuelve a marcar, le va a decir lo mismo: tres meses más…
Letras minúsculas
Prepárese para vivir la “normalidad”, encerrado hasta… el año 2024. Lo dice Harvard, no yo. Fin.